Allá donde vayas siempre ocurre lo mismo. Todos saben nada y pocos saben todo. Quizá sea la famosa regla de pareto 80-20. La gran masa se mueve en la constante incertidumbre, más si cabe en una recesión-depresiva como la actual. Los medios tampoco hacen una buena labor divulgativa fehaciente de los hechos de una manera contrastada. Lanzan mensajes nacionales irracionales y dogmáticos a razón de ideologias partidistas.
Y así, ni se sabe ni se pueden hacer las cosas. La consecuencia inmediata para el ciudadano de a pie es similar, ni sabe ni puede. Y esto empieza a enquistarse de tal manera que no hay cirujano que le meta mano. La situación es tan paradigmática que pongas lo que pongas, leas lo que leas y hables con quien hables, llegarás a la conclusión de que el caos es tal en medio del vulgo que es dificil gestionar y controlar la situación.
Los pocos que saben, saben lo que hay y sabiéndolo han gestionado mal la masa social, que más allá de tsunamis financieros, pancartas y pensamientos ideológicos hay una situación de descrédito, desequilibrio e incertidumbre en unas cotas dificilmente tratables.
Apuntaba un gran Nobel de economía que cuando todos estamos en crisis todos dicen que nunca había sido como la que uno sufre en esos momentos. Quizá sea así, mera cuestión emocional, pero la situación es la que es y de poco vale mirar para atrás y analizar de donde vino todo. De eso ya aburren los medios populistas en prime time.
Cuando un maratoniano llega a la meta no le preguntes si está contento o triste por su hazaña, no le preguntes si volverá a presentarse a la siguiente maratón, no le preguntes si se ha fijado en el éxito del público asistente, no le preguntes por el premio que ha logrado. La respuesta siempre será la misma: "¡Dame agua, por Dios!".