Desde hace varios meses vengo pronosticando la elevada probabilidad de un desmembramiento de la Eurozona tal cual hoy la conocemos, cuya consecuencia inmediata sería el ocaso definitivo del euro como moneda única de los 17 países que actualmente la integran.
Los resultados de las últimas elecciones presidenciales en Grecia y Francia están poniendo en evidencia un preocupante nacionalismo anti EURO enfocado en ideas de crecimiento económico, opuestas al Pacto Fiscal impulsado por la Canciller Merkel de Alemania y el ex-presidente francés Sarkozy como condición para aprobar y otorgar nuevas ayudas financieras a los países con riesgo de "default" de sus deudas públicas.
La reacción popular contra las medidas de austeridad que devienen de ese pacto fiscal ha sido muy fuerte, traduciéndose en movimientos sociales contrarios a las mismas, porque en cualquier lugar de este mundo occidental que supimos conseguir, la gente puede aceptar muchas injusticias, pero nunca que les toquen sus bolsillos para solucionar problemas que la clase política ha provocado con su irresponsabilidad y el despilfarro de los fondos públicos.
Esta situación augura el fin de las alianzas predominantes en la Eurozona, que han privilegiado su mezquina y exclusiva visión política en detrimento del uso racional de los principales preceptos económicos y financieros que deberían haber sido aplicados desde el principio mismo de la crisis.
Todo esto traduce un futuro muy incierto para el Euro, y como vengo reiterando en mis informes, el problema conceptual de la eurozona es su heterogénea composición entre países fuertes como Alemania y otros que cargan con una larga historia de fracasos para adaptarse a un régimen económico y monetario que está fuera de sus posibilidades de desarrollo. Es muy probable que esos países pongan su enfoque en temas domésticos más que en pensar en la salvación del gran experimento Euro. Existe el riesgo de que nuevos protagonistas políticos, como Hollande en Francia, traigan consigo ideas nacionalistas que cambiarían el rumbo de una "unión europea" a la que se considera ser la raíz de todas las vicisitudes económicas de muchos de los países miembros de la Eurozona.
No puede hablarse de un triunfo de Hollande en Francia sino de una sociedad francesa que optó por el cambio y festejó la derrota de Sarkozy más que la victoria del candidato socialista. La juventud francesa, como la mayoría de otros países, ha sido duramente golpeada por la crisis, con tasas de desempleo que superan largamente el 20%. Es muy posible que estos jóvenes que no pueden acceder a puestos de trabajo sientan que los viejos dirigentes han aprobado y votado un paquete de políticas de austeridad que los perjudican. Y una población de jóvenes descontentos y disgustados bien pueden transitar fácilmente de una simple posición "anti sistema" a la hostilidad y la violencia directa, como ha sucedido en Grecia.
Este creciente nacionalismo social reclama a sus Líderes la recuperación de la soberanía política y económica de países que hoy están sojuzgados por decisiones de la cúpula que maneja la Unión Europea, cuyo principal objetivo es mantener en pie a esa organización, sin considerar la problemática de cada nación en particular.
El Banco Central Europeo, como brazo ejecutor de esas políticas, ha incurrido en el mismo error que la Reserva Federal en USA tratando de apagar el fuego de la crisis de 2008 con emisión monetaria, arrojando al mercado el equivalente en euros de más de UN TRILLON de dólares en apenas nueve meses, aceptando implícitamente que Europa se enfrenta a una peligrosa y muy grave situación.
La economía no puede ser manejada por la política y tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo se encuentran hoy con las manos atadas a sus propios errores, augurando una crisis financiera y bancaria de peores consecuencias que las sufridas en 2008.
La totalidad del sistema bancario europeo se encuentra al borde del precipicio, y si el malhumor social presiona a sus Líderes para recuperar la individualidad nacional y su soberanía política y económica, se estará asistiendo a la desaparición de la Unión Europea y de su hijo dilecto: el EURO.