"La deflación en sí misma no es mala, limpia excesos del pasado. El problema es cuando este fenómeno se prolonga en el tiempo". Así me lo explicaba hace unos días Alejandro M. antiguo profesor mío de Economía: "pero, el mundo financiero global es una cosa y el mundo real, es otra. Desde hace tiempo se vienen lanzando dardos envenenados y bombas de gran calibre contra determinadas políticas gubernamentales, que miran para otro lado cuando se menciona a la bicha de la deflación. Los agoreros advierten de las graves consecuencias que esta fatídica coordenada económica ha tenido sobre la economía de Japón en los últimos veinte años al mismo tiempo que los que la desprecian insisten en los logros obtenidos por la Reserva Federal de Estados Unidos. Cuando hablamos de deflación o de inflación ¿a qué nos referimos? Las autoridades o no ha querido o no han sabido despejar la incógnita. Lo cierto es que cuando se habla de deflación se habla de la caída a plomo del precio de los activos (bolsa, inmuebles, mercaderías, patrimonios...) y, también, de la caída de los precios de primera necesidad empujados por unos salarios cada vez más bajos. Pues no, no es así. La primera parte es correcta, la de la deflación de activos. La segunda es falsa: los ciudadanos, la gente de la calle desconoce lo que significa el término inflación, o su contrario, deflación. Pero sí sabe que la gasolina y los derivados del petróleo bajan de precio a menor ritmo con que lo suben. La gente de la calle sabe que el recibo de la luz se ha encaramado a cotas muy altas. La gente de la calle sabe que la cesta de la compra sube y baja muy poco: se mantiene en parámetros más altos que los que cabe presupuestar con la caída que se están produciendo en los sueldos. ¿Hablamos de los colegios, de la sanidad privada, de los seguros, de los impuestos indirectos? Que cada uno haga su propia componenda y luego apunte el resultado final, fruto de sumar y restar, para ver cuál es la capacidad cierta de ahorro. En la mayor parte de la población la respuesta es ninguna..."
¿Y qué pasa con mi dinero? María Díaz-Bajo, directora de estrategia de productos de ATL Capital, explicaba en El País que "la deflación beneficia a aquellos que mantenga liquidez, bonos nominales y algunos sectores bursátiles, y perjudicaría a los que tienen bienes inmobiliarios y determinas materias primas". La experta de ATL Capital destacaba que una deflación profunda suele crear aversión al riesgo: si el retorno ajustado por el riesgo de los activos es negativo, los inversores y compradores atesorarán liquidez en lugar de invertir su dinero".
Los dos casos más conocidos de deflación prolongada en la historia de la economía son la Gran Depresión estadounidense y Japón. En el caso del país asiático, a finales de los años 80 del pasado siglo, y principios de los 90, explotó una gran burbuja inmobiliaria-hipotecaria que llevó a que los precios de los activos se colapsaran. El índice bursátil japonés, el Nikkei 225, había alcanzado su nivel más alto el 29 de diciembre de 1989 llegando a casi 39.000 puntos. Con el estallido de la burbuja, la Bolsa nipona retrocedió más de un 60% y en la actualidad se encuentra por debajo de los 15.000 puntos. Por otro lado, los precios de los activos inmobiliarios cayeron un 70% entre 1990 y 2002.
"La deflación en Japón ha estancado su economía durante varios años y el país sufre tasas de endeudamiento muy elevadas, superiores al 200% de su PIB. Viendo el caso de Japón, no me extraña que haya miedo a la deflación"
Óscar R. Graña recoge en Funds People que el panorama para los precios del petróleo se ha recrudecido en las últimas semanas por el conflicto diplomático entre Irán y Araba Saudí, que han actuado como catalizador para un nuevo desplome que ha situado al Brent en niveles de hace una década. Este nuevo desplome ha llevado a las gestoras internacionales a revisar su impacto sobre el comportamiento de la inflación, puesto puede condicionar la revisión de las políticas monetarias de algunos bancos centrales. La región donde es más evidente es Europa, dado que el programa de adquisición de activos que anunció Mario Draghi hace un año no ha tenido los resultados esperados sobre la reactivación del coste de la vida.
Uno de los primeros en pronunciarse sobre esta cuestión ha sido el gestor de Pioneer investments Tanguy Le Saout, que recientemente declaraba que el desplome en las expectativas de inflación en la eurozona – sobre el que el petróleo ha tenido gran parte de la responsabilidad-, especialmente en la tasa de expectativas de inflación a cinco años, “deja potencialmente abierta la puerta para más medidas QE en la próxima reunión” (leer más).
“No es la caída del precio del petróleo en sí lo inquietante; con un barril a 20 dólares, la inflación puede volver a territorio negativo, pero no alcanzará los mínimos históricos”, indican los expertos de Groupama AM. Coinciden asimismo en la afirmación de que “el riesgo es que la caída de los precios del petróleo alimente la caída de las expectativas, que a su vez comprimiría la inflación subyacente con el riesgo de un engranaje deflacionista”. Desde la gestora francesa opinan que “la zona euro no está claramente en deflación ya que la desinflación apoya el consumo, pero los recientes acontecimientos financieros confirman nuestro escenario de un BCE que llevará su QE más allá de marzo 2017”.
Desde J.P.Morgan AM Stephanie Flanders, estratega jefe de mercado para Reino Unido y Europa de J.P.Morgan AM, matiza que las presiones desinflacionarias de componente interno que se han observado en la zona euro incluyen “el hecho de que el desempleo permanezca muy por encima de la media a largo plazo y que la tasa de crecimiento promedio de la zona euro continúe sustancialmente por debajo del 2%”. Flanders admite que “las perspectivas de inflación en la región, así como en otras economías desarrolladas, se han complicado adicionalmente por una nueva caída en los precios del petróleo a escala mundial”.
La estratega coincide en la importancia de estos acontecimientos con Le Saout. Llega a afirmar que la espiral bajista en la que parece estar instalado el crudo “constituye una consideración fundamental tanto en el espectro político como en los mercados, ya que mitiga la recuperación en la inflación medida por el IPC que habríamos podido observar en los próximos meses debido a que la anterior caída en los precios quedó fuera de la comparación anual”.
El contrapunto lo aporta Ana Gil, especialista de inversión del equipo de renta fija de M&G Investments: “A principios de año, Luis de Guindos, Ministro de Economía, afirmaba a la CNBC que la deflación es como el colesterol… la hay buena y mala y, en España, tenemos la buena” (una tesis que había defendido en su día Richard Woolnough). Gil recuerda que “la deflación buena ha sido un importante catalizador de la reciente recuperación de la economía española. Alemania, Francia, Italia y España son los mayores importadores netos de petróleo en Europa y por ello, los mayores beneficiarios de una renovada debilidad en los precios del crudo”.
La experta se encarga de recordar asimismo que “la combinación de una divisa más débil, unos tipos de interés más bajos y cierta deflación “buena” a causa del petróleo parecen haber impulsado la renta disponible de los hogares, lo que repercute positivamente en el consumo doméstico y el crecimiento”.