Me reescribe, con mayor indignación que hace dos años, Fernando Corrales, analista y especulador en Bolsa desde que me salieron los dientes, a propósito de la reiteración, con nocturnidad, premeditación y alevosía, de las recomendaciones de las casas de Bolsa y de la fijación de precios objetivo para otros tantos valores cotizados. "Si han seguido la liturgia de los grandes gestores internacionales (y algunos nacionales) de este fenómeno desde el Brexit comprenderán mi indignación y por qué es un asunto de vergüenza ajena: en apenas unos meses han duplicado precios objetivo de valores líderes, principalmente bancos, por la única razón de que las cotizaciones han ido muy por delante de sus precios objetivos calculados en base a no se qué. Lo peor, hoy como siempre, es que algunos medios creen tanto en esta patraña que la hacen dogma de fe, palabra de dios. Tal es así, que estos medios y sus mariachis llaman, de manera indirecta, necios a los que compran y venden acciones sin seguir el guión de los bancos anglosajones o de las firmas de Bolsa española. Hace poco leí que ya no había recorrido en la Bolsa española, porque todos los valores estaban por encima del precio objetivo ¿Precio puesto por quién? ¿Objetivo determinado por qué? ¿Acaso hay alguien en este mundo capaz de averigüar qué es lo que va a pasar en el minuto siguiente? ¿Y qué me dicen de las recomendaciones? Ahora comprar, luego vender, más tarde neutral y luego volver a comprar, con frecuencia más caro, lo que antes de recomendó vender".
"Quien hizo caso a los precios objetivo y recomendaciones de los analistas hace unos meses se ha perdido todo el recorrido. Y lo que es peor, sin alternativas de colocación del ahorro distintas a la Bolsa, algo que no tienen en cuenta los denominados profesionales del ramo...".
"¿Y qué me dicen de las recomendaciones envenenadas cuando a un banco lo han expulsado de una colocación de acciones o no lo han tenido en cuenta en el aseguramiento de una gran operación? Pero el esperpento de las recomendaciones y de los precios objetivos de los valores cotizados sigue. Algunos dicen que son la sal y la pimienta del mercado. Allá ellos...".
"La última oleada de recomendaciones de los analistas respecto a los valores españoles es una de los mayores esperpentos de los últimos tiempos. Hace quince años se ha habló mucho de las murallas chinas, de los compartimentos separados, de las prácticas de buena conducta, de la necesidad de regular las actuaciones de las partes (no se puede ser Juez y parte al mismo tiempo, no se puede emitir un juicio, una valoración de una empresa que te ha dado una magnífica comisión por un estudio, una colocación de acciones, una operación de asesoramiento…) de las agencias de calificación de riesgos (¿alguna osará descalificar la deuda USA algún día?) de la necesidad de abolir la contabilidad creativa, de la regulación de los derivados".
"Que se sepa, nada se ha hecho, nada se ha avanzado. Todo sigue igual. Me quedo hoy con la representación tragicómica de las recomendaciones de las principales firmas de Bolsa, tanto las anglosajonas como la mayor parte de las nacionales, respecto a los valores españoles: precios objetivos muy por debajo de la cotización actual...".
"Se ha escrito mucho y variado sobre el fenómeno de las recomendaciones de los analistas adscritos a la nómina de otros tantos bancos de inversión. Sigue de moda, es un asunto del día a día, porque quienes recomiendan no han sido capaces de ver la viga en su propia casa, ahora hundida, pero sí magnificar unas pequeñas motas de polvo en el ojo ajeno. Las recomendaciones que efectúan los analistas vuelven a estar en el ojo del huracán. Una de las reflexiones de moda es el desencuentro entre analistas y mercados, fenómeno que se repite hasta el hartazgo en los últimos veinte años. No se trata de poner en la picota a los especialistas, pero sí recordar que el exceso verbal nos condena a todos, a unos más que a otros, más a los que están obligados a dirigirse a la parroquia todos los días, que a los que divulgan sus ideas de manera pausada, con espacios prolongados en silencio, sin decir nada...".
"Lo peor en esta disciplina es tratar de poner puertas al campo, de acotar los precios de las acciones, bien por asuntos fundamentales, bien por criterios técnicos o chartistas. La moda de los precios objetivo, en definitiva, murió hace tiempo, porque los expertos van con la lengua fuera. El burro y la zanahoria. En épocas de turbulencias, como las recientes, el desajuste ha sido mayor. Ahora, la tendencia es a subir los precios objetivos hasta los de mercado, porque de nuevo los analistas han ido detrás de la tendencia...".
"El repaso de precios objetivo desconcierta a todos, porque los mercados desarrollan sus movimientos a velocidad de vértigo. El factor psicológico, el estado de ánimo de los inversores, el plagio, el contagio, no han encontrado la pócima milagrosa que los inhiba. Además, los mercados no cierran sus puertas en momento alguno, ni siquiera los festivos. La globalización alcanzó hace mucho tiempo a la intermediación. Los valores líderes cotizan en las principales Bolsas del mundo y favorecen el arbitraje, que es una manera de distorsionar los precios. Por eso, las estrategias duran poco, apenas superan las veinticuatro horas...".
"Dicen los viejos observadores que los precios objetivos nacen y mueren el mismo día de su publicación. Los valores sujetos a este fenómeno ya han intuido antes lo que se les echaba encima, para bien o para mal. Es decir, hay apremio e intuición, porque las murallas chinas cayeron hace tiempo, como las de Jericó al ruido de las trompetas. El día de su divulgación aún desarrollan un recorrido cierto, tangible, pero es el último...".
"Y la vida de la Bolsa sigue. La recomendación de ayer es vieja hoy. Por eso los analistas van con la lengua fuera y cometen errores anacrónicos. Por ejemplo, recomendar fuertes compras y alzas de los precios objetivos cuando el precio de una acción ha superado el objetivo previo y, al revés, forzar la rueda a la baja cuando una cotización ha perforado niveles de resistencia establecidos antes con criterios técnicos, fundamentales o de cualquier otra índole...".