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La economía española después de la crisis

Por Banco de España01.08.2010 13:45
 

Conferencia inaugural de las “IV Jornadas sobre la singularidad de las cajas de
ahorros españolas” / Federación de Usuarios de las Cajas de Ahorros
Miguel Fernández Ordóñez
Gobernador

Gracias Presidente,
La profunda desaceleración económica que está afectando a todos los países del mundo y que enlos países industrializados se ha convertido ya en una rápida e intensa recesión es, sin duda, lamás grave desde la gran depresión de 1929. En los últimos meses, a duras penas se ha evitado elcolapso de los mercados financieros internacionales y aún no sabemos cuáles serán lasconsecuencias finales sobre la economía real de todo lo que está sucediendo.
Ante esta situación, es inevitable que todos los esfuerzos se destinen a intentar salir de la crisis.
Tanto a nivel internacional como en España se han adoptado medidas hasta ahora inimaginables,como las inyecciones ilimitadas de liquidez por parte de los bancos centrales o los ampliosestímulos fiscales o los apoyos excepcionales al sistema financiero. A estas tareas estáncontribuyendo, como no podría ser de otra forma, gobiernos, políticos, banqueros centrales,supervisores, académicos, etc. No es raro, pues, que haya dedicado todas mis intevenciones delos últimos meses a analizar las causas de la crisis mundial y a repasar las distintas medidas para
afrontarla.
Sin embargo, al recibir su invitación, que tanto agradezco, pensé aprovechar el ámbito de reflexiónsosegada que siempre proporciona un foro universitario para tomar un respiro y meditar sobre loque puede pasar con la economía española después de la crisis, cuando la economía global serecupere.
Tiene interés reflexionar sobre qué va a suceder después, porque el carácter mundial de la crisisestá “homogeneizando” a las distintas economías, y al desdibujar las diferencias entre unas yotras, hace difícil apreciar sus diferentes deberes pendientes. Como nadie ha escapado a la crisis,resulta que ni tan siquiera aquellos países que actuaron prudentemente, esto es, aquéllos que no
se endeudaron en exceso ni empeoraron su competitividad, están evolucionando mejor que losque no fueron tan virtuosos. Pero cuando la crisis termine, volverán a aparecer las diferencias.
Cuando el mes pasado un avión que despegaba del aeropuerto de Nueva York estuvo a punto deestrellarse, la salud y la vida de todos los pasajeros venía determinada por cómo se resolviera esacrisis, sin que ello dependiera de su juventud, ni de su nivel de colesterol, ni de su exceso de pesoo el estado de sus pulmones. El drama les igualaba a todos. Felizmente todos salieron sanos y
salvos del aterrizaje en el Hudson, pero a partir de entonces, una vez acabada la crisis, la salud yla vida de cada uno de los pasajeros vuelve a depender del estado de sus órganos, de la dieta yejercicio, así como de acertar con la medicación adecuada.

Todos los países del mundo han entrado en una espiral negativa parecida (desaceleraciónprofunda – y a veces desplome- del consumo, del empleo, de la producción, del crédito, de lainversión…), lo cual podría producir el espejismo de que, una vez superada la recesión, todos lospaíses se recuperarán de igual forma. Sin embargo, no será así. Cada país presenta unasparticularidades que serán determinantes a la hora de definir su camino una vez superada la crisis,
por lo que dedicaré mi intervención a reflexionar sobre lo que nos distingue de los demás.
La experiencia española muestra que desde el año 1985 hasta el 2008, la economía ha estadocreciendo a tasas superiores a la media de la UE, con la única excepción de los años 1992 y1993. Este espectacular crecimiento observado durante los últimos veintitrés años nos hapermitido acercarnos a los niveles de bienestar que disfrutan los países más ricos de la UE. Pero,¿qué va a ocurrir con la economía española cuando salgamos de la crisis actual? ¿Volveremos a
ver crecimientos tan satisfactorios como en el pasado?
La respuesta a esta pregunta es, como siempre en economía, “depende”. Si en España hacemoslo que tenemos que hacer, si se llevan a cabo las reformas necesarias, creceremos de nuevo porencima de la media europea. Pero si no reformamos, probablemente creceremos como la mediade la UE o incluso por debajo, frenando la convergencia con nuestros principales socioseconómicos.
Pero, ¿por qué si hasta ahora hemos podido avanzar sin acometer estas reformas, esabsolutamente imprescindible adoptarlas ahora? Ates de contestar a esta pregunta, fijémonos enlas causas del crecimiento de la economía española en las últimas décadas. Un crecimiento tanelevado puede sorprender cuando se tienen presentes las deficiencias o puntos débiles de nuestraeconomía: un nivel educativo mucho más bajo que otros países europeos, un stock de capital
reducido, un nivel tecnológico inferior y unas instituciones laborales que, como luego veremos, nogeneran los incentivos necesarios para mejorar la eficienia individual y colectiva. ¿Por qué a pesarde ello hemos crecido tanto? En parte, porque hemos avanzado más que los demás países enalgunas áreas, lo que ha compensado nuestras deficiencias relativas.
Por un lado, tenemos un sector público con un peso relativo más reducido que el de otros paíseseuropeos. Consecuentemente, un mayor peso del sector privado explica el mayor dinamismo denuestra economía. Además, se ha producido una descentralización del gasto público similar a lade Alemania después de la segunda guerra mundial, lo que ha permitido –hasta la fecha- unamayor eficiencia en la asignación del gasto. Por otra parte, hemos sido también más audaces en
la privatización que otros países. En las últimas décadas se llevaron a cabo numerosas eimportantes privatizaciones en casi todos los sectores productivos, lo que nos ha permitidoavanzar más que otras economías en la competencia de muchos mercados de bienes y servicios.

Privatizaciones que, a diferencia de otros países, se han hecho al 100%, lo cual es esencial pararomper la relación entre empresas y gobiernos. Finalmente, nuestro país consiguió hasta 2007avanzar notablemente en términos de equilibrio fiscal y reducción de deuda pública. Todos estosaspectos que acabo de mencionar podrían considerarse algunos de los “méritos propios” de laeconomía española, que explican parte del crecimiento diferencial de los últimos veinte años.
Lo más sorprendente es que nuestra economía ha estado creciendo a pesar de ir perdiendocompetitividad progresivamente frente al exterior. Nuestros precios, costes salariales unitarios ymárgenes empresariales han crecido por encima de los de la zona euro. Ello ha terminadoreflejándose en un abultado déficit por cuenta corriente, déficit que, aunque puede verse como unexceso de inversión sobre el ahorro, está indicando también una insuficiente competitividad denuestro país con avances muy pobres de la productividad.
¿Y cómo ha sido posible crecer en los últimos 23 años a pesar de ir perdiendo competitividad?La respuesta es porque, además de los anteriores factores o “méritos propios”, España ha tenidoacceso a otras posibilidades que también le han ayudado a crecer. Me refiero a dos en particular.
La primera era el recurso a la devaluación. Aunque la última devaluación se produjo en 1995, esteinstrumento estuvo disponible hasta 1999, año en que España entró en la Unión Monetaria. Ladevaluación permitía absorber las pérdidas de competitividad, sin que se reformara el mercado
laboral ni se tomaran medidas correctivas para favorecer la productividad, mediante una reducciónde los salarios reales a los trabajadores, al aumentar los precios de importación, y una mejora delos precios relativos de los productos que se venden en el exterior.
Pero no nos engañemos: las devaluaciones periódicas, aunque proporcionaban un alivio temporalque permitía posponer los necesarios ajustes estructurales, producían costes enormes ymantenían a los agentes privados en un entorno de inestabilidad financiera y cambiaria nadapropicio al crecimiento sostenido.
También en los diez años de pertenencia al euro hemos crecido a un ritmo superior al de nuestrossocios, a pesar de no disponer del recurso a la devaluación. ¿Cómo ha sido posible? Además delefecto de los factores positivos que he mencionado antes, habría que añadir la propia pertenenciaal euro, por lo que ha significado de estabilidad y reducción de incertidumbre, y la contribución de
la inmigración, que ha introducido un margen de flexibilidad notable a la economía española.
Pero, sin duda un factor decisivo en el crecimiento de1999 a 2008 ha sido el extraordinarioaumento del endeudamiento de las familias y las empresas. Durante la última década, la demandainterna española ha podido crecer al doble de velocidad que la de la Unión Europea gracias a queel endeudamiento de los agentes privados se ha duplicado en el periodo 1999 a 2007. La deuda
de los hogares ha pasado de poco más del 60% al 130% de su renta bruta disponible, y la deudade las empresas, del 270% a casi el 600% del excedente bruto de explotación.
El problema con que nos encontraremos al salir de la crisis es que, si bien ese velozendeudamiento fue el impulsor del aumento de la demanda interna y, por tanto, del crecimiento dela actividad en los últimos años, el elevado nivel alcanzado impide que la deuda pueda seguirreciendo en el futuro a un ritmo similar al que lo hizo en el pasado. Es más, es muy posible quedurante varios años asistamos a un proceso de desendeudamiento, o como se dice ahora, de
“desapalancamiento”, con lo cual su efecto sobre la demanda interna será el inverso que en elpasado, reduciendo nuestra tasa de crecimiento.
Por ello, el principal problema de la economía española es que su futuro se presenta muy distintoal pasado por haber desaparecido las dos posibilidades que acabo de mencionar, la devaluación yel aumento del endeudamiento. Así, aún en el supuesto de que mantengamos los numerosos
puntos fuertes de nuestra economía (sector público muy reducido, privatizaciones, baja deudapública, etc…) y no retrocedamos en los avances conseguidos, España se enfrentará asituaciones más exigentes al haber perdido estas dos posibilidades. Por supuesto, si además sediera marcha atrás en, por ejemplo, la competencia, o el déficit fiscal se disparara a nivelesinsostenibles, nuestro crecimiento se resentiría aún más, como le sucedió en la década pasada a
algunos países europeos.
En esta situación, la única fórmula posible para recuperar la competitividad perdida frente alexterior después del último ciclo expansivo es aumentar nuestra productividad. Y el aumento de laproductividad, además de requerir prestar la máxima atención a la educación y la formación, pasainevitablemente por llevar a cabo reformas estructurales en numerosos campos. Hoy, por razones
de tiempo, dedicaré exclusivamente mi intervención a la reforma de las instituciones laborales,campo en el que los investigadores del Banco de España han hecho aportaciones muy valiosas, yque constituye seguramente la reforma que puede contribuir en mayor medida a resolver elproblema que más preocupa a los españoles: el desempleo. Pero aunque hoy no hablemos deellas, debemos recordar que hay otras muchas reformas estructurales que son muy necesarias,
como la del mercado del alquiler, el impulso a la competencia en los servicios, el transporteferroviario de mercancías, la energía, la administración pública, etc., y que también puedencontribuir a mejorar la productividad y a retornar a un crecimiento superior a la media de la UniónEuropea.

Es evidente que contar con unas instituciones laborales inadecuadas está generando unos efectosmuy perniciosos no sólo sobre la productividad y el crecimiento económico sino también sobre elbienestar de los trabajadores. Hay que emplear poco tiempo en convencer a los españoles de losproblemas que plantea el desempleo y que sufrimos incluso en los mejores momentos del ciclo
económico. No sólo hemos conseguido en el último año lucir una vez más el lamentable record decontar con la tasa más alta de desempleo de la OCDE sino que la velocidad de aumento del paroen España durante la actual crisis está siendo la más rápida de todos los países desarrollados.
Así, en países que afrontan una contracción de la actividad similar a la española, la tasa de parosólo aumentó ligeramente durante el año pasado -por ejemplo, Francia, en dos décimas- o,incluso, se redujo como, por ejemplo, en Alemania. Se podría aducir que estos países presentanincrementos de la población activa mucho más reducidos que España y que su sector de laconstrucción tampoco había mostrado una expansión comparable. El problema es que cuando la
comparación se hace con países que sí presentan esas dos características, como son EEUU o elReino Unido, España sigue destacando por su aumento del paro. En concreto, durante 2008, enEEUU la tasa de paro ha aumentado “sólo” en 2,3 puntos porcentuales (pp.), algo más que en elReino Unido, que de enero a octubre de 2008 aumentó en 1,4 pp, incrementos muy moderados si
se comparan con los más de 5 puntos en que ha aumentado la tasa de paro en España durante elaño 2008. Es palmario que los mecanismos de ajuste laboral de la economía española nofuncionan de la forma adecuada.
Otro de los efectos perniciosos de contar con un mercado de trabajo ineficiente es que reduce elmargen de mejora de la retribución real de los trabajadores. En los últimos años, la economíaespañola se ha visto abocada a competir en el extranjero a base de mantener costes laboralesreales bajos, lo que venía exigido por la baja productividad de la economía. Todo ello tieneconsecuencias directas en el bienestar de todos los individuos, y muy especialmente en el dedeterminados colectivos muy perjudicados, tanto salarialmente como por el desempleo: las
mujeres y los jóvenes.
Estas singularidades de la situación de los trabajadores de nuestro país cuando se compara conotros desarrollados – más desempleo incluso en los mejores momentos, más rápido aumento delparo en las fases de ajuste, menor crecimiento de los salarios reales, menor crecimiento de laproductividad del trabajo, mayor discriminación entre colectivos…- coincide con una singularidadde nuestras instituciones laborales cuando nos comparamos con esos países. Podríamosdetenernos a repasar todo aquello en lo que somos diferentes: la práctica imposibilidad dedescolgarse de la negociación colectiva, la escasa participación de las remuneraciones en losbeneficios empresariales, los mecanismos de indiciación salarial sin ninguna conexión con la
situación de las empresas, la intervención del Estado por medio de autorizaciones preceptivas queimpide que las empresas aumenten su productividad, etc. Pero de nuevo la escasez de tiempo melleva a detenerme en sólo una de estas peculiaridades: la forma en que aseguramos lacontingencia de la pérdida del empleo.
España sigue con un sistema de tratamiento de la contingencia de desempleo que en su día fueparecido al de otros países europeos pero que todos ya han reformado en las últimas décadas. Ennuestro sistema la ayuda al desempleado combina la prestación pública con el pago de unacantidad que se abona de una vez, relacionada con el tiempo que ha permanecido en una solaempresa. Ese pago corre a cargo de las empresas y no del Estado y, en ocasiones, constituye la
parte más sustanciosa de la ayuda al desempleado. Todas estas particularidades provocannumerosas ineficiencias en el sistema, lo que determina una menor productividad y un rotundofracaso en el objetivo de reducir el desempleo.
Tal y como está diseñada la indemnización por desempleo, se desincentiva absolutamente lamovilidad de los trabajadores entre empresas, ya que la indemnización depende de la antigüedaddel trabajador en la última empresa en la que estaba. Y en el mundo que vivimos la reasignaciónde trabajadores entre empresas es crucial para que la economía se ajuste adecuadamente a los
rápidos cambios que se producen en la demanda y en las tecnologías, para que los trabajadoresse trasladen de las empresas en declive a las que desarrollan actividades más productivas. Elsistema de indemnización vigente no favorece ni la creación ni el crecimiento de las empresas másproductivas. Y no sólo por el efecto disuasorio que tiene sobre los empresarios, desincentivando lanueva contratación. Son también los mismos trabajadores españoles los que finalmente no
aceptan cambiar de trabajo porque, incluso aunque las empresas más productivas les ofrezcancondiciones salariales sustancialmente mejores, no les compensa el cambio ya que laindemnización por despido comenzaría desde cero en su nuevo puesto.
El hecho de que la protección frente al desempleo descanse en buena medida en unaindemnización (lo que en términos coloquiales se llama costes de despido) a cargo exclusivamentedel sector privado, introduce también numerosas distorsiones. La fundamental es el efecto dedesanimar la creación de empresas y la contratación en general, cuestión que, si siempre esimportante, lo es más ahora cuando se debe compensar la inevitable y masiva reducción del
empleo en la construcción de viviendas con la creación de puestos de trabajo en otros sectores.
El sistema español es ineficiente y, sin embargo, sería absurdo ignorar que una gran parte de laopinión pública piensa que el sistema actual protege a los trabajadores. Y es claro que si no hayuna conciencia generalizada de los daños que produce, no habrá reformas. Por ello esabsolutamente necesario estudiar y difundir las reformas que han hecho otros países europeos yescoger aquellas alternativas que nos permitan aumentar nuesra productividad, y por tanto la competitividad frente al exterior, aumentar nuestra renta per cápita y calidad de vida y mejorar lascondiciones de los colectivos más desfavorecidos.
En muchos sentidos, la situación actual de la pretendida protección laboral puede asimilarse a laprotección comercial que caracterizó a la economía española hasta finales de los años cincuenta.
En aquella etapa los aranceles y cuotas que tenían que afrontar los productos importados eranmuy elevados si se comparaban con los vigentes en aquellos años en los demás paísesdesarrollados. Hasta entonces se pensaba que el proteccionismo comercial protegía a lasempresas y los trabajadores españoles, pero nada más lejos de la realidad. Los productosvendidos en España eran caros y de escasa calidad, los salarios de los trabajadores eran tanbajos que en aquella época era habitual intentar tener dos trabajos y el nivel de renta per cápita
incluso retrocedía con respecto a la de los países de nuestro entorno.
La situación cambió radicalmente con la apertura de la economía española al exterior, cuandoempezamos a parecernos a los demás países. De hecho, ese proceso, que arrancó con el Plan deEstabilización de 1959 y que culminó con nuestra adhesión a la Unión Europea en 1985, se hasaldado con la convergencia de España a los niveles de vida europeos. La apertura de laeconomía no sólo no hizo desaparecer la industria ni la agricultura, sino que el nivel de vida de los
españoles aumentó significativamente.
En definitiva, lo que aparentemente era un sistema que nos protegía y que era singular, nos estaballevando al desastre, y no fue hasta que se llegó a una intensa y dura crisis al final de los añoscincuenta, cuando nos dimos cuenta de que lo que nos diferenciaba de otros países y parecíaprotegernos, conseguía justamente lo contrario.
Y ahora es precisamente en España, donde la protección del empleo pretende ser sólida gracias alas elevadas indemnizaciones por desempleo que se añaden a la prestación pública, donde elajuste del empleo ante la actual crisis económica está siendo más feroz que en otros países. Porello habría que estudiar experiencias como, por ejemplo, las de Austria y Dinamarca, cuyasreformas del mercado laboral nos pueden proporcionar ideas para reformar el nuestro. EnDinamarca, cuya tasa de paro es del 4,1% han optado por mejorar el pago periódico y
prácticamente han suprimido la indemnización por desempleo. En el caso de Austria, cuya tasa deparo es del 3,8%, las empresas constituyen un fondo individual para cada uno de sustrabajadores, que se pone a su disposición en caso de perder el empleo en esa empresa, comouna forma de complementar la prestación por desempleo que recibe del Estado. Cuando eltrabajador encuentra empleo en otra empresa se lleva la parte no consumida del fondo, que vuelve
a ser engrosada con las aportaciones de la nueva empresa. Al final de su vida laboral, el fondodisponible constituye una fuente adicional de recursos para la jubilación.

La virtualidad de cualquiera de estos sistemas es que no desincentivan la movilidad de lostrabajadores entre empresas. En el caso austríaco porque, al no perderse esos “derechosadquiridos”, es el propio trabajador el que gestiona los recursos acumulados durante las fases enque esté desempleado y ofrece protección a todos los trabajadores, incluso aquellos queacumulan empleos de corta duración. En el caso danés, se optó por un sistema que apoyafirmemente a los desempleados (con subsidios por desempleo importantes así como con intensosprogramas de formación) en un marco donde, sin embargo, los costes de despido son muy bajos.
De la misma forma que hace cincuenta años la crisis del sector exterior obligó a España a uncambio de rumbo de la política de protección comercial, la grave crisis de desempleo queestamos sufriendo actualmente debería llevarnos a examinar qué podemos cambiar de nuestromercado de trabajo, observando lo que otros países han hecho con resultados muy positivos. Esverdad que no estoy diciendo nada nuevo, puesto que el Banco de España ha venido insistiendode forma reiterada en sus informes anuales, al menos en los últimos diez años, en la necesidad deque se lleve a cabo dicha reforma. Lo nuevo es que en este momento esa reforma se ha vueltoabsolutamente imprescindible porque de lo contrario, cuando salgamos de la presente crisis, yante la ausencia de los fáciles recursos que se utilizaron en el pasado, estaremos abocados acrecer muy por debajo de lo que hemos hecho en las últimas décadas.
Las reformas de las instituciones laborales son urgentes, pues sus efectos en el corto plazo sobrela contratación son absolutamente necesarios en la coyuntura actual. Pero hay otro frente que nodebemos olvidar, aunque sus efectos sean a más largo plazo, que es el de la educación. Sinduda, avanzar en la educación, es la tarea pendiente en España de mayor trascendencia para elcrecimiento económico, la mejora de la productividad, la más justa distribución de la renta y
también la consecución de unas tasas reducidas de paro. Es verdad que España ha avanzado enlgunos campos de la formación, como en la educación universitaria o en las escuelas denegocios pero seguimos a la cola en la calidad y en el nivel educativo medio de nuestra población,
con las consecuencias serias que ello supone.
Es bien conocido que los países que cuentan con una población más formada se caracterizanporque los niveles salariales de sus trabajadores son más elevados, su tasa de paro es másreducida y la participación de la población en el mercado de trabajo es más alta. Por ejemplo,tanto en Dinamarca como en el Reino Unido, más de dos terceras partes de la población cuentancon estudios post-obligatorios, frente a sólo el 50% en el caso español. Pues bien, en ambospaíses el trabajador medio tiene un poder adquisitivo un 30% superior al trabajador español, y sus
tasas de paro en 2007 eran del 3% y del 5%, respectivamente, menos de la mitad que en España.

Esta relación entre formación y salarios se explica porque los trabajadores más formados son máseficientes y, por tanto, obtienen unos salarios más elevados y porque los empresarios siempreprefieren despedir a los trabajadores menos productivos. De hecho, la tasa de paro en España delos individuos que sólo cuentan con estudios primarios ha aumentado durante el año 2008 en casi
8 puntos porcentuales, frente a los 5 puntos de los que tienen estudios secundarios y sólo 2 delos que cuentan con estudios superiores. Los datos también ponen de manifiesto que no sólo losmayores incrementos de la tasa de paro se dan en los colectivos con menor nivel de estudios,sino que estos colectivos presentan las mayores tasas de paro.
Pero no sólo debemos trabajar para mejorar el nivel educativo de nuestros trabajadores antes dellegar a su puesto de trabajo. También hay que fomentar su formación dentro de la empresa. Y eneste sentido si acercamos nuestras instituciones laborales a las de los otros países desarrollados,acabaríamos igualmente con un marco laboral como el nuestro, que está dificultando que los
trabajadores se formen en su puesto de trabajo y no incentiva a los empresarios a mejorar elcapital humano de su empresa.
Es urgente abrir un debate en el que todos los agentes políticos, económicos y sociales participeny salgan convencidos de la necesidad de hacer reformas: el gobierno, los partidos que apoyan almismo, los partidos de la oposición, los sindicatos, las patronales, los académicos, losinvestigadores, los medios de comunicación. Y ello sin dejar de pensar en aquellos a quienes las
reformas beneficiarían más: los trabajadores que están sin empleo y los empresarios que todavíano existen pero que podrían existir si hubiera un cambio estructural de entidad en las institucioneslaborales.
Es obvio que sin una aceptación social suficiente ni siquiera se iniciará el debate, por lo que esmuy importante subrayar con claridad los objetivos que se quieren alcanzar y que he repetidohasta la saciedad en esta intervención, pero que trataré de expresar de otra forma para noaburrirles: deberíamos estar todos de acuerdo en que la mejor protección al desempleo no es laque se preocupa del subsidio al parado sino la que consigue que la mayoría no pierda el trabajo.
Deberíamos admitir que es útil permitir a los empresarios mejorar su productividad porque asíveremos un mayor crecimiento de los salarios reales y, finalmente, deberíamos dejar a lostrabajadores usar la oportunidad de cambiar a empleos mejor pagados sin que pierdan una partesustancial de su protección en caso de perder esos empleos.
Se habrán dado cuenta ustedes que mi planteamiento respecto a cómo abordar el debate de unareforma laboral está totalmente alejado de los que lo reducen a si se debe o no abaratar eldespido. Creo que es un error plantear el debate exclusivamente en el abaratamiento el despido, ypienso que solo podremos avanzar si se centra en encontrar las fórmulas que nos permitanaumentar la productividad, reducir las cifras de desempleo y mejorar los salarios de los
trabajadores.
El hecho de que España esté hoy más avanzada que otros países europeos en muchos aspectosque mencioné al principio de mi intervención, no debería hacernos olvidar que todavía hay algunoscampos donde podemos aprender de los demás y, justamente esta actitud de haber aprendidode los demás y reformar en consecuencia, es la que explica en gran medida la positiva evoluciónde la economía española en las últimas décadas. En mi opinión, ha llegado el momento de hacerlo mismo -aprender y reformar- con las instituciones laborales que, como sistemáticamente dicenlos organismos internacionales, han quedado como la mayor diferencia estructural que nos separade los países más desarrollados.
Y hay que reconocer que la tarea no es fácil. Además de convencer de su necesidad, algo en loque los historiadores y economistas pueden ayudar, se requerirá de la habilidad de otros muchospara su diseño e implantación. Un aspecto delicado es el de cómo poner en marchainmediatamente algunos cambios y a la vez ser sensible a lo que pueda verse como alteración dederechos adquiridos. La inteligencia de los políticos es crucial para resolver estos problemas,como también para hacer compatibles los intereses de los distintos colectivos de trabajadores.
Pero también debe tranquilizarnos saber que el armario de herramientas para reformar está llenode posibilidades: calendarios, compensaciones, incentivos, etc. Los juristas tienen también unaimportante tarea por cumplir, pues el problema de todas las reformas estructurales es que alteranel statu quo y por ello es esencial encontrar fórmulas ajustadas a derecho que sorteen losobstáculos que pueden surgir en su aprobación y ejecución.
Las dificultades que pueden surgir, no sólo a la hora de reformar sino incluso para abrir el debate,pueden llevar a algunos a plantear esta pregunta: ¿Es que sin hacer reformas, y en particular sinmodificar nuestras instituciones laborales, España no podrá volver a crecer como en el pasado?
Quienes me han escuchado pueden imaginar mi respuesta: Sí. Es posible que pueda crecer comoen el pasado, pero es altamente improbable. Y digo que es posible únicamente porque, despuésde los generalizados fracasos en la mayoría de las previsiones que se han hecho durante la crisisactual, todos deberíamos ser más humildes cuando hagamos cualquier formulación acerca delfuturo. Pero, sinceramente, hoy es muy difícil imaginar cómo, sin reformas, la economía españolapodría comportarse en el futuro tan positivamente como lo ha hecho en las pasadas décadas. Yademás, ¿qué ganamos con negarnos a aprender de los demás en todo aquello que puedareducir la tasa de paro, aumentar la productividad del trabajo y los salarios reales? Porque, inclusoaunque nuestra economía pudiera volver a crecer como en el pasado, con baja productividad,
más paro y salarios más bajos que nuestros vecinos, no parece que ello fuera preferible a lasformas de crecer que esos otros países están aplicando.
Una última consideración sobre un argumento que a veces se utiliza, cuando no se tienen otrosargumentos, para no adoptar medidas estructurales. Se dice que estas reformas pueden funcionarmuy bien, pero que deben posponerse para más adelante, porque no sirven para salir de estacrisis. En primer lugar, es claro que algunas de estas reformas, como las que pueden favorecer lacontratación, tendrían efectos inmediatos para resolver el principal problema de la crisis actual, eldel desempleo. Pero aunque es cierto que otras reformas estructurales no tendrían efectosdirectos inmediatos sino que sus resultados se irían cosechando en el futuro, no debemos olvidarque las decisiones que los agentes económicos toman hoy dependen mucho de cómo vean elfuturo. Lo que está congelando las decisiones de consumir e invertir hoy es la desconfianza frenteal futuro, por lo que si se consigue recuperar la confianza en el mismo, ello tendría efectos muy
beneficiosos no solo en el medio plazo sino ya, en el presente.
Concluyo. Mañana volveremos a hablar de la crisis financiera y real que estamos padeciendo. Y decómo salir de ella. Reflexionaremos sobre cómo romper los círculos viciosos de la falta deconfianza. Hablaremos de cómo es ingenuo pensar que estos círculos viciosos se puedan rompersólo por un sitio para concluir que lo que necesitamos es una recuperación de la confianza de
todos los agentes económicos. Y que estas actuaciones no pueden tomarse sólo a nivel nacional,que si la crisis es global hay que tratar de coordinar al máximo las acciones de todo el planeta. Locual impone una exigencia muy fuerte a todos los foros e instituciones multilaterales, gobiernos,políticos, banqueros centrales, supervisores y a todos aquellos con cualquier responsabilidad, que estamos obligados a seguir haciendo todo lo posible para salir de la actual situación.Pero hoy he querido hacer un paréntesis y mirar más allá de la crisis. Porque de la crisis actualignoramos cuánta profundidad y duración alcanzará pero sabemos algo con toda certeza: que lacrisis terminará. Estamos seguros que acabaremos saliendo de la crisis. Y esto no es un vanooptimismo. Es la constatación de una regularidad empírica. La economía funciona así al menosdesde que José interpretó el sueño del Faraón sobre unas vacas flacas y otras gordas.
Hoy he querido detenerme a hablar del futuro de la economía española porque la dimensiónfundamentalmente macroeconómica de la crisis presente puede hacernos olvidar que nuestrosprincipales problemas son estructurales, que nuestra principal tarea es mejorar e impulsar laproductividad, y porque deberíamos aprovechar estos momentos para reformar nuestras normase instituciones y, finalmente, porque aquello que hagamos para mejorar la productividad no tiene
contraindicaciones para salir de la crisis sino todo lo contrario, puede ayudarnos a salir másrápidamente de la misma.
Y quiero acabar reiterando lo que dije al principio: si he hablado sólo de un área de reformaestructural, la laboral, es porque considero que es la más importante de cara a relanzar la creaciónde empresas y a reducir el paro. Pero, ni es la única reforma, ni las otras son menos necesarias.Proporcionar un mayor grado de seguridad jurídica al contrato de alquiler, así como liberalizar susplazos, es absolutamente necesario para reducir el coste de los alquileres y poder hacer un ajusteinmobiliario más suave, sin que se desplome el valor de la riqueza en la que los españoles tienenconcentrado su patrimonio. El relanzamiento de las privatizaciones, la liberalización e impulso dela competencia en numerosos sectores es trascendental porque reduciendo los márgenesempresariales injustificados se consigue incrementar los salarios reales de los trabajadores sin
perjudicar la competitividad, y así podría seguir mencionando muchas más reformas. Pero parahablar de ellas necesitaríamos muchas más conferencias. Conferencias que, no se preocupen, novoy a pronunciar hoy.

Por el momento sólo diré muchas gracias.

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