BERLÍN, 4 jun (Reuters) - Eugen Harf tuvo que cerrar el club "Angels" de baile del caño en Berlín cuando comenzó la pandemia, pero en abril su suerte cambió cuando el gobierno le lanzó un salvavidas a él y a otros miles de negocios cerrados.
En virtud de un plan subvencionado que entró en vigor el 1 de marzo, el gobierno alemán paga a las empresas para que gestionen de forma privada los centros de pruebas del coronavirus, una oportunidad de ingresos al reducirse las restricciones del confinamiento y aumentar la demanda de pruebas.
En el Angels, los hisopados son realizados por el personal de Harf, incluidas las bailarinas, en los cubículos de cuero rojo acolchado del club, adornados con espejos dorados y lámparas de araña. Harf dijo que el gobierno le pagaba 18 euros (21,80 dólares) por cada prueba.
"Es un gran incentivo para negocios como el nuestro", dijo en su club, que cuenta con un escenario de baile del caño y un bar con temática celestial. En el exterior, una pancarta blanca que dice "estación de pruebas de coronavirus" en letras rojas cuelga junto al cartel negro y dorado del club.
A medida que la economía empezó a reabrirse gradualmente esta primavera, se exigió un test negativo de no más de 24 horas para cenar en restaurantes, sentarse en cafés o comprar en tiendas no esenciales, lo que provocó un aumento de la demanda de exámenes.
Sólo en Berlín, el número de locales donde se realizan las pruebas pasó de 400 a principios de marzo a casi 1.600 esta semana, según el gobierno de la ciudad. Esto se suma a los 26 centros de pruebas gestionados por el gobierno en la capital alemana.
Harf empezó con ocho pruebas al día, pero cuando el número de infectados descendió bruscamente a mediados de mayo y los comedores al aire libre y los centros comerciales volvieron a abrir sus puertas a todo aquel que diera negativo en la prueba, la demanda se disparó hasta llegar a unas 120 pruebas diarias.
Una estudiante de 20 años, cuyo nombre artístico es Lika y trabajaba como bailarina en el Angels antes de la pandemia, se mostró encantada cuando Harf le pidió que trabajara en el centro de pruebas.
Vestida con una bata médica, visera, máscara y guantes, ahora pasa sus turnos en el club realizando pruebas rápidas de antígenos de COVID-19.
"La idea de volver a este lugar después de tantos meses de encierro y ayudar a la gente a realizar actividades como ir de compras y comer fuera me hizo muy feliz", dijo.
(Reporte de Reuters TV; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)