Mar Gonzalo
Nueva York, 15 sep (EFE).- Dos años después de que Lehman
Brothers protagonizara la mayor bancarrota de la historia, las
secuelas de la crisis financiera que lo devastaron aún se notan hoy
en los mercados del mundo, aunque, por fin, se han acordado medidas
concretas para tratar de evitar situaciones similares.
Hoy se cumplen dos años del día en que Wall Street tembló al ver
desmoronarse a uno de sus mayores buques insignia: el banco de
inversión Lehman Brothers se vio obligado a declararse en quiebra,
ante la falta de entidades dispuestas a apostar por él.
El Dow Jones de Industriales -el principal indicador de la mayor
plaza financiera del mundo- llega a este segundo aniversario a
10.526,49 puntos, un 7,84% por debajo del nivel que tenía en el fin
de semana en que se negoció a la desesperada el futuro de un banco
de inversión que durante 150 años resistió todas las crisis,
incluida la Gran Recesión.
El S&P 500, que mide la evolución de las 500 principales empresas
cotizadas en Wall Street -epicentro de la crisis financiera-, está
un 10,43% por debajo, tras haber caído de forma sostenida desde
septiembre de 2008 hasta marzo de 2009, cuando tocó fondo.
A partir de entonces la Bolsa de Nueva York vivió un año de
relativa recuperación y desde abril de 2010 trata de mantenerse,
aunque no exenta de sobresaltos y con el constante temor de que la
economía estadounidense vuelva a caer en recesión.
Como el neoyorquino, muchos otros mercados aún no han recuperado
el nivel que tenía antes los tumultuosos días de septiembre de 2008.
Según une estudio de EPFR recogido esta semana por The Wall
Street Journal, desde agosto de 2008 los inversores de todo el mundo
ha retirado de los mercados unos 203.000 millones de dólares, cerca
del 8,5% del total que se movía por entonces.
Aunque muchos mercados continúan resentidos, algunos otros,
especialmente los de las economías emergentes, se han visto
beneficiados de las penurias que vivían los más desarrollados, ya
que ofrecen a los inversores una alternativa.
Su principal atractivo son sus elevadas tasas de crecimiento
económico (en comparación con EEUU, Europa y Japón) y su relativo
escaso endeudamiento.
Otros mercados que se han visto crecer su atractivo en estos dos
últimos años han sido los de las materias primas, la inversión
segura por antonomasia.
Por ejemplo, los contratos de futuros de oro más negociados el 12
de septiembre del 2008 -el viernes previo a la quiebra de Lehman- se
cambiaban a 764,5 dólares por onza en Nueva York.
Hasta entones, el precio más alto al que jamás se había negociado
ese metal precioso eran los 1.033,9 dólares del 17 de marzo de 2008.
En cambio, la víspera de ese aniversario se negociaba un 66,34%
más caro, al precio récord de 1.271,70 dólares la onza.
Los inversores han ido así buscándose recovecos relativamente
seguros donde dejar su dinero, a salvo de posibles nuevas crisis
derivadas de una hipotética vuelta a la recesión.
Ello ha contribuido a que a los mayores mercados de valores les
esté costando recuperarse, especialmente si se compara con crisis
anteriores.
Los analistas recuerdan ahora, por ejemplo, que dos años después
del famoso "lunes negro" de 1987 el Dow Jones estaba ya un 20% por
encima del nivel que tenía antes de que los mercados de todo el
mundo se derrumbaran en cadena.
A todo ello se suman los temores despertados por la crisis de
deuda vivida en Europa, el retroceso sufrido por el mercado laboral
e inmobiliario en EEUU y el retraso en la reforma financiera
prometida tras la caída de Lehman.
Así, han tenido que pasar dos años para que responsables de todo
el mundo en materia monetaria acordaran el domingo pasado las normas
de solvencia de entidades financieras conocidas como Basilea III,
que buscan atajar las malas prácticas del sector financiero que
llevaron al terremoto financiero de septiembre de 2008.
Su mayor novedad es que endurece los requerimientos de capital
que deben acumular las entidades financieras, pero sus efectos no
serán inmediatos, ya que los miembros del G-20 deberán examinar
estos acuerdos en su reunión de noviembre próximo y, en cualquier
caso, el plazo para su aplicación llega hasta 2018.
Mientras, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha
logrado sacar adelante -no sin dificultades- la mayor reforma
financiera desde la Gran Depresión, que permite por ejemplo
desmantelar empresas que pongan en peligro a la economía y aumentar
la vigilancia sobre el sistema financiero y especialmente el mercado
de derivados. EFE