Juanjo Galán
Helsinki, 14 abr (EFE).- Los finlandeses acuden este domingo a las urnas conscientes de que, gane quien gane las elecciones, la próxima legislatura estará marcada por la austeridad y los recortes, inevitables para sanear las maltrechas finanzas tras tres años consecutivos de recesión, según los expertos.
El Ministerio de Economía presentó recientemente un alarmante informe técnico sobre la situación financiera del país, en el que alertaba de que Finlandia seguirá la senda de socios europeos como Grecia o Portugal -es decir, el rescate- si el próximo Gobierno no corrige los actuales desequilibrios.
"De acuerdo a cálculos basados en las actuales políticas, las finanzas públicas finlandesas estarán en la próxima década en una situación muy similar a la de los países de la eurozona con graves problemas financieros", concluían los técnicos del Ministerio.
Según este informe, el próximo Ejecutivo debería hacer ajustes por valor de 6.000 millones de euros durante la legislatura -equivalentes al 3 % del Producto Interior Bruto (PIB)- para consolidar las cuentas públicas y reducir la llamada brecha de sostenibilidad.
Existe así un amplio consenso entre la clase política finlandesa sobre la necesidad de realizar reformas estructurales y adoptar medidas de consolidación fiscal para frenar el creciente endeudamiento.
Lo que divide a los distintos partidos es la profundidad que deberían tener esas reformas y el modo de consolidar las cuentas públicas, sin que ello suponga frenar la reactivación económica y la creación de empleo.
"Me temo que si no somos capaces de dar pasos significativos, podríamos tener ante nosotros otra década perdida, justo como la que estamos viviendo actualmente", afirmó recientemente el primer ministro finlandés, el conservador Alexander Stubb.
La única reforma estructural importante que acordó el actual Gobierno fue la del sistema de pensiones, que supondrá elevar la edad mínima de jubilación de los 63 a los 65 años, aunque aún debe ser aprobada por el Parlamento tras las elecciones.
El panorama económico del país nórdico es desalentador. Su deuda pública casi se ha duplicado desde el inicio de la crisis financiera mundial en 2008, hasta situarse en el 59,3 % del PIB a finales de 2014.
En estos seis años Finlandia ha pasado de tener un superávit del 4,2 % del PIB a registrar un déficit del 3,2 %, rebasando por primera vez desde la creación del euro el límite del 3 % establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de los países de la zona euro.
Al mismo tiempo, su PIB se ha reducido casi un 6 % respecto a 2008, hasta los 204.000 millones de euros, y los expertos calculan que no recuperará el nivel anterior a la crisis al menos hasta 2018.
Las principales causas del deterioro económico, apuntan los analistas, son el desplome de las exportaciones, la pérdida de competitividad y el declive de sus dos industrias clave, la forestal y la tecnológica.
El sector tecnológico, auténtico motor de la economía finesa en las últimas dos décadas, ha sufrido una caída de sus exportaciones del 70 % respecto a 2008, golpeado por la crisis particular del fabricante de teléfonos móviles Nokia.
En 2012 y 2013, sólo la contracción de la productividad de este sector tuvo un efecto negativo sobre el PIB del 4,4 %, más que el resto de industrias juntas.
Aunque Finlandia sigue siendo el país más competitivo de la Unión Europea, según el Foro Económico Mundial, su competitividad se ha visto afectada por el alza de los costes productivos, en especial los laborales, los que más han subido en Europa desde 2008.
El índice de desempleo ha aumentado en este tiempo desde el 6 % al 9,1 %, lo que ha reducido los ingresos fiscales y elevado el gasto público en subsidios a los parados hasta los 4.800 millones de euros en 2014.
El envejecimiento de la población es otro de los factores que amenazan la futura sostenibilidad fiscal, ya que está previsto que la tasa de población activa se reduzca desde el 64,5 % actual hasta el 58 % en 2030, mientras que el porcentaje de pensionistas crecerá del 18 % al 26 %.