Los mercados tienden a seguir cierta racionalidad en el largo plazo, pero no hay garantías en el corto plazo. Esto se debe a que los inversores invierten basándose en el futuro. Y es relativamente fácil manipular las expectativas haciendo grandes promesas y creando fantasías. La narrativa no tiene que ser verdadera o falsa. Solo tiene que ser popular para que funcione. Si muchas personas creen que algo va a subir de precio, ese algo encontrará demanda y, en consecuencia, subirá de precio, sea una moneda de oro o aceite de culebra.
La fe es la que mueve los mercados (en el corto plazo). Y nadie promete más que el que no va a cumplir. La utopía vende mucho durante el periodo de anticipación. Porque, durante la anticipación, todo es mágico y posible. Ahí capta la imaginación de los inversores. Y ahí es cuando las personas están dispuestas a dar su dinero.
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