“Confía en Dios. Pero amarra tu camello”. En el mundo de las inversiones, todo análisis es una predicción. Compramos con una expectativa. Vendemos con una expectativa. En consecuencia, cada fluctuación del mercado es un acierto para unos y un desacierto para otros. El buen analista no es aquel que nunca se equivoca. Todos los analistas se equivocan de vez en cuando. Esto sucede, porque el buen analista debe hacer sus pronósticos basándose en probabilidades. Y bien sabemos que lo probable no es una certeza. Lo excepcional, de vez en cuando, hace acto de presencia para desafiar lo probable. En ese momento, el analista “falla”. Por ende, el récord de un analista no debe medirse en términos absolutos. O sea, una derrota no es necesariamente prueba de ineptitud. Es simplemente un día más en un mercado completamente irracional. Tenemos que juzgar a un analista/inversor por su ratio de victorias y pérdidas (win rate). Este es un porcentaje.
Ahora bien, tener un récord con más victorias que derrotas no es suficiente. Supongamos que elegimos participar en un juego de la ruleta rusa. En apariencia, la ratio victoria/derrota está a nuestro favor. Después de todo, tenemos 5 de 6 chances de ganar. En este caso, la win rate es 83.3%/16.7%. Sin embargo, el problema del juego no yace en nuestras probabilidades de salir vivos. El problema está en la relación riesgo/beneficio (risk/reward rate). El asunto es que, de ganar, no ganamos nada y, de perder, lo perdemos todo. No vale la pena. Demasiado riesgo. No beneficio. Sería absurdo participar en dicho juego.
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