Se invierte para obtener ingresos adicionales. Así de sencillo. Para el común de los mortales, invertir es un asunto meramente financiero. O sea, tenemos un capital y queremos ponerlo a “producir”. El viejo arte de hacer dinero con dinero. De esta forma, crecemos financieramente.
Claro que algunas personas invierten con un doble o triple propósito. El objetivo financiero no se pierde del todo. Pero se sigue persiguiendo en compañía de otros objetivos. Algunos quieren “salvar al planeta” con sus inversiones al apoyar a determinadas compañías. Algunos quieren fomentar la diversidad en el mundo corporativo. Otros promueven la utopía libertaria al unirse a sistemas monetarios ciudadanos y alternativos separados del dominio estatal. Al perseguir estas causas políticas y sociales, en muchos casos, los inversores comprometen los objetivos financieros por sus ideales. Quieren influir con su dinero.
Este artículo no está dirigido al inversor idiosincrático. Entonces, estamos excluyendo, con toda la intención del mundo, a toda la parafernalia libertaria, anarco-capitalista y conservadora tan presente en la comunidad cripto. Este es un artículo para inversores pragmáticos, oportunistas y especuladores. Así de sencillo. Aquí nos vamos a lo Adam Smith. Interés propio. Lucro. Lo que se quiere es poner el pan en la mesa. Sin disculpas, ni complejos. Invertir dinero por dinero. ¿Es pecado?