En nuestros tiempos, ya es costumbre que el debate se vaya por los extremos. No es raro que los críticos de Bitcoin declaren su “muerte” en cada ocasión. Pero tampoco es raro que los defensores de Bitcoin anuncien su vida eterna en todo momento. La contienda se vuelve viral con demasiada frecuencia. Porque los defensores idealizan. Y los detractores satanizan. En el camino, se pierde la objetividad. No hay punto medio.
Las declaraciones de muerte de Bitcoin son ridiculizadas por los más devotos. Porque la posibilidad de fracaso es nula para el fanático. De hecho, solo pensar en ello parece absurdo. Se piensa en absolutos. Y Bitcoin se sopesa bajo un falso sentido de certeza. Siempre se habla de manera definitiva. El problema con los extremos es la ausencia de duda. Hablemos de la supuesta muerte de Bitcoin. ¿Es posible? Claro que sí. ¿Es probable? No, todavía no.
¿Qué es Bitcoin? Bitcoin es un código en una red de computadoras. Así de sencillo. O sea, números y letras en un base de datos descentralizada. En teoría, podría existir para siempre. Porque se trata de una abstracción.