El 2022 ha sido un año de grandes sorpresas. Rusia invadió a Ucrania. Claro que, en un principio, la batalla parecía muy dispareja. Y algunos llegaron a pensar que la operación sería breve y (relativamente) sencilla. Es decir, se pensó que la contienda sería en una victoria fácil para Rusia.
Sin embargo, los ucranianos (con la ayuda de Occidente) han logrado defenderse con particular competencia. Rusia ha fracasado en muchos frentes. Y Ucrania ha resistido de manera sorprendente. Occidente ha impuesto sanciones. Los bancos rusos han sido sacados del sistema SWIFT. Los activos rusos en el extranjero han sido congelados. Se han colocado bloqueos. Y muchas compañías como Apple (NASDAQ:AAPL), Ford (NYSE:F) y Shell (LON:RDSb) han salido del país.
Dichas medidas han tenido un efecto en el precio de varios rubros (petróleo, gas, trigo, aceite comestible, entre otros). La situación ha sumado mayores presiones inflacionarias a un sistema económico ya bastante presionado. Los principales bancos centrales del mundo se han visto en la obligación de subir los costos del crédito con bastante agresividad para combatir una inflación que obviamente se salió de control gracias a unos estímulos monetarios excesivos, una política fiscal desproporcionada, fallas en las cadenas de producción y distribución a nivel global, un gasto privado muy elevado y un mercado laboral bastante ajustado.