Se podría decir que, en medio de todo, hemos tenido mucha suerte. La implosión de FTX se ha dado durante una ola optimista para los mercados bursátiles. La crisis FTX, en efecto, tuvo su impacto en los precios. Sin embargo, de pronto, el dolor habría sido mucho más grande, si el epicentro de la crisis hubiera coincidido con una caída más generalizada. O sea, el optimismo de los mercados, en cierta forma, sirvió para suavizar la capitalización de Bitcoin.
Claro que estos “optimismos” de mercado bajista tienden a ser pasajeros. De hecho, ya se publicaron las minutas de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Y (otra vez) los inversores se están viendo en obligación a modificar sus expectativas en torno a un pronto giro de la política monetaria. El mercado (otra vez) se está anticipando y está leyendo la situación bajo un optimismo iluso. Pero las últimas minutas nos recordaron de este error. Al parecer, tendremos dureza monetaria para rato. Lo que nos podría estar anunciando que el péndulo del sentimiento, después de una ola optimista, podría buscar zonas de mayor escepticismo.
FTX ahora debe más de tres mil millones de dólares a miles de acreedores en todo el mundo. El problema es que, según el abogado del nuevo equipo administrativo de la compañía, ese dinero ya no está. Por robo o por mal manejo, pero ya no está. Al parecer, Sam Bankman-Fried administraba la compañía como una bodega familiar mal llevada. Ahora resulta ser que tanta “genialidad” y “excentricidad” no era otra cosa que irresponsabilidad. Lo que reinaba en FTX era la inexperiencia, la imprudencia y el caos.
Lea el artículo completo en Cointelegraph
