Durante la última semana del año pasado, ya sabíamos que el 2022 no sería un año tan bueno como los dos años anteriores. Se esperaba un año relativamente bueno, pero no tan bueno. Sin embargo, el 2022 nos sorprendió. De hecho, no habíamos tenido un año tan malo desde el 2008. Ahora, esperemos un 2023 malo, pero no tan malo como el año que se va. Me refiero específicamente a la caída del S&P 500, Dow Jones, Nasdaq y Bitcoin.
No hubo Santa Rally. Y hoy, durante el último viernes del año, el tono es pesimista. Las expectativas no son muy optimistas, porque los pronósticos no son muy alentadores. Los inversores no están asumiendo muchos riesgos. Están actuando con mucha cautela, porque los próximos meses prometen mucha volatilidad e incertidumbre. El refugio es la estabilidad. El gran ganador ha sido el dólar. Y los primeros perjudicados de la situación han sido big tech y cripto.
La inflación y las medidas tomadas por los bancos centrales para combatirla son los dos grandes protagonistas de esta historia. Mucha demanda y poca oferta conllevan a un aumento de los precios. Esto, a su vez, obliga a las autoridades responsables de la política monetaria (los bancos centrales) a retirar liquidez del sistema para reducir la demanda. De esta forma, restablecer el equilibrio.