Andrés Mourenza
Atenas, 15 dic (EFE).- 2011 ha sido el año en que Grecia se ha precipitado sin remisión en la catástrofe económica, plasmada en una explosión de la llamada "prima de riesgo" de su deuda, que ha alcanzado límites inéditos y ha provocado una hemorragia financiera que los paquetes internacionales de rescate no han sido capaces de contener.
El diferencial de la deuda griega en referencia al bono alemán comenzó el año en torno a los 900 puntos básicos, un nivel que entonces parecía elevado pero que terminaría siendo irrisorio comparado con los más de 3.200 puntos que alcanzó en diciembre.
Mientras, los intereses que el Estado pagaba por sus ventas de Letras del Tesoro a 3 y 6 meses -por valor de más de 20.000 millones de euros este año- superaban el 4,5 %, frente al interés casi cero que está pagando Alemania.
En marzo, la deuda griega fue rebajada por las agencias internacionales de calificación de riesgo al rango de "bono basura", a pesar de lo cual el Gobierno griego afirmaba entonces que Grecia había "superado el peor tramo de la recesión". No podía estar más equivocado.
El verano comenzó con incesantes rumores sobre la posible reestructuración de la deuda, así que el eurogrupo decidió una nueva intervención sobre Grecia, tras la pactada en mayo de 2010, que comprendía un préstamo de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional (FMI) por valor de 110.000 millones al 5 % de interés.
Así pues, los líderes europeos decidieron prorrogar la devolución del primer préstamo hasta 2023 y en julio pactaron un nuevo paquete, que incluía una quita voluntaria de la deuda en manos de acreedores privados del 21 %.
Pero la negativa de algunos estados a participar y los incesantes ataques especulativos obligaron a posponer el plan hasta la cumbre europea del 26/27 de octubre, que decidió fijar el monto del nuevo paquete en 130.000 millones y una quita de la deuda del 50 %.
Según un estudio de 'TF Market Advisors', por cada euro recibido de los paquetes de ayuda, Grecia sólo dedica 19 céntimos a los gastos del Estado, mientras que el resto se utiliza para pagar intereses y vencimientos de la deuda a los acreedores griegos (23 céntimos), internacionales (40 céntimos) y BCE (18 céntimos).
Además, a cambio de ellos, la Troika ha exigido duras medidas de austeridad, entre ellas una reducción del déficit, recortes sociales, liberalizaciones y privatizaciones.
Hasta septiembre, el Estado griego redujo en 200.000 sus plazas de funcionarios y otros 150.000 serán despedidos hasta 2015.
Los salarios públicos se han visto reducidos, así como los del sector privado y las pensiones. El gasto en sanidad y educación ha sufrido severos recortes.
En la economía real todas estas decisiones han tenido efectos devastadores. Según un informe de la patronal publicado en septiembre, el 25 % de las tiendas han cerrado, mientras que el desempleo ha subido hasta el 18 % -aunque cálculos no oficiales lo consideran superior al 20 %- y 3 de los 11 millones de griegos viven ya bajo el umbral de la pobreza.
También se han incrementado los impuestos indirectos y se han establecido otros extraordinarios para aumentar la recaudación del Estado, lo que no ha sido del todo posible dado el empobrecimiento de la población, el estancamiento de la economía y las aún altas cotas de evasión fiscal.
Así las cosas, Grecia cerrará el año con una deuda superior a los 360.000 millones, el 165 % del PIB (cuando a principios de año era del 145 % y antes del primer rescate europeo del 110 %); el déficit no será muy inferior al 10,6 % registrado en 2010 y la economía sufrirá su cuarto año de recesión.
El 31 de diciembre los griegos pasarán página a un año nefasto, pero las previsiones para 2012 tampoco son halagüeñas. EFE