KABUL, 24 dic (Reuters) -El Gobierno afgano, liderado por los talibanes, ordenó el sábado a todas las ONG locales y extranjeras que no permitan trabajar a sus empleadas, en una medida que, según Naciones Unidas, afectará a las operaciones humanitarias justo cuando el invierno boreal se apodera de un país ya sumido en una crisis económica.
Una carta del Ministerio de Economía, confirmada por el portavoz Abdulrahman Habib, decía que no se permitirá trabajar a las empleadas de organizaciones no gubernamentales (ONG) hasta nuevo aviso porque algunas no se habían adherido a la interpretación del Gobierno del código de vestimenta islámico para las mujeres.
Esta decisión se produce días después de que el Gobierno ordenó cerrar las universidades a las mujeres, lo que provocó la condena mundial y desencadenó algunas protestas y fuertes críticas dentro de Afganistán.
Ambas decisiones son las más recientes restricciones impuestas a las mujeres, que probablemente socavarán los esfuerzos del Gobierno talibán por obtener el reconocimiento internacional y eliminar las sanciones que están obstaculizando gravemente la economía.
El Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, manifestó en Twitter (NYSE:TWTR) su "profunda preocupación" por la medida, que "interrumpirá una asistencia vital que salva vidas a millones de personas".
"Las mujeres son fundamentales para las operaciones humanitarias en todo el mundo. Esta decisión podría ser devastadora para el pueblo afgano", agregó.
Ramiz Alakbarov, representante especial adjunto de la ONU para Afganistán y coordinador humanitario, declaró a Reuters que, aunque la ONU no había recibido la orden, las ONG contratadas llevaban a cabo la mayor parte de sus actividades y se verían muy afectadas.
"Muchos de nuestros programas se verán afectados", dijo, porque necesitan personal femenino para evaluar las necesidades humanitarias e identificar a los beneficiarios, de lo contrario no podrán poner en marcha los programas de ayuda.
La agencia de ayuda internacional AfghanAid declaró que suspendía inmediatamente sus operaciones mientras consultaba con otras organizaciones, y que otras ONG estaban tomando medidas similares.
La posible puesta en peligro de los programas de ayuda a los que acceden millones de afganos se produce cuando más de la mitad de la población depende de la ayuda humanitaria, según las agencias de ayuda, y durante la estación más fría en la montañosa nación.
"Nunca hay un momento adecuado para algo así (...) pero este momento en particular es muy desafortunado porque durante el invierno la gente está más necesitada y los inviernos afganos son muy duros", dijo Alakbarov.
Añadió que su oficina consultaría el domingo con ONGs y organismos de la ONU y trataría de reunirse con las autoridades del Talibán para obtener una explicación.
Los trabajadores humanitarios afirman que las trabajadoras son esenciales en un país donde las normas y las costumbres culturales impiden en gran medida que los hombres entreguen ayuda a las mujeres beneficiarias.
"Un principio importante de la entrega de ayuda humanitaria es la capacidad de las mujeres para participar de forma independiente y sin trabas en su distribución, por lo que si no podemos hacerlo de acuerdo con estos principios, los donantes no financiarán ningún programa de este tipo", declaró Alakbarov.
Cuando se le preguntó si las normas incluían directamente a las agencias de la ONU, Habib dijo que la carta se aplicaba a las organizaciones dependientes del organismo de coordinación de las organizaciones humanitarias de Afganistán, conocido como ACBAR. Este organismo no incluye a la ONU, pero sí a más de 180 ONGs locales e internacionales.
Según la carta, en caso de incumplimiento se suspenderían sus licencias.
La economía afgana, en crisis desde que los talibanes tomaron el poder en 2021, se enfrenta a sanciones, recortes en la ayuda al desarrollo y la congelación de los activos del banco central.
Se calcula que 28 millones de afganos necesitarán ayuda humanitaria el año que viene, según AfghanAid.
(Reporte de redacción Kabul; reporte adicional de Susan Heavey en Washington; Editado en Español por Ricardo Figueroa)