César Muñoz Acebes
Washington, 28 ene (EFE).- Ben Bernanke, que hoy consiguió un
segundo mandato al frente de la Reserva Federal, pasará a la
historia como el hombre que barruntó la repetición de la Gran
Depresión y se inventó medidas extremas para evitarla.
Bernanke, de 56 años, se ganó el apodo "Ben, el helicóptero" por
un discurso de 2002 en el que sugirió que para combatir la deflación
el Gobierno podría simplemente tirar dinero desde una aeronave.
Poco sospechaba entonces que seis años después él haría algo
parecido como presidente de la Fed.
Bernanke, que está casado y tiene dos hijos, nació en una familia
judía de Georgia y desde la niñez despuntó por su inteligencia.
En la escuela secundaria aprendió cálculo por su cuenta, fue
primero de su clase en la Universidad de Harvard y se doctoró en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Siguieron dos décadas como profesor de universidades de
prestigio, donde demostró su capacidad para traducir el argot
económico a un idioma comprensible para las personas comunes, aunque
sus bromas son decididamente intelectuales.
Bernanke ha señalado que la mayor desventaja de ser presidente de
la Fed es tener que llevar traje, pero entiende que usar ropa
incómoda a propósito es una forma de demostrar que uno se toma su
trabajo seriamente.
"Mi propuesta de que los gobernadores de la Fed deberían dar una
señal de su compromiso con el servicio público mediante el uso de
camisas hawaianas y pantalones cortos ha sido hasta ahora desoída",
ha dicho.
Con trajes nuevos, en 2002 dejó la Torre de Marfil del mundo
académico para mudarse al mausoleo de mármol de la Reserva Federal,
a cuya presidencia llegó en febrero del 2006.
Con el cargo heredó una burbuja inmobiliaria instalada en las
cuatro esquinas del país, mientras que en la punta sur de Manhattan,
Wall Street estaba engordado con un endeudamiento exponencial y unas
carteras de riesgo soterradas tras unos beneficios brillantes.
Todo le explotó en la cara a Bernanke. Él era quizá el mejor
hombre para reaccionar a una crisis desconocida desde la década de
1930, porque pocos conocen tan a fondo los entresijos de la Gran
Depresión.
Bernanke carece del talante de héroe, no es carismático, ni
iconoclasta, ni le hervía la sangre por refundar el sistema
financiero internacional.
En realidad, se imaginó como un académico de por vida, según ha
confesado. Antes del 2002 su experiencia en cargos públicos se
limitaba a seis años "agotadores" en una junta escolar municipal
donde padres y contribuyentes le pusieron verde, ha dicho.
Bernanke había sido un republicano discreto, más interesado en
debatir anomalías en una tabla de estadísticas con sus colegas en la
Universidad de Princeton que en hablar de política.
Esa ausencia de estrecheces ideológicas le ha servido bien en su
mandato en la Reserva Federal.
En 2008, tras el hundimiento del banco de inversión Lehman
Brothers, se percató de que las intervenciones caso por caso para
ayudar a instituciones en aguas bravas eran insuficientes y pidió al
Gobierno republicano que dejara de lado sus principios en pro del
libre mercado y apoyara un rescate de todo el sector financiero.
Además, bajó los intereses hasta el cero por ciento y le dio a la
manivela de la máquina de hacer dinero. En lugar de arrojarlo desde
un helicóptero, lo inyectó en los tejidos con signos de necrosis.
Bajo sus órdenes, la Reserva Federal ha extendido préstamos por
valor de cientos de miles de millones de dólares a entidades
financieras, ha comprado deuda de General Electric y otros gigantes
industriales, bonos a largo plazo del Tesoro y títulos
inmobiliarios.
Se trata de la mayor intervención del banco central desde su
fundación en 1913.
Por ello ha recibido críticas de ambos lados, de los que creen
que sus acciones alimentarán la inflación, y de los que le echan en
cara no haber actuado antes y de haber hecho caso omiso del riesgo
que representaban las hipotecas "basura".
Dejar hundirse en septiembre de 2008 al banco de inversión Lehman
Brothers, que casi arrastra consigo al sistema financiero mundial,
se cita como su mayor error.
Al menos la crisis ha sacado a Bernanke de la sombra de Alan
Greenspan, su predecesor, llamado "maestro" y "gurú" por los más
entusiastas, que dejó su puesto con un aura de una estrella de rock
de las finanzas.
Fue durante los 18 años de hegemonía de Greenspan en la Fed
cuando se gestó la crisis que le cayó en el regazo de Bernanke y que
ya ha colocado su nombre en los libros de texto que tanto le gusta
leer. EFE