Carlos Santamaría
Bangkok, 8 oct (EFE).- El primer "banco flotante" del mundo lleva
casi medio siglo navegando el río Chao Phraya de Bangkok para llevar
servicios financieros básicos a humildes clientes ajenos a los
modernos cajeros automáticos.
Cada día de la semana, excepto los jueves, el barco parte puntual
a las 08.30 hora local del embarcadero de Rajinee, en pleno barrio
chino de la ciudad y al lado de la sucursal en tierra firme del Thai
Government Savings Bank (GSB), un banco estatal.
Antes de zarpar, los empleados bancarios llenan cajas con dinero
en efectivo y preparan paquetes de cartillas y formularios de
depósito y retirada para llevarlas a bordo de la barcaza pintada de
rosa chillón, un color muy popular en Tailandia porque evoca buena
salud.
Las libretas de ahorro son transportadas en mano por un contable
y su ayudante a miles de vendedores ambulantes, dueños de pequeños
negocios, jubilados, monjes budistas y hasta soldados que trabajan o
viven en las casuchas esparcidas por las orillas del río entre
Bangkok y la provincia de Nonthaburi, a 30 kilómetros de distancia.
"Nuestros clientes son casi todos gente sencilla, que tiene pocos
ahorros o no se fía de las máquinas. Sin embargo, nosotros les
ofrecemos un servicio personalizado en el que confían plenamente",
afirma Sokhun, al mando de uno de los cuatro "bancos flotantes" del
GSB que surcan el Chao Phraya.
El empleado explica a Efe que aunque no funcionan exactamente
como un cajero automático, reciben depósitos y permiten retirar
fondos, siempre que se les avise con un día de antelación para tener
listo el efectivo en metálico.
Los trabajadores del GSB viajan dentro de una cabina dotada de
aire acondicionado, televisión de pantalla plana y dos ordenadores
con conexión a Internet, una tecnología punta que únicamente ven
aquellas personas que prefieren subir a bordo para realizar sus
transacciones.
Mientras ellos se ocupan del papeleo, el conductor escudriña el
horizonte en busca de pequeñas banderas azules con el logotipo del
banco, que se agitan para que el "banco flotante" se detenga en cada
parada de su ruta.
A llegar al muelle del templo de Arun, Sokhun y su compañero
visitan a cada cliente personalmente, bien se trate de una vendedora
de recuerdos de la pagoda o un guarda de seguridad que se acaba de
despertar de la siesta.
Todos entregan los ingresos de la jornada a los contables, que
registran cada entrada en las cartillas que llevan bajo el brazo y
atadas con una goma.
"No necesito ir al banco o hacer nada. Ellos vienen y les doy el
dinero, no tengo nada que temer porque son honestos y les conozco de
toda la vida", indica Vanaprapa, una sonriente mujer que vende zumo
de coco a la entrada del recito religioso.
Sobre esa confianza se asienta el éxito del "banco flotante", una
iniciativa lanzada por el GSB en 1958, cuando la mayoría de la
población de Bangkok todavía habitaba en los canales en la "Venecia
de Oriente".
Pero, aunque ahora las pocas casas flotantes que quedan a las
orillas del río son más un reclamo para turistas que un reflejo de
la realidad moderna de la ciudad, quienes se ganan la vida a lo
largo del cauce agradecen la atención personalizada del GSB.
Esa relación tan estrecha entre empresa y cliente es patente en
la cercanía en el trato, destaca Sokhun.
"Muchos clientes han permanecido con nosotros durante una o dos
generaciones. Los hijos de encargan de administrar los ahorros de
los padres, y les conocemos a todos", proclama con orgullo este
contable mientras saluda con afecto a un guarda de seguridad que va
a depositar en la cuenta su jornal.
Por su parte, el banco también se ha beneficiado logrando una
excelente imagen pública, tanto que ha decidido mantener el servicio
pese a que sea lento y poco lucrativo, pues cada barco recauda al
día unos 30.000 bat (unos mil dólares). EFE
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