Guillem Martínez Pujol
Pekín, 23 sep (EFE).- El yuan chino alcanzó esta semana su mayor
nivel en los últimos cinco años respecto al dólar estadounidense, en
medio de las insistentes presiones de Washington para lograr una
apreciación de la divisa asiática y que China asegura ignorar.
6,70 yuanes por dólar: ésta es la barrera simbólica atravesada
por el 'renminbi', un hito desconocido desde julio de 2005 y que se
completó el martes -último día de la semana para las finanzas
chinas, que celebran su Festival de Medio Otoño- cuando la moneda
cotizó a 6,6997.
El listón se traspasó después de nueve jornadas consecutivas al
alza y una revaluación del 1,9 por ciento respecto al dólar desde el
19 de junio, cuando Pekín anunció que el yuan dejaba de estar
"pegado tácitamente" a la divisa estadounidense.
En la enésima declaración norteamericana en este sentido, el
secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, aseguró la
semana pasada que el régimen comunista continúa "interviniendo en
escala sustancial en los mercados para limitar las presiones de
apreciación de la moneda", a pesar de los anuncios oficiales.
"China necesita (aplicar) una apreciación significativa y
sostenida en el tiempo que corrija la infravaloración (de su moneda)
y permita que la tasa cambiaria refleje plenamente las fuerzas del
mercado", declaró Geithner ante el Congreso estadounidense.
El Banco Popular de China (PBOC, Central), que liga el yuan a una
cesta de divisas que incluye dólar estadounidense, euro, yen, dólar
hongkonés, libra esterlina y ringgit malayo, mantiene en la
actualidad una política monetaria "moderadamente flexible".
Aunque oficialmente la horquilla de variación diaria del yuan
frente a otras monedas sea de medio punto porcentual, a la práctica
esta denominación supone un eufemismo para que China siga
controlando estrechamente la evolución de su divisa.
Los expertos internacionales consideran que la segunda potencia
mundial ha abierto el puño de su moneda tanto por motivos económicos
como por estrategia política, pero desde Pekín se insiste en centrar
el debate en términos puramente económicos.
De hecho, el gigante asiático esgrime los datos: el yuan se ha
revaluado un 23,5 por ciento desde 2005, "pero Obama todavía reclama
que la divisa no se está apreciando lo bastante rápido", apostilló
el periódico oficial "China Daily"
"China está haciendo grandes esfuerzos para cambiar su modelo de
crecimiento a través del incentivo de la demanda doméstica, pero eso
no se consigue de la noche al día. Una rápida apreciación del yuan
tendría inevitablemente un impacto negativo en los exportadores y
también en el empleo", subraya Song Hong, investigador de la
Academia China de Ciencias Sociales.
El impulso de la demanda doméstica (las ventas al por menor en
China crecieron un 15,5 por ciento en 2009) es recibido con agrado
por Pekín, ya que ésta también se beneficiará de un fortalecimiento
progresivo de la moneda.
Sin embargo, desde el otro lado del océano Pacífico las cosas se
ven con más impaciencia: China lidera la recuperación global, crece
otra vez a una velocidad de crucero de doble dígito y su devaluada
moneda escuece a la primera potencia mundial, cuyo déficit comercial
con el país asiático alcanza cifras astronómicas (71.000 millones de
dólares en el primer cuatrimestre de 2010) y lastra a las compañías
estadounidenses.
Las amenazas estadounidenses pasan por declarar formalmente a
China un país que "manipula artificialmente la moneda" -la última
vez que lo hizo fue en 1994- e incluso llevar el caso ante el Fondo
Monetario Internacional (FMI), un hecho sin precedentes entre las
potencias mundiales.
John Naisbitt, autor del 'best-seller' económico "Megatrends",
aseguró que los argumentos para presionar la tasa de cambio china
son "un 90 por ciento políticos y un 10 por ciento económicos".
China, cada vez más segura de sí misma y consciente de su peso
imprescindible en el entramado mundial, conforta a Washington con
una mano -la que cede milimétricamente el yuan- mientras levanta la
otra -la que sostiene los bonos de deuda estadounidense-. EFE