César Muñoz Acebes
Washington, 23 abr (EFE).- Los miembros del G-20, el principal
foro económico mundial, manifestaron casi unánimemente su
preocupación por la situación de Grecia, pero evitaron el asunto en
el comunicado que resumió su encuentro de hoy.
El Grupo se reunió el mismo día en el que Grecia pidió
formalmente un programa de ayuda a la zona euro y al FMI para hacer
frente a sus problemas fiscales.
Sin embargo, durante el encuentro el tema salió a relucir tan
sólo durante la presentación del Comisario Europeo de Asuntos
Económicos, Olli Rehn.
Él informó que "se espera una aceleración (de las negociaciones
sobre el programa) y que se llevará a cabo un trabajo significativo
y sustancial en las próximas horas y días", dijo en una rueda de
prensa la ministra de Economía y Finanzas francesa, Christine
Lagarde.
Preguntada sobre posibles ayudas a Grecia más allá de los 30.000
millones de euros prometidos por la zona euro para el primer año,
Lagarde afirmó que "claramente éste es un programa inicial de tres
años y los tres años están bajo revisión y discusión".
A esa cifra se añadirá una aportación del FMI, que por ahora se
estima en unos 15.000 millones de euros.
El propio organismo considera que el principal riesgo para la
recuperación mundial es que la inquietud en los mercados sobre la
capacidad de Grecia para pagar su deuda se transforme en una crisis
de deuda soberana "contagiosa".
Sin embargo, esa apreciación no se reflejó en el comunicado del
G-20, que sustituyó a la tradicional reunión del G-7, reducida a una
cena el jueves.
El grupo, que reúne a los principales países avanzados y las
naciones en desarrollo, constató que la recuperación mundial ha
progresado "mejor que lo anticipado", pero pidió mantener los
programas de estímulo económico a los países con finanzas públicas
"sostenibles".
El G-20 enfatizó al mismo tiempo que los Gobiernos deben elaborar
planes "creíbles" para la retirada eventual de las intervenciones en
la economía.
El FMI pronostica una recuperación sólida en los mercados
emergentes, mientras que el repunte es mucho más débil en los países
en desarrollo, que están frenados por un alto desempleo y un sector
financiero que aún se resiente de la crisis.
Tras el encuentro, el secretario del Tesoro de Estados Unidos,
Timothy Geithner, dijo que "aún falta mucho por hacer" para
garantizar que la recuperación es sostenida y pidió a los países con
superávit externos que incentiven su demanda interna y abandonen su
dependencia de las exportaciones, en una referencia a China.
El tema más espinoso que trató el G-20 fue la propuesta de
introducir nuevos impuestos al sector financiero.
"Algunos países están a favor y otros claramente no", resumió
James Flaherty, el ministro de Economía de Canadá, que se opone a
los gravámenes. Estados Unidos, Francia y Reino Unido se
manifestaron en favor de la idea.
Por encargo del G-20, el FMI ha propuesto un impuesto que
inicialmente pagarían todas las entidades financieras por igual y
que posteriormente variaría según el nivel de riesgo asumido por
cada una.
Los ingresos se acumularían en un fondo para costear futuros
rescates de la banca o entrarían como ingresos corrientes a las
arcas públicas.
El segundo impuesto gravaría los sueldos y bonificaciones que
pagan las entidades financieras, así como sus beneficios.
El ministro de Economía de Brasil, Guido Mantega, afirmó que su
país considera que los gravámenes "son más adecuados para las
economías que tuvieron pérdidas financieras por la actuación de los
bancos", es decir, los países ricos, y afirmó que comparten esa
postura Rusia, India y China.
En su declaración, el G-20 encargó al FMI estudiar más a fondo
las opciones "para que las instituciones financieras nacionales
lleven el peso de las intervenciones extraordinarias del Gobierno
donde tengan lugar" y para que se limite la toma de riesgos
excesivos.
El Fondo deberá presentar un informe final al respecto en la
cumbre presidencial del G-20 en junio próximo. EFE
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