Marga Zambrana
Pekín, 16 sep (EFE).- El ruido de tambores por una nueva Guerra
Fría entre China y Estados Unidos vuelve a sonar esta semana después
de que Washington gravara con aranceles los neumáticos chinos y
Pekín respondiera con una investigación contra el pollo y otras
importaciones de EEUU.
La primera medida anti-china de la administración de Barack Obama
se produjo el viernes, cuando la Casa Blanca anunció aranceles de
importación de hasta el 35 por ciento para los neumáticos chinos
durante tres años.
Desde su investidura en enero, Obama ha sido cauteloso en un
momento de gran déficit federal ante el temor de que Pekín se
deshaga de los bonos del Tesoro de EEUU, que suponen gran parte de
los 2 billones de dólares de la reserva de divisas china.
El gravamen produjo una reacción de furioso nacionalismo en
internet, un termómetro social al que Pekín es cada vez más
sensible, por lo que el domingo China anunció una investigación por
"dumping" contra la carne de pollo y autopartes de EEUU.
Y el lunes llevaba el contencioso por los neumáticos ante la
Organización Mundial del Comercio (OMC), una maniobra que, por la
secuencia temporal, fue tildada de "represalia" por los analistas.
Se reiniciaba así la guerra comercial en la que la anterior
Administración de EEUU había limitado numerosos productos chinos por
la pérdida de puestos de empleo en su país y por el superávit
comercial de China con EEUU, que el año pasado alcanzó un récord de
268.000 millones de dólares (182.250 millones de euros).
"Vamos a ver más incidentes así", señaló hoy a Efe Andy Xie,
economista ex responsable de Morgan Stanley en Asia. "El empleo en
EEUU está en su peor momento, y Obama fue elegido con el apoyo de
los sindicatos. Por lo que EEUU elegirá sectores en los que todavía
tiene capacidad de producción, pero con una alta cuota china".
Esta selección de sectores "servirá más para conseguir puntos
políticos (para Obama) que empleo", ya que EEUU perdió capacidad en
la mayor parte de las áreas en las que China la ganó, agregó Xie.
Si Washington dice que las exportaciones chinas producen
desempleo en su territorio, Pekín sufre la misma situación ante cada
barrera estadounidense: la Asociación de la Industria del Caucho
calcula una pérdida de 100.000 puestos de trabajo en el sector y de
1.000 millones de dólares, por lo que ha pedido ayuda a su Gobierno.
Esta nueva guerra puede nublar la cumbre del G-20 destinada a
aliviar la crisis global -la peor desde la década de 1930- que se
celebrará en Pittsburg (EEUU) los días 24 y 25 de septiembre.
En este sentido, He Yafei, viceministro de Asunto Exteriores,
aseguró ayer que los aranceles "dañarán los intereses de la economía
estadounidense y la recuperación global ante la crisis".
Los analistas huelen la guerra: "Ambos están adoptando posturas
más duras en el comercio, lo que puede hacer su relación más
complicada y beligerante", dijo Eswar Prasad, catedrático de la
Universidad de Cornell, al diario "China Daily".
Sin embargo, Xie cree que las posturas de Pekín y Washington no
están tan alejadas entre sí en el G-20 como de las de Europa o
Japón: "La mayor divergencia es en la emisión de gases de efecto
invernadero".
El hecho se produce después de que los analistas hablaran de una
nueva Guerra Fría entre EEUU, mayor potencia económica, y China,
tercera, ante la insistencia de Pekín de convertir su moneda, el
yuan, en una divisa global, y la posibilidad de que la deje flotar.
Un sistema financiero independiente del dólar también ha sido
propuesto por Pekín ante el temor de una devaluación por déficit.
Pero ambos titanes tienen mucho que perder en esta guerra. De
entrada, las exportaciones de China a EEUU son tres veces superiores
a sus importaciones de EEUU, recuerda Xie.
El gigante asiático "no puede ganar una guerra con pollos en este
tipo de disputas. Sus investigaciones por las importaciones de EEUU
van a quedar en eso, aunque son buenas para la propaganda interna.
Aunque llevará el caso ante la OMC, porque le interesa mantener ese
sistema", agrega el analista.
En este entorno, Xie descarta una Guerra Fría: "China tiene
demasiados problemas domésticos, de conflicto social, para
contemplar esa posibilidad. Pekín no quiere ni oír hablar sobre la
popular idea de un 'G-2'. Cualquier fricción internacional hay que
entenderla en ese contexto". EFE