Bruselas, 4 nov (EFE).- Los ministros de Competitividad
(Industria, Mercado Interior e Investigación) de la UE decidieron
hoy aparcar el debate sobre los aspectos lingüísticos para avanzar
en la creación de un sistema común de patentes para todos los
estados miembros.
Este proyecto lleva décadas bloqueado por la división entre los
países que, como España, apuestan por un nuevo modelo de patente
comunitaria; y los que prefieren el modelo ya vigente de patente
europea, que en la práctica implica aceptar que éstas sólo se
registrarán en inglés, francés y alemán.
Aunque la aprobación final de la patente no podrá realizarse sin
el capítulo lingüístico, los Veintisiete acordaron hoy desbloquear
las negociaciones sacando el idioma de las discusiones.
Este aspecto se discutirá en un reglamento aparte, que tendrá que
ser aprobado por unanimidad a partir de una propuesta de la Comisión
Europea.
Las divergencias deberán ser abordadas, por tanto, durante el
próximo semestre, en el que España ocupará la presidencia de turno
de la Unión, lo cual no deja de ser un asunto espinoso teniendo en
cuenta que España ha sido el país que más obstáculos ha puesto al
proceso, al exigir la inclusión del español.
"Es una coincidencia que podría resultar muy útil", dijo el
comisario de Industria, Günter Verheugen, tras la reunión, en
referencia al papel de mediador y de facilitador de consensos que
corresponde al país que ostenta la presidencia de turno.
Uno de los objetivos de la puesta en marcha de la patente común
es la de abaratar costes a las pequeñas y medianas empresas; y
España considera que este objetivo se vería recortado para las
empresas españolas, al tener que incluir los costes de traducción a
los gastos de registro.
Así, en un ámbito en el que es imprescindible la unanimidad,
España exige que todas las patentes sean traducidas al español y
que, en caso de litigio, ésta sea la lengua de procedimiento cuando
el demandado tenga domicilio en España.
Pero además, este proyecto que lleva tramitándose durante años,
se encuentra con dos obstáculos más.
Por una parte, la modificación de la base jurídica tras la
entrada en vigor del Tratado de Lisboa, que obligará a negociar el
borrador con el Parlamento Europeo; y por otra, la opinión del
Tribunal de Justicia Europeo, que deberá decidir si el nuevo sistema
es compatible con los tratados de la UE. EFE