Antonio Broto
Pekín, 9 sep (EFE).- Los millonarios Bill Gates y Warren Buffett
quieren exportar a China su proyecto de que las grandes fortunas
mundiales donen el 50% de lo reunido en vida a la beneficencia, pero
se han topado con la desconfianza de los más adinerados del país
asiático, donde la filantropía está dando primeros y tímidos pasos.
Esta desconfianza se ha hecho muy patente en un simbólico hecho:
Buffett y Gates han invitado a 50 millonarios chinos a una selecta
cena en Pekín, el 29 de septiembre, con el fin de presentarles el
proyecto, y aunque el convite no implica en principio compromiso
alguno, sólo dos de los contactados han confirmado su asistencia.
Este "plantón" a Gates, quien en otras ocasiones es recibido como
un Mesías en el país asiático, ha levantado ampollas en los medios
chinos, incluidos los oficiales, que se preguntan si las grandes
fortunas del país muestran tacañería o, simplemente, escasa
confianza hacia las organizaciones de beneficencia nacionales.
"Entre los ciudadanos adinerados de China, prevalece
profundamente la idea de que deben dar toda su fortuna a sus
descendientes, lo que puede ser un gran obstáculo para las
organizaciones benéficas", analiza, por ejemplo, el portavoz de una
de las principales organizaciones de caridad del país, China Charity
Federation, citado por la agencia oficial Xinhua.
De acuerdo con el informe anual de riqueza que elabora la revista
"Hurun", el país asiático tiene 55.000 "billonarios" (personas con
una fortuna de más de mil millones de yuanes), de entre los que la
fundación Gates ha intentado seleccionar para la polémica cena no a
los 50 más ricos, sino a los aparentemente más generosos.
Entre ellos figura por ejemplo Chen Guangbiao, presidente de una
firma de energías renovables, uno de los dos que sí han confirmado a
la cena con Buffett y Gates, y que, para más inri, ha confirmado
esta semana su intención de donar toda su fortuna a obras de
beneficencia.
Chen ha intentado ayudar al proyecto de los millonarios
estadounidenses con una carta a otros ricos de China en la web de su
compañía, en la que recuerda a éstos que "han ganado sus fortunas
gracias al apoyo de las políticas del Gobierno y a un estable
entorno social", por lo que se deben a otros.
El millonario, de 42 años, es un raro caso entre las grandes
fortunas de China, aunque se ha hecho muy famoso con su filantropía,
por ejemplo al ser en 2008 el primer organizador, pagando de su
propio bolsillo, de equipos de rescate para el terremoto de Sichuan
de 2008.
Otro millonario chino extremadamente generoso fue Yu Pengnian, de
88 años, quien también decidió dar toda su fortuna a una fundación
benéfica a su nombre.
Del gesto llamó la atención sobre todo su razonamiento de por qué
no dejaba nada a sus hijos -con el beneplácito de éstos-,
argumentando que "si ellos son tan competentes como yo no necesitan
mucho dinero, y si son incompetentes, esa fortuna no les hará más
que daño".
Los casos de Chen o Yu llaman la atención en China precisamente
por ser raros en un país que hace apenas unas décadas era más bien
receptor que dador de donaciones.
Hoy en día, la segunda economía mundial es el país con más
millonarios del mundo, y tiene ya una considerable clase media, pero
sigue estando en la cola del mundo de generosidad, como destaca el
recientemente publicado estudio de la Charities Aid Foundation.
En el estudio, que incluye una encuesta de Gallup a 195.000
personas en 153 países preguntando quién dona, quién participa en
actos de voluntariado o quién "ayuda a extraños", China ocupa el
último lugar de Asia.
Sólo un 11 por ciento de chinos encuestados contestaron
positivamente la primera pregunta, un 4 por ciento la segunda y un
28 por ciento la tercera.
No obstante, la prensa oficial se muestra optimista y atisba
signos de mejora en la filantropía nacional, señalando, por ejemplo,
que en 2008 por primera vez las donaciones individuales superaron
las de empresas en el país.
Acontecimientos como el citado terremoto de Sichuan, que causó
90.000 muertos, han podido servir de acicate para que los ciudadanos
chinos se hayan decidido a donar más, y de entre todos ellos los más
adinerados, aunque algunos de éstos todavía duden si deben compartir
mesa con el fundador de Microsoft. EFE