Guillem Martínez Pujol
Pekín, 1 oct (EFE).- La alianza de la petrolera china Sinopec con
la española Repsol para desarrollar conjuntamente proyectos
petrolíferos en Brasil es otro bocado más del gigante asiático en la
búsqueda de crudo latinoamericano para saciar su voraz apetito.
Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE),
China es ya el principal consumidor mundial de energía, por delante
de Estados Unidos, aunque, por su estructura productiva todavía
emergente, el carbón continúa como principal combustible, con más
del 60 por ciento del consumo.
Sin embargo, el hambre de petróleo de Pekín crece anualmente de
manera exponencial y alcanza ya los 9,2 millones de barriles diarios
de crudo, aunque, con sus actuales recursos, sólo es capaz de
producir la mitad de su consumo y debe importar el resto.
En este contexto, y aprovechando la buena evolución económica y
la posibilidad de encontrar "gangas" a causa de la crisis económica,
el Gobierno chino animó abiertamente a las empresas estatales de
energía, tanto de petróleo, gas, carbón u otras fuentes a salir al
exterior a comprar bienes para impulsar el crecimiento.
Asia central, África y los países árabes ya mantienen fuertes
lazos con Pekín, fomentados en el suministro de energía y materias
primas, y Latinoamérica tampoco se escapa a este influjo.
La estrategia china pasa por invertir en los países, mediante
infraestructuras, y aportar liquidez y recursos, a través de
créditos ventajosos, a economías debilitadas por la recesión.
De hecho, América Latina absorbió la mitad de los 50.000 millones
de dólares que China invirtió en el exterior en 2008.
La unión de Sinopec y Repsol para explorar y extraer de los
yacimientos de la firma española en Brasil dará lugar a una de las
mayores firmas energéticas de Latinoamérica, con un valor de 17.773
millones de dólares (13.027 millones de euros) y propiedad de
Sinopec en un 40 por ciento.
No se trata del debut de la compañía china en el país lusófono,
ya que en abril, durante la visita del presidente Hu Jintao a
Brasil, rubricó un acuerdo con Petrobras por un valor de 10.000
millones de dólares, asegurando así el suministro de petróleo en los
próximos diez años.
De hecho, según sus propios datos internos, en 2009 Sinopec
adquirió 2,28 millones de toneladas de petróleo brasileño, una cifra
que Su Shulin, presidente de Sinopec, aseguró con ironía que "quizás
podría crecer un poco" durante este año.
El interés chino en Brasil no es nuevo y se extiende a todos los
países latinoamericanos con yacimientos de "oro negro".
La propia Sinopec firmó en 2007 un memorando de entendimiento
(MOU) con PetroEcuador para la explotación conjunta por 5.000
millones de dólares del mayor yacimiento de Ecuador, el de
Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), con unas reservas estimadas de
casi 5.000 millones de barriles y probadas de casi mil millones.
Otra operación reciente, de principios de año, permitió a la
petrolera estatal China Nacional Oil Offshore Corporation (CNOOC)
adquirir el 50 por ciento de la firma argentina Bridas Corporation
-con intereses en Chile, Bolivia y Argentina- por 3.100 millones de
dólares.
No obstante, si algún país se ha significado hasta la fecha por
los acuerdos petroleros con China ha sido Venezuela.
La estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) mantiene varias
alianzas, como por ejemplo la forjada con la Corporación Nacional
del Petróleo de China (CNPC) para desarrollar yacimientos en la faja
del río Orinoco (Venezuela), con una inversión calculada de 16.000
millones de dólares en tres años. EFE