París, 16 jun (EFE).- Los países de la OCDE están a punto de
dejar de pesar más de la mitad del Producto Interior Bruto (PIB)
mundial por la pujanza de otros estados emergentes, que han
permitido salir de la pobreza a cientos de millones de personas en
los últimos años.
Esta es una de las principales conclusiones del informe sobre la
riqueza cambiante y las perspectivas sobre el desarrollo mundial
publicado hoy por la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), que critica a quienes ven en esto una
amenaza para occidente.
"Todos estos factores pueden generar importantes beneficios en
bienestar para todo el mundo" porque hay que "reconocer que los
incrementos netos de una mayor prosperidad en el mundo en desarrollo
pueden beneficiar a países ricos y pobres por igual", subrayan los
autores del estudio.
El punto de partida es la constatación de que si en 2000 los 30
países que constituían la OCDE -que reúne el grueso del mundo
desarrollado- representaban el 60% del PIB global, este año ese
porcentaje ha bajado al 51% y en 2030 se habrá quedado en el 43%.
Mientras la riqueza relativa de los países en desarrollo
aumentaba, el número de pobres en el mundo ha disminuido
drásticamente: 120 millones menos en la década de 1990 y unos 300
millones sólo en la primera mitad de la década de los 2000.
Sin duda uno de los casos más significativos es el de China,
donde el porcentaje de población que se considera pobre ha pasado
del 60% en 1990 al 16% en 2005.
Los responsables del informe reconocen que la contribución del
crecimiento a la reducción de la pobreza "varía muchísimo de un país
a otro" y que "en muchos casos" lo que se ha producido es "una
creciente desigualdad" que podría "socavar el crecimiento y, en
última instancia, la viabilidad del cambio".
El despegue de los emergentes, de la que no supieron sacar
partido en los 90 ni Latinoamérica -con una reacción débil a las
reformas- ni el África subsahariana -que siguió estancándose-, se
aceleró la pasada década y ha sido desde entonces más generalizado.
Eso se tradujo durante ese decenio en que la cantidad de países
pobres se quedaron en menos de la mitad (de 55 pasaron a 25) y se
quintuplicó (de 12 en los años 1990 a 65 en los 2000) el número de
los conocidos como países "convergentes", es decir aquellos cuyo
crecimiento es al menos el doble de la media de la OCDE.
Las razones principales de este movimiento son tres, la primera
la apertura de economías como la china, la india o la de la antigua
Unión Soviética que incrementó en 1.500 millones los trabajadores
que entraron en la economía de mercado sólo en los 90.
La segunda que la expansión en esa parte del mundo estimuló la
demanda de productos básicos, en particular combustibles fósiles y
metales industriales, lo que favoreció a los exportadores, que sobre
todo se sitúan en Oriente Medio, África y América.
Por último, muchos países emergentes dejaron de ser deudores y se
convirtieron en acreedores netos, además de acumular reservas en
divisas, hasta el punto de tener el equivalente de 4,2 billones de
dólares en 2008, más de 1,5 veces lo que tenían los países ricos.
Esto último ilustra el "vertiginoso crecimiento de los
desequilibrios mundiales", cuyos máximos exponentes son Estados
Unidos en el lado del déficit (más de 700.000 millones de dólares en
2008) y China en el del superávit (cerca de 600.000 millones ese
mismo año).
La OCDE insiste en que uno de los elementos más sobresalientes de
este reequilibrio de la riqueza mundial es que las vías directas de
interacción entre los gigantes emergentes y los países pobres se han
intensificado por la vía del comercio y de las inversiones.
En concreto, el comercio Sur-Sur se multiplicó por diez entre
1990 y 2008, mientras los intercambios a escala global se
cuadruplicaban.
Los autores del estudio insisten en seguir por ese camino con el
argumento de que si los países del Sur redujeran sus aranceles al
nivel de los que se aplican en el Norte, eso redundaría en un
aumento del bienestar de 59.000 millones de dólares.
Otro de las transformaciones en las que se pone el acento en esta
primera edición del estudio sobre perspectivas del desarrollo
mundial es la creciente cantidad de investigación y desarrollo (I+D)
que se realiza en el mundo en desarrollo. Como muestra, más del 40%
de los investigadores del mundo están ahora en Asia. EFE