Aanya Wipulasena
Colombo, 19 ago (.).- El importante sector del turismo en Sri Lanka no logra recuperarse desde que en 2019 sufrió los atentados de Pascua, un duro golpe al que siguió la pandemia y luego la crisis económica, como si el país cayera bajo una maldición.
Después de que en 2009 concluyeran más de dos décadas de guerra civil en Sri Lanka, todo eran datos positivos para la isla, haciendo valer sus paisajes idílicos de colinas y playas de arena blanca para impulsar un turismo, que se convirtió en uno de los mayores generadores de divisas extranjeras en el país.
Y es que entre 2014 y 2019 el turismo se mantuvo como la tercera fuente de ingresos de divisas, contribuyendo al 14 % del total, solo por detrás de las remesas enviadas por la diáspora y la industria de la confección, según datos del Banco Central de Sri Lanka (CBSL).
La llegada de turistas en 2018 alcanzó los 2,3 millones en uno de sus mejores registros, pero un año después ocurrió lo inesperado: cuando la minoría cristiana celebraba el Domingo de Pascua, unos atentados yihadistas en tres iglesias y tres hoteles de lujo dejaron 269 muertos, entre ellos 40 extranjeros, y más de 400 heridos.
Ese año la llegada de turistas cayó a los 1,9 millones, luego los cierres fronterizos por la pandemia castigaron más al sector con solo 500.000 visitas en 2020 y cerca de 200.000 al año siguiente, y cuando parecía que todo volvía poco a poco a la normalidad, estalló la grave crisis económica y social en la isla, seca de combustible.
El ministro de Turismo, Harin Fernando, remarcó a Efe su convicción de que todo irá a mejor a medida que se flexibilicen las restricciones de viaje, con una "llegada de turistas para finales de este año de alrededor de un millón" y de 1,5 millones para 2023.
Según datos de la Autoridad de Desarrollo Turístico de Sri Lanka (SLTDA), hasta el pasado 31 de julio 458.670 turistas internacionales habían visitado la isla, sobre todo procedentes de Reino Unido, la India, Alemania, Francia y Canadá.
MALA IMAGEN EXTERIOR
El secretario general de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas de Turismo (ASMET), Prebudda Jayasinghe, dijo a Efe que cree que el turismo se ha visto afectado recientemente por "la mala imagen de Sri Lanka debido a la cobertura negativa de los medios".
Algunas informaciones, recuerda el empresario, decían que los esrilanqueses "se morían de hambre y no había combustible, nada más lejos de la verdad", y celebró que poco a poco la situación esté mejorando, aunque sea por las reservas previas de turistas hechas antes de que estallaran las protestas en Semana Santa.
"Logramos convencer a los turistas de que vinieran de un modo u otro, pero aún no hemos experimentado nuevas reservas", lamentó, convencido de que el cambio de tendencia llegará pronto.
La Autoridad de Desarrollo Turístico de Sri Lanka advierte sin embargo de los efectos secundarios de la invasión rusa de Ucrania, que está haciendo caer drásticamente la actividad económica mundial, con un aumento de la inflación mientras disminuye el acceso a materias primas y productos básicos, con su impacto en el turismo.
Los precios de los alimentos en Sri Lanka se han situado en un aumento interanual del 90 %, además de niveles de inflación del 60,8 % el pasado julio, mientras las reservas de divisas estimadas a finales de julio se situaban solo en los 1.800 millones de dólares.
"Parece que la industria (turística) está maldita, pero en realidad lo que sucede es que la industria del turismo es extremadamente sensible a los factores internos y externos", asegura a Efe el guía nacional Ruwan De Silva, al recordar los sucesivos golpes al sector, con desastres naturales, pandemias o la crisis.
Sin embargo, dice esperanzado, parece que poco a poco los turistas extranjeros están regresando a la isla y, "si podemos continuar de esta manera, la industria aguantará".
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