Madrid, 16 oct (.).- España, pese a producir electricidad más barata que el promedio europeo, no ha conseguido traducir aún esta ventaja en un aumento de la industrialización ni reducir su dependencia energética, que es del 70 %, siete puntos por encima de la media de la UE, según un análisis de la consultora McKinsey.
McKinsey ha presentado este miércoles en una rueda de prensa su primer Índice de Transición Energética e Industrialización, un estudio que publicará semestralmente y que consta de 25 indicadores.
España consiguió en 2023 integrar un 22 % de renovables en su 'mix' energético, principalmente por el crecimiento de la energía eólica y solar.
Además, ha mantenido los precios asequibles de la electricidad de los hogares y los de la industria son competitivos en comparación con el promedio europeo, aproximadamente un 30 % más baratos, la mayor diferencia en la última década.
María Joao Ribeirinho, socia senior de McKinsey & Company, ha señalado que la competitividad de España en costes energéticos ha aumentado significativamente, gracias a la reducción de los precios del gas y la creciente contribución de las renovables.
Sobrecargas impositivas
Según ha indicado, para que esta ventaja en costes de producción se traslade a la competitividad de la industria es necesario que no se añadan costes externos ni sobrecargas impositivas al precio de la energía.
Ha añadido que España, dadas sus condiciones naturales favorables, será capaz de producir energía renovable a un precio entre un 20 % y un 30 % más barato que Europa, y eso debería permitir desarrollar industrias descarbonizadas y sostenibles, tanto las que hay como nuevas, como las de vehículos eléctricos, baterías, químicas circulares, aceros.
Ribeirinho ha explicado que si se consigue hacer esta reindustrialización y aprovechar el coste competitivo de la energía, tendría un impacto en el PIB de España del 20 % y de más de un millón de empleos, de ellos 200.000 cualificados (con un sueldo superior a la media).
El informe señala que en la actualidad España tiene una dependencia energética del 70 %, siete puntos pro encima de la media de la UE, que es del 63 %, lo que la sitúa lejos de conseguir el objetivo de autosuficiencia del 50 % en 2030.
El informe señala que España se encuentra rezagada en la adopción de tecnologías limpias críticas y moléculas renovables, como vehículos eléctricos, hidrógeno verde, biocombustibles, biogas y biometano.
España produce hoy 2,45 millones de automóviles por año, 250.000 menos que el promedio que había antes de la pandemia.
Además, David González, socio senior de McKinsey, ha indicado que, según los datos que han manejado, la matriculación de vehículos eléctricos en España es de en torno al 12 %, frente al 50 % de algunos países europeos.
El informe señala que para llegar a los 5,5 millones de vehículos eléctricos en 2030 que recoge el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) se necesita una mejora sustancial.
España también está rezagada en hidrógeno verde, biogas, biometano y biocombustibles con respecto a los objetivos dl PNIEC, según los índices de McKinsey, algo que no se debe a una falta de potencialidad, sino a la falta de concreción de los proyectos, según David González.
Otra de las desventajas competitivas de España está en los problemas para el acceso a la red e infraestructuras eléctricas, debido al tiempo que transcurre desde el inicio de los trámites para conectar consumo a la red hasta que se consigue consumir, algo que está afectando a la instalación de centros de datos.
El estudio de McKinsey plasma la pérdida de peso de la industria en la economía española, que es ahora de un 11,9 % del valor agregado bruto (VAB), muy por debajo del de 1998, en que era del 18,2 %.
También ha disminuido en términos porcentuales el empleo en la industria, pues, aunque en 2023 se alcanzaron en España los 3,8 millones de empleos, 400.000 empleos más que en 2014, en términos porcentuales sólo supone el 13,3 % del empleo total en el país, frente al 13,5 % de 2022 y el 13,9 % de media del periodo 2014-2019.