Londres, 26 jul (EFE).- Tony Hayward, que en octubre dejará su
cargo de consejero delegado de BP, se ha convertido en el enemigo
público número uno de EEUU por su cuestionada gestión -y también su
soberbia- en lo que ha sido el mayor desastre ecológico en ese país,
desde la explosión de una plataforma petrolífera de la empresa en el
Golfo de México.
Por ello, Hayward, de 53 años, no ha tenido más remedio que
aceptar su salida de BP, compañía de la que se puso al frente en
2007 para acometer un cambio radical de la estructura de esta
empresa sumida en graves problemas de gestión.
Nacido el 21 de mayo de 1957 en Slough (a las afueras de
Londres), Hayward entró a trabajar en la petrolera en 1982 después
de estudiar Geología en la Universidad de Edimburgo (EEUU).
Tras pasar un tiempo en la sede de BP en Londres, el empresario
fue destinado a puestos en Francia, China y América del Sur.
En el año 1990 fue nombrado asistente personal del entonces
consejero delegado de la petrolera, John Browne, y a partir de allí
su paso de geólogo a ejecutivo fue meteórico.
Su liderazgo pronto se tradujo en una mejora de la rentabilidad,
a lo que ayudó notablemente el ascenso de los precios del petróleo,
y BP se convirtió en una de las empresas más potentes del planeta.
Una carrera en ascenso hasta el pasado 20 de abril, otro "martes
negro" en el que explotó la plataforma petrolífera Deepwater Horizon
en el Golfo de México, accidente que causó once muertos y el vertido
de hasta 60.000 barriles de crudo diarios a la costa estadounidense.
Con la misma velocidad que el petróleo se derramaba por el mar,
las acciones de la compañía se desplomaban y la empresa se veía
obligada a asumir los millonarios gastos de limpieza del vertido y
del pago de indemnizaciones.
Al mismo tiempo, la reputación de Hayward caía en picado, a lo
que ayudaba mucho su actitud, irresponsable para unos e incluso
soberbia y desvergonzada para otros.
Hayward comparó la extensión del Golfo de México con la de "un
gran océano", por lo que vaticinó que el impacto del vertido en ese
ecosistema sería "muy modesto".
Además de minimizar en varias ocasiones el impacto del desastre,
este padre de dos hijos llegó a afirmar que estaba deseando resolver
la crisis cuanto antes para poder "recuperar su vida normal",
declaraciones muy mal recibidas por todo el mundo, especialmente por
el presidente de EEUU, Barack Obama.
Obama respondió. En un discurso a la nación desde la Casa Blanca
y en horario de máxima audiencia, el presidente aseguró que
obligaría a BP, "único responsable de la tragedia", a pagar por su
"imprudencia" en la gestión de un desastre que califico como "un
asalto a las costas, a la población y a la economía regional".
La guerra estaba declarada y Obama comenzó a pedir hasta la
saciedad el cese de Tony Hayward al frente de la compañía y presionó
para que creara un fondo ilimitado de compensación a las víctimas
del desastre, un fondo que BP "no controlaría en ningún caso".
La animadversión de Washington hacia la figura de Hayward se vio
agravada a partir del 17 de junio, fecha en la que el directivo
compareció ante el Congreso de los EEUU, donde fue el blanco de
duras críticas por parte de congresistas de todos los colores.
Un habilidoso Hayward fue capaz de esquivar las preguntas más
comprometidas con respuestas del tipo "hay una investigación en
marcha".
Devastado o no, lo cierto es que pocos días después de su
aparición en el Congreso, Hayward fue visto participando en la
regata anual alrededor de la Isla de Wight (Inglaterra), en la que
compitió con su yate, actitud que llegó a ser tildada como "el
culmen de la arrogancia" por un senador republicano.
Y el futuro de la compañía lleva el nombre de Robert Dudley,
máximo responsable de BP para las tareas de contención y limpieza
del vertido en el Golfo desde el pasado 23 de junio, cuando pasó a
sustituir precisamente al propio Hayward. EFE