Mateo Sancho Cardiel
Nueva York, 24 jul (EFE).- Tras dos inviernos consecutivos que helaron la economía en EE.UU., el segundo trimestre era el momento para florecer, algo que, a la vista de los resultados empresariales publicados en los últimos días, no ha sucedido tal y como estaba previsto y ha provocado que Wall Street se marchitara.
Las angustias de una crisis griega de consecuencias que cambian si se ponen las gafas de cerca o las de lejos, un pacto nuclear con Irán y una crisis del exceso de oferta del petróleo, habían hecho desear a los operadores de bolsa ese momento en el que las variables a manejar fueran meramente económicas y locales.
Como dijo Truman Capote, "hay más lágrimas derramadas por las plegarias atendidas que por las no atendidas", y en el parqué neoyorquino las cotizaciones han acabado más desgastadas por los resultados empresariales de las distintas empresas que por todos los males del panorama internacional.
A saber: esta semana, que se ha dedicado a escupir cifras y cifras de las empresas estadounidenses, ha sido la peor para el Nasdaq y el S&P 500 desde marzo, y el Dow Jones ha vuelto a situarse, por enésima vez en 2015, por debajo de los niveles con los que cerró 2014.
Ha habido excepciones honrosas, una de ellas la protagonizada hoy por Amazon (NASDAQ:AMZN), que al hacer cuentas se dio cuenta de que ya supera a Walmart (NYSE:WMT) como el mayor minorista del mundo. Felicitándose, los inversores propulsaron las acciones más de un 9,80 %.
Pero en general, el anuncio de resultados esta semana ha sido como un viacrucis camino del Calvario. El gran latigazo lo dieron Apple (NASDAQ:AAPL) y Microsoft (NASDAQ:MSFT), responsables de que el Nasdaq, que empezó la semana con récords, haya acabado en la cruz y escarnecido.
Caterpillar (NYSE:CAT) también cargó con lo suyo y toda su maquinaria pesada pareció caer sobre ella y sus cifras. La operadora telefónica Verizon (NYSE:VZ) no corrió mejor suerte, como tampoco IBM (NYSE:IBM), American Express (NYSE:AXP), ni Coca-Cola (NYSE:KO), que vio cómo sus burbujas desafiaban las leyes de la física y bajaban en vez de subir.
¿La culpa? Del dólar, decían algunos, que hace que todo lo facturado en el extranjero sepa a menos, pero hoy el discurso se extendía una cuestión más de fondo: la desaceleración en la economía internacional parece un hecho, al menos en Europa (con Grecia como punta del iceberg) y Asia (con las bolsas chinas por los suelos).
La economía estadounidense, que por momentos escapa a las tendencias de sus vecinas de allende los mares, reflexionó y se dio cuenta de que quizá tiene que poner sus barbas a remojar.
Hoy se supo que las ventas de las casas nuevas han descendido más de un 6 %, pero la semana ha ido mostrando cómo el oro bajaba a su peor precio en cinco años o las materias primas en general estaban en una caída constante.
Este flaqueo en la base de la economía, a la que rara vez se presta atención, llegó a poner en duda que, con lo que ha costado que la Reserva Federal ponga fecha a la subida de los tipos de interés, tal vez tenga que desdecirse.
Además, añadió una capa más a un análisis multicausal de un renqueo en las cotizaciones que no ha cesado desde que empezó el año.