Por Chris Arsenault
ROMA (Thomson Reuters Foundation) - Los grupos ecologistas y la industria de la biotecnología cavan trincheras para una nueva batalla, después de la decisión de la Unión Europea de permitir a los Estados miembros establecer sus propias normas sobre el cultivo de organismos genéticamente modificados.
Los ecologistas que están a favor de una prohibición de tales modificaciones dicen que los cultivos no han sido sometidos a pruebas adecuadas - que suponen riesgos a la salud para los consumidores dada la pequeña cantidad de empresas que controlan la cadena de suministro.
El sector de la biotecnología dice que los agricultores deberían poder elegir lo que quieran cultivar, y los cultivos modificados son un medio seguro de aumentar la producción y alimentar a la creciente población del planeta.
Desde que el Parlamento Europeo votó el 13 de enero, ni el sector ni los ecologistas han cantado victoria.
Según la legislación europea, que se espera que se termine de perfilar en marzo, los Estados miembros no podrán bloquear estos cultivos con regulaciones nacionales de salud o medioambientales.
En su lugar, los países que se opongan a estos cultivos pueden negociar individualmente con las empresas y pedirles que no comercialicen sus productos en su territorio. Los países podrán bloquear estos cultivos con regulación de urbanismo y otras.
Brandon Mitchener, portavoz de Monsanto, la mayor empresa de semillas y un gran productor de cultivos genéticamente modificados, dijo que la decisión de la UE era equivocada.
Eso permitiría "a algunos países torpedear una tecnología probada y segura para ayudar a los agricultores a producir más con menos incluso mientras los agricultores de Estados Unidos alcanzan nuevos récords con la misma tecnología", dijo en un correo electrónico.
Pero la legislación propuesta tampoco satisface a los ecologistas.
"El principal problema que tenemos con esta ley es que impide a los Estados miembros emplear las preocupaciones medioambientales para justificar la prohibición", dijo Marco Contiero, portavoz de Greenpeace, a Thomson Reuters Foundation.
BATALLA PASA A LOS ESTADOS MIEMBROS
Cultivados ampliamente en América y Asia, las cosechas modificadas en Europa han dividido a la opinión pública. Muchos países, como Francia y Alemania, se oponen, mientras que otros, como Reino Unido, las apoya.
Actualmente sólo un cultivo alterado genéticamente está aprobado para su cultuvo comercial en la UE, el maíz resistente a insectos MON810 de Monsanto.
España y Portugal son los principales cultivadores, y también se planta en Eslovaquia, Rumanía y República Checa.
Mark Buckingham, otros responsable de Monsanto, dijo que no esperaba que la decisión aumentase las ventas de su empresa en Europa, pero las nuevas normas pueden "ayudar en el tiempo a reducir el prejuicio político" contra estos cultivos, dijo.
La última gran encuesta europea de opinión sobre los cultuvos modificados genéticamente, realizada en 2010 por el Eurobarómetro, arrojó que la mayoría de los participantes estaba preocupado por la seguridad de los cultivos.
Los esfuerzos de 'lobbies' desde ambas partes se centrará ahora en estados individuales, en lugar de en la sede de la UE en Bruselas, dijo Nina Holland, que hace campaña sobre alimentación para Corporate Europe, un grupo de vigilancia.
Los detractores dicen que estos cultivos permiten a las grandes empresas aumentar su control sobre los productores de alimentos a nivel mundial, lleva a un mayor empleo de productos químicos y tiene unos efectos a largo plazo desconocidos sobre la salud humana y el medio ambiente.
"Para cada cultivo habra una lucha en los Estados miembro", dijo Holland a Thomson Reuters Foundation.
"Los países que quieran tener sus propias prohibiciones podrán hacerlo, con impacto en el resto del mundo", dijo.
Los que apoyan estos cultivos creen que son cruciales para aumentar la producción, abaratar el coste de los alimentos y mejorar la calidad con la tecnología.
En 2013, casi 150.000 hectáreas fueron cultivadas con semillas modificadas a lo largo de Europa, en su mayoría en España, según la publicación Nature Plants.
Aunque el maíz de Monsanto es el único de estos cultivos que se puede plantar en Europa, el Viejo Continente importó unos 30 millones de toneladas de producto modificado genéticamente en 2012 desde otros países, principalmente soja para pienso animal.