Por Sonya Dowsett
MELILLA (Reuters) - En septiembre de 2005, cientos de inmigrantes africanos saltaron las vallas que separan los enclaves españoles de Ceuta y Melilla de Marruecos buscando entrar en Europa. Cinco murieron y muchos más resultaron heridos graves.
Hoy, el flujo de inmigrantes que tratan de escalar la que se ha convertido en una elevadísima verja en Melilla se ha reducido a apenas un goteo. Una década de medidas por parte de las autoridades españolas destinadas a reforzar la valla – además de cambios legales para facilitar el retorno - ha llevado a un cambio drástico.
La valla de Melilla es un ejemplo de lo que podrían ser otras fronteras europeas en el futuro.
En las últimas semanas, varios países europeos han reinstaurado los controles fronterizos para hacer frente a un número sin precedentes de inmigrantes. Hungría ha ido más lejos, colocando barriadas en su frontera con Serbia - la principal vía terrestre de entrada en la Unión Europea para los inmigrantes - y afirmando que los demandantes de asilo serán devueltos.
"El proceso que comenzó en Ceuta y Melilla hace una década es el proyecto original para la militarización de las fronteras europeos, especialmente en los cuellos de botella donde están las principales rutas migratorias", dice Jan Semmelroggen, experto en política migratoria y gestión en la Universidad Nottingham Trent.
"Los enclaves norteafricanos españoles son una muestra de las cosas que están por venir", añadió.
Hasta la primera semana de julio de este año, 4.718 inmigrantes habían entrado en Melilla, frente a los 5.948 de todo el año anterior, según datos de la policía. La gran mayoría eran refugiados sirios que cruzaron los controles de pasaportes en lugar de intentar la peligrosa escalada. Sólo el 2 por ciento de ellos llegaron realmente trepando por la alambrada, según los datos.
La posición de España no ha dejado de recibir críticas. Los grupos defensores de los derechos humanos han expresado su preocupación sobre deportaciones ilegales y un excesivo uso de la fuerza por parte de la Guardia Civil.
El Gobierno y los cuerpos de seguridad dicen que usan la mínima cantidad de fuerza necesaria. Las mejoras en los controles fronterizos han hecho de algún modo más fácil que pasen los demandantes de asilo, según las autoridades.
El número de solicitudes de asilo de los sirios en Melilla se multiplicó casi por seis desde el año pasado en apenas los primeros ocho meses del año, según el Gobierno, hasta 3.600 a finales de agosto frente a los 513 de todo 2014.
Los sirios, que emprenden un penoso viaje por Argelia y Marruecos, habitualmente cruzan en la frontera usando pasaportes marroquíes falsos o, cada vez más, mostrando sus documentos sirios para demandar asilo.
"No me sentía cómodo comprando un pasaporte marroquí, así que decidí probar con mi pasaporte sirio y lo logré", dijo Abdulrahman Rajab, estudiantes de 17 años de Alepo, que espera estudiar ingeniería electrónica en Alemania.
Abdelmalik El Barkani, delegado del Gobierno en Melilla, dice que el centro de refugiados donde se quedan los inmigrantes mientras se tramitan sus papeles solían albergar hasta 1.300 africanos subsaharianos. Esta cifra se ha reducido a 70 o 80, siendo la gran mayoría sirios en la actualidad, dice.
REPRESIÓN
Durante 2005, miles de inmigrantes del oeste de África intentaron trepar la valla en oleadas de asaltos que terminaron en muertes y heridas y convirtieron a estos pequeños territorios en la costa marroquí en un punto candente para la inmigración en Europa.
Cientos de inmigrantes se reunían en los bosques del lado marroquí esperando una oportunidad para asaltar la alambrada, a menudo empleando escaleras improvisadas fabricadas con madera de los árboles.
España se vio superada por el número de personas que intentaban entrar y se las apañó para reforzar la verja, al tiempo que trabajaba en acuerdos con Marruecos y los países del oeste de África, como Senegal, para devolver a sus países a quienes a quienes lograran pasar.
El refuerzo de los 11,5 kilómetros de barrera, en parte financiada por Europa, incluyó doblar su altura. Este año, Marruecos construyó una cuarta valla en su lado de la frontera y cavó una profunda zanja junto a ella.
España realizó cambios legales también. Por ejemplo, en octubre del año pasado, se aprobó una ley que permitía a la Guardia Civil rechazar la entrada de inmigrantes por la valla y devolverles al lado marroquí.
El Consejo de Europa, las Naciones Unidas y grupos de defensa de derechos humanos dicen que esta nueva ley está destinada a legalizar las devoluciones al otro lado sin tomar sus nombres ni darles la oportunidad de pedir asilo.
Más de 50 diputados de la oposición presentaron una apelación ante el Tribunal Constitucional.
El Gobierno dice que todos los inmigrantes pueden pasar por el control fronterizo para que se procesen sus datos.
Los grupos de refugiados dicen que, aunque es relativamente fácil para los sirios atravesar la frontera marroquí para pedir asilo en el control español, las cosas son diferentes si se trata de inmigrantes africanos negros.
"Es virtualmente imposible para un subsahariano atravesar el control marroquí", dice Paloma Favieres, de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, que regularmente hace viajes a Ceuta y Melilla.
Para quienes buscan silo, sin embargo, España ha ofrecido nuevos servicios. Por ejemplo, ha abierto oficinas en el principal cruce fronterizo de Beni Ensar para procesar unas 30 demandas de asilo al día.
El edificio prefabricado incluye una sala de espera con un cuarto de juegos y cubículos con los servicios de un intérprete y abogado.
Una vez registrados, los sirios son llevados al centro temporal de inmigrantes en Melilla para esperar que se les garantice el estatus de refugiado, un proceso que puede tardar hasta dos meses, según la policía.
Mustafa Hamdwli, de 25 años y con una camiseta del Barcelona, esperaba a principios de este mes en las oficinas tras entrar en España con su pasaporte sirio. Ha vivido durante un año en Argelia y tardado cinco días en cruzar Marruecos para entrar en Melilla.
Antiguo estudiante de literatura inglesa en la Universidad de Alepo, quiere unirse a su hermano, que trabaja en la construcción en Alemania, para terminar sus estudios o empezar a trabajar para enviar dinero a sus padres en Siria, cuya casa fue bombardeada por la guerra.
"Me quedaré un mes en Melilla, el Gobierno español me enviará luego a Málaga. Me quedaré allí dos o tres días y después me iré en autobús a Alemania", dijo.