Por Pilar Olivares
GUARAPUAVA, BRASIL (Reuters) - Lejos de las explosiones de bombas y las sirenas constantes en su ciudad natal en ruinas de Járkov, en el este de Ucrania, Arina Hashlova, de ocho años, practica su rutina de gimnasia todos los días en su nueva escuela en Brasil.
En un departamento cercano, una familia ucraniana da las gracias antes de una comida de ensalada de repollo, arroz y pescado, agradecidos por los alimentos y la seguridad que les proporcina Brasil a 11.200 kilómetros de Jersón, el puerto del Mar Negro tomado por las tropas rusas.
"Sabemos que nuestra casa está ocupada ahora por rusos, y pusieron minas alrededor, me dijo un vecino", comentó Olga Martynchuk, desde la apacible ciudad de Guarapuava, en el sur de Brasil.
Martynchuk y otros refugiados han descubierto comodidades inesperadas en un lugar remoto a partir de la diáspora ucraniana establecida por compatriotas que huyen de otras guerras y opresión desde hace más de un siglo.
"Nunca imaginamos que aquí tendrían tradiciones y comida ucraniana, vestirse con ropa ucraniana y hablar nuestro idioma. Es muy conmovedor para todos nosotros", dijo la madre de cuatro hijos.
El trauma de la guerra aún está fresco. La madre de Arina, Maryna Hashlova, recuerda los horrores del bombardeo ruso en Járkov.
"Pensamos que terminaría pronto. Las sirenas sonaban constantemente. Nuestros hijos tenían que vestirse y esconderse en el sótano varias veces por noche", dijo.
Moscú llama al conflicto "una operación especial" para desmilitarizar y "desnazificar" a su vecino del sur.
Dos semanas después de iniciada la guerra, Hashlova decidió llevar a sus dos hijos a un país más seguro, aunque eso significaba dejar atrás a su esposo Sergiy, de 38 años, para ayudar a defender la ciudad.
A través de su iglesia, llegó a una red cristiana evangélica llamada Global Kingdom Partnership, fundada por un pastor brasileño, que ayuda a las familias ucranianas a irse a Brasil.
"Pensamos que estaba muy lejos. Nunca había planeado viajar a Brasil, ni en mis sueños. Pero decidimos aceptar esta oferta, porque es un proyecto cristiano", dijo Maryna, que recién ha podido hablar por teléfono con su marido en Járkov.
Global Kingdom Partnership proporciona alimentos y apartamentos alquilados durante un año a 11 familias en Guarapuava, una ciudad en el estado de Paraná, y ocho familias más en Prudentópolis, un pueblo cercano.
Prudentópolis, apodada "Pequeña Ucrania", tiene una gran iglesia ortodoxa cristiana que es el centro de una comunidad de descendientes de inmigrantes ucranianos. Una bandera de Ucrania cubre su fachada.
En el jardín de la iglesia, los adolescentes cantan una canción folclórica tradicional ucraniana mientras bailan en círculo tomados de la mano, un ritual que celebra el renacimiento de la naturaleza en primavera y la Pascua cristiana que marca la resurrección de Cristo.
En esta parte de Brasil, en lo más profundo de Sudamérica, se acerca el invierno.
Olga reza por la paz en Ucrania para que ella y su familia puedan regresar a casa algún día, pero no tiene idea de cuándo será.
"Hablando con franqueza, no lo sabemos realmente. Si Dios nos bendice, tal vez podamos regresar, pero no sabemos cuánto tiempo durará".
(Reporte de Pilar Olivares. Escrito por Anthony Boadle. Editado en español por Marion Giraldo)