Por Isabel Coles
MOSUL, Irak (Reuters) - El primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, se preparaba para declarar la victoria sobre el Estado Islámico en Mosul el lunes, cuando sólo unas decenas de milicianos presentaban resistencia en la que fue la capital de su autodeclarado califato durante los últimos tres años.
En la ciudad se escuchaban disparos y explosiones, mientras la coalición liderada por Estados Unidos atacaba las pocas posiciones remanentes del Estado Islámico.
"No declararán la victoria hasta que el área esté completamente asegurada", comentó el oficial del Ejército iraquí Firas Abdel Qassim, y agregó que los extremistas controlan un pequeño espacio.
Abadi se ha reunido con responsables militares y políticos en Mosul en un ambiente festivo que contrasta con el miedo que se propagó rápidamente cuando pocos cientos de milicianos del Estado Islámico capturaron la ciudad y el Ejército iraquí se desmoronó en julio de 2014.
El líder del grupo, Abu Bakr al-Baghdadi, sorprendió a Oriente Próximo y a potencias occidentales poco después al aparecer en el púlpito de la gran mezquita de al-Nuri para declarar un califato y a él como líder de los musulmanes del mundo.
A eso siguió un reino del terror que finalmente alejó incluso a musulmanes suníes que respaldaban al grupo, lo que fue una ventaja para las fuerzas de seguridad.
Baghdadi abandonó la ciudad y su paradero exacto se desconoce. Según informes estaría muerto, pero responsables iraquíes y occidentales no han podido confirmarlo.
Incluso si Baghdadi es eliminado o capturado, es improbable que eso debilite al Estado Islámico, que ahora podría desplazarse al desierto o a las montañas de Irak y librar una insurgencia parecida a la de Al Qaeda tras la caída de Sadam Husein en 2003.
Según la ONU, 920.000 civiles han huido de sus casas desde el inicio de la campaña militar para recuperar Mosul en octubre y miles han muerto.