Por Noah Barkin y Andreas Rinke
BERLÍN (Reuters) - Después de nueve meses ininterrumpidos de diplomacia alemana para desactivar la crisis en Ucrania, la canciller Angela Merkel decidió a mediados de noviembre que se necesitaba un cambio de rumbo.
Antes de la cumbre de líderes del G20 en Australia, Merkel decidió enfrentarse sola al presidente ruso, Vladimir Putin, sin el habitual grupo de intérpretes y colaboradores.
En lugar de desafiarlo sobre lo que considera una serie de promesas incumplidas, le iba a pedir al mandatario ruso que explicara exactamente qué quería en Ucrania y en otros exsatélites rusos que el Kremlin había comenzado a bombardear con propaganda.
El 15 de noviembre a las 10 de la noche, a un mundo de distancia de la creciente violencia en el este de Ucrania, ambos líderes se reunieron en el octavo piso del Hilton de Brisbane. La reunión no resultó como se esperaba.
Durante casi cuatro horas, Merkel -a quien se sumó cerca de la medianoche el nuevo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker- trató de lograr que el exagente de la KGB, que habla un alemán fluido, bajara la guardia y expresara claramente sus intenciones.
Pero todo lo que la canciller obtuvo de Putin, dijeron a Reuters funcionarios a quienes se les informó de la conversación, fueron las mismas negativas y evasivas que había estado escuchando durante meses.
"Él irradió frialdad", dijo un funcionario sobre el encuentro.
La reunión en Brisbane elevó los niveles de frustración de Berlín a nuevos límites, tras otro encuentro en Milán un mes antes, donde Putin hizo promesas sobre el comportamiento ruso en el este de Ucrania que los funcionarios alemanes dicen que fueron rotas en cuestión de días.
Merkel llegó a un callejón sin salida con Putin.
Desde febrero, cuando el presidente ucraniano prorruso Viktor Yanukovich huyó de Kiev en medio de unas protestas violentas en la plaza Maidan, Alemania tomó el liderazgo para intentar convencer a Putin de que dialogara con Occidente.
Merkel ha hablado con él por teléfono tres docenas de veces. Su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, miembro de los socialdemócratas (SPD), tradicionalmente un partido más cercano a Rusia, ha invertido cientos de horas en tratar de asegurar una solución negociada al conflicto.
Ahora, según funcionarios alemanes, se han quedado sin ideas sobre cómo persuadir al líder ruso. Los canales de comunicación con Putin seguirán abiertos, pero Berlín está preparándose para un largo distanciamiento, similar a una segunda Guerra Fría.
"Pienso que necesitamos prepararnos para un conflicto prolongado en el que Rusia usará todos los medios a su disposición", dijo Norbert Roettgen, presidente del comité de Asuntos Exteriores del parlamento alemán (Bundestag) y miembro del partido conservador de Merkel, a Reuters.
La frustración de Merkel fue evidente durante un discurso en Sídney, dos días después de reunirse con Putin. En un lenguaje inusualmente duro, acusó a Rusia de pisotear la ley internacional con un "pensamiento antiguo" basado en esferas de influencia.
"Después del horror de dos guerras mundiales y el fin de la Guerra Fría, esto pone en cuestión el orden pacífico en Europa", declaró.
No obstante, para Merkel el desafío parece estar evolucionando desde un rápido toma y daca a un juego de paciencia, en que Occidente poco a poco presiona a la complicada economía rusa con la esperanza de que Putin finalmente pestañee.
"Porque hemos descartado la guerra, alguien puede pensar que puede hacer lo que quiera con nosotros", dijo el mes pasado en una iglesia alemana donde fue bautizada a una audiencia que, como a ella, se le enseñó en su juventud el amor a la madre Rusia.
"No lo permitiremos", añadió.
(Escrito por Noah Barkin. Reporte adicional de Timothy Heritage y Gabriela Baczynska en Moscú y Gernot Heller en Brisbane. Traducido por la Mesa de Edición de Santiago de Chile. Editado por Rodrigo de Miguel)