Por Henry Esquivel
NECOCLÍ, Colombia 24 sep (Reuters) - Muchos migrantes haitianos que se dirigen al norte a través de Colombia analizan si continúan su viaje a Estados Unidos, después de que más de mil de sus compatriotas fueron deportados esta semana en la frontera estadounidense con México.
Unos 16.000 migrantes están atascados en el pueblo costero de Necoclí, en el noroeste de Colombia, esperando su turno en el limitado transporte en barco hacia las selvas del Tapón del Darién, en Panamá, donde los contrabandistas de personas guían a los grupos a través de la traicionera región.
Decenas de miles de personas pasan por Necoclí cada año, pero el levantamiento de los cierres fronterizos por la pandemia de COVID-19 ha hecho que el número de migrantes aumente, mientras el empeoramiento del embotellamiento sobrecarga los servicios públicos y sociales del pueblo.
Algunos migrantes dijeron a Reuters que analizan dónde parar en su viaje después de que Washington deportó a la nación caribeña a 1.400 personas que se habían reunido en campamentos a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México.
"Hay unos que son luchadores, batalladores que no van a desistir de sus sueños", dijo el migrante haitiano Gabriel desde el puerto de Necoclí.
Los que están decididos a ayudar a sus familias en su país pueden esperar en México antes de intentar entrar en Estados Unidos, afirmó.
"Todo el mundo está esperando la decisión del Gobierno de Estados Unidos para ver si eso se calma y cómo ellos pueden entrar para hacer el proceso migratorio", agregó.
El enviado especial de Estados Unidos a Haití renunció el jueves, criticando a la administración del presidente Joe Biden por las deportaciones "inhumanas y contraproducentes", mientras que México ha instado a los haitianos a regresar a su frontera con Guatemala para pedir asilo.
OPORTUNIDAD CORTADA
Muchos viajeros han pasado años en otros países latinoamericanos como Chile y Brasil antes de intentar el viaje hacia el norte y ahora sienten que su oportunidad de entrar en Estados Unidos puede estar cerrándose.
"Nosotros lo que queremos es que nos dejen pasar antes de que nos cierren las fronteras allá de Estados Unidos", dijo a Reuters esta semana un migrante venezolano que no quiso revelar su nombre, pero aseguró que había trabajado en Perú. "Nos van a quitar los sueños".
Colombia y Panamá acordaron el mes pasado que 500 personas podrían cruzar por día, pero funcionarios locales han pedido repetidamente aumentar la cuota, diciendo que es demasiado baja para seguir el ritmo de los hasta 1.500 migrantes que llegan a Necoclí diariamente.
Los emigrantes -muchos con niños pequeños- se agolpan en los hoteles o duermen en la playa, esperando en interminables filas bajo la lluvia torrencial para conseguir un billete de barco.
Cuando por fin llega su turno, se ponen chalecos salvavidas, con sus pertenencias bien empaquetadas y protegidas de las salpicaduras con cinta adhesiva. El viaje por el Golfo de Urabá dura apenas una hora.
Un portavoz de la autoridad migratoria colombiana dijo que respeta el cupo de Panamá y que ya se han vendido los billetes para cruzar en barco hasta mediados de octubre.
El presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, dijo el jueves ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que más de 80.000 emigrantes irregulares han pasado por su país este año, por lo que pidió ayuda internacional, diciendo que está gastando su limitado presupuesto en la atención a los migrantes.
Algunos, al menos, parecían abandonar sus sueños de llegar a Estados Unidos.
"Cuando yo llegue a México voy a parar allá", dijo un migrante haitiano que no quiso dar su nombre. "Yo no quiero entrar a Estados Unidos ahora".
(Reporte de Henry Esquivel. Escrito por Julia Symmes Cobb. Traducido por Luis Jaime Acosta)