Por Edith Honan
GARISSA, Kenia (Reuters) - Los militantes somalíes prometieron el sábado realizar una larga guerra contra Kenia y teñir sus ciudades "de rojo con sangre", después de que los combatientes del grupo matasen a cercad de 150 personas durante un asalto contra una universidad de Kenia.
En el peor derramamiento de sangre en Kenia en casi dos décadas, cuatro hombres armados la milicia islamista al Shabaab protagonizaron una masacre el jueves, ejecutando a estudiantes en el campus de Garissa, una ciudad del noreste del país a 200 km de la frontera somalí.
El ataque ha puesto a Kenia en alerta y ha atemorizado a las congregaciones cristianas, que quedaron horrorizadas por los testimonios de los supervivientes al recordar cómo los militantes eligieron a los cristianos como rehenes y los mataron, aunque perdonaron a algunos musulmanes.
En un mensaje dirigido al público keniano, el grupo alineado con al Qaeda dijo que el ataque fue la respuesta por la presencia militar de Kenia en Somalia y el mal trato a los musulmanes en Kenia.
"Ninguna precaución o medidas de seguridad podrán garantizar vuestra seguridad, rechazar otro ataque o evitar otro baño de sangre en vuestras ciudades", dijo el grupo en un correo electrónico recibido por Reuters en la capital somalí.
Dijo que teñiría las ciudades "de rojo con sangre", añadiendo: "Esta será una larga y espantosa guerra de la que vosotros, el pueblo keniano, son sus primeras víctimas".
La cifra de muertos en el ataque a Garissa alcanzan las 148, dijo el ministro del Interior Joseph Nkaissery el viernes por la tarde, añadiendo que la policía estaba entrevistando a cinco sospechosos tras realizar tres detenciones más el viernes.
La Cruz Roja de Kenia dijo que había encontrado a una superviviente el sábado en la universidad, dos días después de que terminara el ataque.
El asalto el jueves fue el más mortífero en la nación de África oriental desde 1998, cuando al Qaeda bombardeó la embajada de Estados Unidos en la capital, Nairobi, y mató a más de 200 personas.
ESCEPTICISMO
El baño de sangre ponía más presión sobre el presidente Uhuru Kenyatta, quien ha pasado dificultades para detener las frecuentes escaramuzas con disparos y granadas que han mermado la imagen de Kenia en el extranjero y que ha puesto de rodillas al vital sector turístico en el país.
Los medios locales, cuya cobertura ha sido inusualmente aburrida debido a una nueva ley que les prohíbe mostrar imágenes que puedan crear "miedo" al público, han sido escépticos sobre la última promesa del Gobierno para detener la violencia.
"Las habituales afirmaciones de que se está reforzando la seguridad y de que se intensifica la vigilancia se han convertido en algo hueco", dijo el diario de mayor tirada, el Daily Nation, en un editorial.
Más de 400 personas han muerto a manos de al Shabaab en suelo keniano desde que Kenyatta está en el poder, desde abril de 2013, entre ellos 67 que murieron en septiembre de aquel año durante un asedio a un centro comercial en Nairobi.
Temerosos de nuevos ataques, los propietarios de centros comerciales de Nairobi y de la ciudad portuaria de Mombasa han pedido una mayor protección y han reforzado la seguridad privada.
"Tenemos más policía armada y secreta. Todo el mundo está en alerta ahora", dijo el propietario de un centro comercial de Nairobi frecuentado por occidentales.
La policía ha puesto agentes armados en los principales edificios públicos de su costa.
"Los agentes están en todas partes en tierra y aire. Tenemos dos helicópteros que vigilarán la zona de la costa, especialmente lugares públicos llenos, durante Semana Santa y después", dijo Robert Kitur, jefe de Policía de una región costera de Kenia, a Reuters.