Esta semana vuelve a hablar el presidente de la Reserva Federal. ¿Qué dirá?. Fácil respuesta. Caben tres posibilidades y todas ellas conducen a un mismo camino: Incertidumbre y artificio.
1. Retirada de los estímulos: 85.000 millones de dólares mensuales es la cifra. Ahí queda eso. Sus resultados son los no esperados. Por eso, quizá retire paulativamente esa ingente cantidad de dinero a cargo de la deuda norteamericana.
2. Que siga con las políticas. Los efectos no se han visto pero es fácil tomar la decisión de seguir inyectando hasta que surja efecto. Eso ya lo dijo la pasada semana pero el fin de semana se ha hecho largo. La deuda es grande, y más que lo va a ser si se sigue en esta dinámica. Tanto que habrá que pedir limosna si la economía de EE.UU no se reactiva según lo esperado.
3. Que diga cosas que nadie entiende y se interprete por todos de manera confusa. Que el mercado interprete cosas diferentes por parte de los diferentes agentes e individuos. Eso daría pié a un liberalismo que quizá en estos momentos no es lo más aconsejable.
La cuarta la pongo yo. Quizá la más irreal a estas alturas pero con el mismo grado de probabilidad que las tres anteriores. Su fracaso es tal, y el coste de sus malas decisiones es tal, que Bernanke está pensando a quién deja el marrón. Así lo hizo su antecesor Greenspan antes de que empezará el Carnaval en 2007. Quizá sea la decisión más inteligente. Ni él mismo, por el desgaste del puesto y por credibilidad de las economías podría regenerar lo destruido.
La economía norteamiericana no crece, se endeuda, sus índices reflejan la artificialidad, su hegemonía y soberanía económica mundial empiezan a debatirse.
Hacen falta aires nuevos que den confianza y eso precisamente es lo que requiere la economía en todos sus estados.