A grandes rasgos, los retornos que genera una determinada inversión en el mercado están dados por dos grandes variables: los fundamentos del activo en cuestión y las expectativas que tenga el mercado sobre dichos fundamentos. Estas variables están íntimamente relacionadas, aunque la relación entre fundamentos y expectativas puede ser más compleja e intrincada de lo que suele pensarse.
Muchas veces sucede que las expectativas reaccionan en forma exagerada frente a la información fundamental. Esto es muy habitual cuando el mercado extrapola exageradamente los datos de corto plazo hacia el futuro de largo plazo. Cuando una compañía reporta ventas o ganancias por debajo de las expectativas en un trimestre, puede suceder que los precios del activo caigan más allá de lo que sería razonable, ya que el mercado suele ponderar en forma exagerada la información reciente de corto plazo.
Estas exageraciones del mercado pueden darse tanto en movimientos alcistas como bajistas de precios, aunque suelen ser más fuertes cuando los precios se mueven a la baja, ya que los temores de los inversionistas muchas veces generan incrementos abruptos de volatilidad.
No solo los fundamentos influyen sobre las expectativas, sino que en algunos casos, las expectativas de los inversores pueden influir también considerablemente sobre los fundamentos del activo.
En el caso de las acciones, por ejemplo, muchas empresas suelen emitir nuevas acciones en el mercado para conseguir financiamiento. Cuando las expectativas son positivas y el precio de las acciones es elevado, entonces la firma puede acceder a nuevos fondos fácilmente y bajo condiciones favorables. En cambio, cuando el precio de las acciones refleja expectativas pesimistas puede complicarse el acceso a financiamiento. Es decir: en este caso, las expectativas influyen materialmente sobre el acceso a financiamiento, una variable clave desde el punto de vista fundamental.
Las expectativas del mercado pueden influir considerablemente sobre la dirección estratégica de la compañía, y una de las tareas más importantes que muchas veces enfrentan los directivos de las empresas es la de alinear favorablemente las expectativas del mercado para poder llevar adelante su estrategia de negocios.
Cuando el mercado no confía en el equipo directivo de la empresa, esto se verá claramente reflejado en una performance decepcionante en el precio de sus acciones. Entonces, es probable que la junta de accionistas proponga un cambio en la dirección estratégica del negocio o directamente decida reemplazar a los principales directivos. Esto significa que incluso un buen plan estratégico a largo plazo debe generar en el corto plazo los consensos suficientes en el mercado para que este plan pueda llevarse adelante.
En los mercados de crédito, el impacto de las expectativas puede ser incluso más determinante. Esto vale tanto para el crédito corporativo como para el crédito soberano. Es decir, tanto las empresas como los países necesitan trabajar sobre las expectativas del mercado para tener acceso al financiamiento, más allá de los indicadores de fortaleza fundamental, que son indiscutiblemente importantes.
El acceso al crédito está estrechamente ligado con el nivel de confianza y las expectativas de los inversores. Es prácticamente imposible que un país o una compañía puedan cancelar todas sus deudas en tiempo y forma si el mercado no está dispuesto a re-financiar al menos parte de los vencimientos.
En general, cualquier tipo de plan financiero trabaja con diferentes supuestos al respecto de qué porcentaje de la deuda existente va a ser renovada a la fecha de vencimiento, más allá de si se emite o no nueva deuda neta en el período. Así las cosas, cuando se pierde la confianza al respecto de la capacidad de pago, se produce una escasez de fondos, lo cual lleva efectivamente a una situación de insolvencia financiera.
Dicho de otra forma, si suponemos dos países que son exactamente iguales en cuanto a su nivel de endeudamiento, tasas de crecimiento económico y demás variables fundamentales, es perfectamente posible que uno de estos países enfrente problemas financieros ante un deterioro de las expectativas del mercado, mientras que el otro país con los mismos fundamentos no sufra los mismos problemas ya que cuenta con la confianza de los inversores.
Por supuesto que a largo plazo existe una clara relación entre la salud fundamental de un activo y las expectativas del mercado. Es difícil que estas dos variables se mantengan demasiado disociadas a medida que pasan los años.
Sin embargo, la relación entre fundamentos y expectativas de mercado suele ser más compleja y cambiante de lo que solemos pensar, y así como los fundamentos influyen sobre las expectativas, las expectativas del mercado pueden impactar considerablemente sobre los fundamentos.
Cuando se analizan los escenarios de crisis financieras en diferentes países, es habitual tener la sensación de que la crisis se desata demasiado rápidamente, y el estallido de la crisis muchas veces no puede explicarse por un cambio abrupto de los fundamentos.
Sucede que el deterioro de los fundamentos suele ser gradual y paulatino, pero la crisis estalla rápidamente cuando el mercado pierde la confianza. Esto puede estar asociado a algún evento disparador o simplemente darse por un cambio de expectativas en el mercado.
Sucede también que luego, las expectativas impactan sobre los fundamentos. Un país que enfrenta un escenario de crisis financiera suele verse afectado por un aumento de los intereses de la deuda, una caída en los niveles de actividad e incertidumbre política, entre otras variables que dificultan la salida de la crisis.
No alcanza solo con buenas expectativas para salir de una crisis, es absolutamente necesario implementar las modificaciones del caso en las variables fundamentales. Aclarado esto, incluso haciendo las cosas bien desde lo fundamental, es necesario revertir la pérdida de confianza para salir adelante en una crisis financiera. Esto significa que un país en un escenario de crisis necesita trabajar tanto sobre los fundamentos como sobre las expectativas.