A la hora de analizar inversiones se habla con mucha frecuencia sobre si un activo se encuentra sobrevaluado o subvaluado. Sin embargo, suele existir una notable confusión al respecto de cómo analizar la valuación de un activo financiero, y un enfoque demasiado simplista al respecto puede llevarnos a cometer graves errores cuando buscamos precios de oportunidad en el mercado.
Herramientas de valuación
El método más consistente desde el punto de vista teórico para valuar un activo es el de los flujos de fondos descontados. Este método implica estimar los flujos de efectivo que la compañía va a generar en el futuro y luego descontar esos flujos en el tiempo para obtener el valor presente de los mismos. De esta manera, obtenemos una estimación sobre cuál es el valor intrínseco del negocio.
Por otro lado, esta metodología presenta algunas dificultades importantes desde el punto de vista práctico. En primer lugar, se requieren proyecciones de largo plazo sobre el futuro del negocio, y dado que estas estimaciones conllevan un elevado margen de error, el cálculo del valor intrínseco del negocio acarrea necesariamente un margen de error considerable.
Utilizar ratios de valuación es una metodología más simple e intuitiva. Por ejemplo, se pueden utilizar ratios como precio-ganancias, precio-ventas, o precio-flujo de caja, entre muchas otras posibilidades. El objetivo es comparar diferentes empresas y sus valuaciones frente al promedio de valuación del mercado o contra el promedio de valuación de la industria.
En general, conviene prestar atención a diferentes indicadores de valuación para tener una mirada más integral sobre la valuación de las acciones desde múltiples puntos de vista. En el mismo sentido, es importante analizar no solo la valuación actual de diferentes alternativas de inversión, sino también cómo estas valuaciones han evolucionado en el tiempo.
Una de las grandes debilidades de muchos ratios de valuación es que no tienen en cuenta las diferentes tasas de crecimiento. Si una firma tiene un crecimiento esperado mucho mayor que otra, entonces cada dólar de ganancia en la empresa de alto crecimiento es obviamente más valioso para el accionista. En otras palabras, resulta obvio que la compañía de mayor crecimiento debería cotizar a un ratio precio-ganancias más elevado.
Una buena alternativa en estos casos es recurrir al ratio PEG o precio-ganancias-crecimiento. Este indicador se obtiene dividiendo el ratio precio-ganancias por la tasa de crecimiento esperada en las ganancias (G es por growth, crecimiento en inglés). Al tener en cuenta las diferentes tasa de crecimiento, el ratio PEG puede ser una herramienta más valiosa que otros indicadores de valuación cuando las compañías analizadas ofrecen tasas de crecimiento dispares.
Una mirada dinámica de las valuaciones
Los datos estadísticos demuestran que existe una relación inversa entre los ratios de valuación y el retorno de las acciones en el largo plazo. Es decir, las compañías con valuaciones bajas suelen generar mayores retornos para los accionistas, aunque en los últimos años esta relación no se ha mantenido vigente, ya que muchas de las alternativas más rentables en el mercado han sido los activos de alto crecimiento con valuaciones por encima del promedio.
En buena medida, el retorno superior de las empresas con bajas valuaciones se debe a que el mercado suele exagerar los factores de negatividad. Cuando una compañía atraviesa dificultades o reporta resultados decepcionantes, los precios en el corto plazo suelen caer excesivamente en relación con el valor de equilibrio a largo plazo.
Sin embargo, esta relación estadística entre valuaciones y retornos no nos dice demasiado al respecto de cada caso en particular. Comprar una acción solo porque los ratios de valuación lucen atractivos generalmente suele ser un grave error.
Se conoce con el nombre de trampa de valor a una alternativa de inversión que luce excepcionalmente atractiva en función de su valuación, pero que sin embargo, tiende a generar retornos decepcionantes y en muchos casos incluso grandes pérdidas para el inversor.
Cuando los fundamentos del negocio se están deteriorando en forma permanente, entonces los ratios de valuación no son para nada ilustrativos. Es decir, puede ser que el ratio precio-ganancias se tentadoramente bajo. Sin embargo, en caso de que las ganancias de la empresa estén en permanente declive, el mercado va a incorporar este dato en la valuación, y es posible que los niveles de valuación jamás se recuperen si la compañía no logra revertir la caída en sus ganancias.
Una buena manera de aproximarse a estas situaciones es tratar de comprender cuáles son las expectativas incorporadas en el precio del activo. Si una acción está barata, esto habitualmente es por algún motivo. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué piensa el mercado sobre la compañía, y cómo difieren mis expectativas de las expectativas del mercado?
Por ejemplo, puede suceder que un activo caiga abruptamente de precios frente a un reporte de resultados decepcionantes. Si el inversor considera que el mercado exagera su preocupación y los problemas de la empresa son más transitorios que permanentes, entonces puede considerar que está frente a una oportunidad de compra.
El punto central es que los ratios de valuación pueden ser herramientas muy útiles para la toma de decisiones, pero analizar una inversión a fondo implica ir mucho más allá de una comparación de ratios. Encontrar oportunidades de inversión en activos subvaluados implica detectar situaciones en las cuales el inversor pueda justificar el porqué considera que los ratios de valuación van a aumentar en el futuro.