La calidad de un activo es una característica muy valorada, aunque no siempre existe un consenso al respecto de qué significa y cómo evaluarla. Analizamos algunos aspectos importantes a tener en cuenta cuando se trata de seleccionar activos en base a su calidad.
¿Qué es un activo de calidad?
No existe necesariamente una definición unívoca al respecto de lo que significa el concepto de calidad en los mercados, pero podemos señalar algunas características clave que hacen a la calidad de un activo en particular.
En términos generales, cuando hablamos de una compañía de calidad nos referimos a negocios con una evolución financiera predecible, atractivos márgenes de rentabilidad y un balance sólido. Muchas veces los activos de alta calidad son aquellos que generan grandes sumas de efectivo excedente, lo cual les permite compensar a los accionistas con generosos dividendos y recompras de acciones.
Si bien los indicadores financieros nos dicen mucho sobre la calidad de una empresa, es importante tener en cuenta que los números reflejan los fundamentos del negocio. En el fondo, debemos prestar mucha atención a los aspectos fundamentales cualitativos para asegurarnos de que los indicadores financieros sean sustentables en el tiempo.
En este sentido es clave el contexto de la industria en general, incluso una gran compañía puede ser una inversión desacertada cuando la industria en la que opera se encuentra en declive permanente.
En lo que respecta a la firma en concreto, las fortalezas competitivas del negocio son un aspecto determinante. Nos referimos a las herramientas con las cuales cuenta para proteger sus ventas y ganancias de la competencia.
En un contexto de mercados competitivos, el éxito de una empresa atrae a la competencia, y esto puede terminar impactando negativamente sobre los volúmenes de venta y los márgenes de ganancias. Entonces las fortalezas competitivas de la compañía determinan si la actuación financiera es sustentable en el tiempo o no.
Algunos ejemplos típicos de factores que hacen a las fortalezas competitivas de una compañía pueden ser una marca valiosa, ventajas de costes en base a escala de negocios, patentes exclusivas o mercados regulados, entre muchas otras posibilidades.
Resulta importante comprender cuáles son las fuentes de fortalezas competitivas de una empresa en particular, y evaluar además si estas fortalezas se están ampliando o disminuyendo para tener una mirada que abarquee la calidad del negocio en cuanto a sus fundamentos de fondo.
La honestidad e idoneidad del equipo directivo es otro de los puntos salientes al respecto. Puede resultar relativamente sencillo para una compañía mejorar sus resultados financieros a corto plazo mediante modificaciones de las políticas contables o recortando inversiones en áreas como investigación y desarrollo. Sin embargo, estas mejoras cortoplacistas en sus cuentas muchas veces tienen un impacto negativo a largo plazo.
Una compañía de calidad debe, entonces, contar con un equipo de gestión probado en el tiempo, y que además priorice la salud del negocio a largo plazo por encima de los resultados financieros en el corto plazo.
La calidad reflejada en los números
No necesariamente una compañía de calidad debe tener un crecimiento vertiginoso. Por el contrario, muchas veces se trata de líderes de mercado en industrias maduras, lo cual limita la capacidad de estas firmas para incrementar agresivamente las ventas.
Sin embargo, cuando existe un deterioro sostenido en las ventas de la compañía estamos frente a un factor de incertidumbre que afecta sustancialmente a su calidad. Esto significa que una empresa de calidad debe tener la capacidad para generar incrementos consistentes de ventas en el largo plazo, incluso si la tasa de crecimiento es bastante modesta.
Los indicadores de rentabilidad son probablemente la variable más importante en lo que respecta a ratios financieros y lo que éstos reflejan sobre la calidad del negocio. En este sentido podemos diferenciar dos clases de indicadores diferentes: aquellos que miden los márgenes de rentabilidad sobre las ventas o sobre el capital de la firma.
El margen bruto de ganancias mide la rentabilidad del negocio después de pagar los gastos directos de producción, como el coste de la mercancía vendida. El margen operativo está basado en las ganancias operativas de la firma, e incluye otros rubros de costes, como gastos generales y administrativos.
Cuando la firma retiene un porcentaje elevado de las ventas en forma de ganancias, especialmente si los niveles de rentabilidad son superiores a los de otras compañías en la misma industria, esto nos dice mucho sobre su fortaleza financiera y la calidad del negocio.
También es importante analizar los márgenes de rentabilidad en relación con el patrimonio. Por ejemplo, suele medirse la capacidad de la firma para generar ganancias por cada euro en activos (ROA), patrimonio neto (ROE) o capital invertido (ROI).
Más allá de las diferencias conceptuales, queda claro que mientras más eficiente sea el negocio en términos de generar resultados por cada euro de capital, mayor será también el potencial de las acciones en cuanto a su capacidad de producir retornos atractivos para el inversionista.
Es definitiva, una empresa de alta calidad es generalmente un negocio con una rentabilidad superior al promedio. Dado que a largo plazo el precio de las acciones refleja el valor de la compañía, resulta sencillo comprender cómo invertir en negocios de calidad puede generar retornos atractivos en el tiempo.