Los registros oficiales sobre la evolución del mercado laboral estadounidense siempre han sido el dato con mayúsculas que aguardaban los traders. Cada primer viernes de mes, casi religiosamente, los pequeños inversores y especuladores se marcaban esta fecha en rojo en el calendario para recordarse que ese es el mejor momento para estar fuera del mercado y que operar estas granes citas estaba solo al alcance de los más osados.
Las grandes manos del mercado y las máquinas guiadas por algoritmos podían hacer estragos en esos momentos y cualquier dato ligeramente alejado de las estimaciones del consenso de los analistas podría traducirse en movimientos bruscos y fuertes sacudidas del mercado que zarandearan las divisas.
En los últimos meses, la importancia de estas cifras y la “datitis” aguda del mercado llegó a un punto en el que un dato de inflación salarial por encima de las expectativas encendió todas las alarmas en la siempre hipersensible Wall Street, provocando uno de los mayores episodios de ventas masivas de la última década, allá por el mes de febrero.
Solo un mes después, el primer viernes del mes de marzo, la historia fue justa la contraria, unos datos de empleo soñados por Wall Street desataron el optimismo entre los inversores, que dieron rienda suelta a las compras.
Cuatro semanas después, todos los que seguimos los datos nos preparamos para el rock and roll y los fuegos artificiales, esperamos entusiasmados el momento, contemos la respiración, se publican unos datos jugosos con variaciones importantes… Y la reacción del mercado es poco más que discreta. Decepcionan los datos y me cabreo yo, que tengo que tratar de buscarle un motivo al escaso entusiasmo del mercado ante unos datos que tenían bastante miga.
En primer lugar, la creación de empleo se ha quedado muy lejos de lo previsto por el mercado y lo pronosticado por la consultora privada ADP el pasado miércoles. Los primeros veían la creación de empleo deteniéndose ligeramente por debajo de los 200.000 nuevos puestos de trabajo, y los segundos la elevaban por encima de los 240.000. El resultado definitivo: escasamente por encima de los 100.000
Además de suponer una fuerte desaceleración frente a los más de 300.000 empleos generados en un mes tan corto como febrero, las cifras conocidas hoy son el peor dato del último semestre y el segundo peor de los últimos doce meses.
La razón más lógica para justificar la frialdad del mercado antes un dato tan jugoso por lo alejado de las previsiones como el de hoy tal vez la podamos encontrar en la evolución de las pagas de los trabajadores.
Si bien se ha vuelto a ver una nueva aceleración de la tan temida inflación salarial que haría que la Reserva Federal (Fed) se mostrase mucho más agresiva antes su potencial impacto en el IPC, lo cierto es que en ambos casos, tanto la evolución de en dos décimas de la progresión mensual (+0,3%) al avance en una décima de la lectura interanual (+2,7%), estaban previsto por los analistas y por tanto descontado por el mercado (al menos lo primero).
Lo que sí que no estaba previsto fueron el nuevo descenso de la tasa de participación laboral, ni el estancamiento de la tasa de desempleo en el 4,1%. Tras acumular meses y meses de sucesivas caídas, la tasa de paro se resiste con uñas y dientes a caer hasta el 4%, una cifra que no se ve desde el año 2000.
Ahora, todos los analistas nos explican que los datos no son para tanto y que no alteran en nada el escenario de la Fed, que la inflación salarial está en línea con las expectativas y que la desaceleración del mercado laboral es incluso buena, por que demuestra que la economía no se está sobrecalentando.
Me parece bien. Nada que objetar y no dudo de que tengan toda la razón del mundo, pero eso no evita que la primera reacción al dato, la visceral, la de los incautos, los apostadores y los osados, la de las manos fuertes, las máquinas y los tiburones que se comen a todos los anteriores, esa reacción, haya sido bastante discreta; 25 pips arriba y otros 36 abajo.
Obviamente, hablo del euro porque escribo desde Europa, pero el euro como tal simplemente se dedica a dejarse llevar y el que realmente marca el ritmo de este baile es el dólar. Una vez remarcado esto, digamos que a modo de atenuante para los más susceptibles, vemos en el gráfico sobre estas líneas que el verdadero movimiento importante del día vino minutos después, con las nuevas declaraciones de Donald Trump y la respuesta oficial de China que echan más leña al fuego de la guerra comercial.
Esto es así porque al euro, al dólar, a las materias primas, a los bonos y a los índices bursátiles han llegado a un punto de hartazgo dentro ciclo actual que les preocupa más un buen culebrón que lo que tengan que decir los datos macroeconómicos. Algo parecido a lo que pasa al crudo con la OPEC, que ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio.
Hoy Estados Unidos y China han vuelto lanzarse amenazas insinuaciones y un montón de material especulativo, pero realmente nada que no supiéramos a las 14.30 horas, cuando el Departamento de Trabajo estadounidense publicaba su informe mensual.
¿Más bravuconería y endurecimiento de posturas? Sí, pero la situación parece que no se ha movido mucho desde ayer por la noche. ¿Han cambiado los datos conocidos hoy la foto fija del mercado laboral estadounidense? El gráfico de barras dice que sí. Un pequeño toque de atención si se prefiere, muy pequeño y matizado, pero hasta ahora, el mercado siempre había tomado estas cosas con mucha más seriedad.
Aún así, pese al sprint alcista a costa de un muy golpeado dólar, el rango del EUR/USD en la sesión no llega los 75 pips. Llevamos dos meses en los que el euro ha ido perdiendo las ganas de cualquier cosa, ni datos macro, bancos centrales logran sacarlo de su apatía. Hasta el propio Mario Draghi ha pinchado en hueso a la hora de tratar de darle un empujón en la dirección adecuada.
Hay que remontarse más de un año atrás para ver al euro moviéndose tan plano durante tanto tiempo y la necesidad constante de Donald Trump de tener siempre un enemigo con el que juega a la guerra, ya sea a la nuclear con Corea del Norte, a la comercial con China o la fronteriza con México, no permiten al euro ni al dólar disfrutar de los buenos momentos que da la vida y soltarse la melena para bailar al son de los datos macro. Una pena.