- Reino Unido demuestra que la mala praxis fiscal podría ser aún peor que los errores de política monetaria
- El foco de atención se desplaza hacia la Fed, ya que el elevado IPC de EE.UU. confirma una fuerte subida de tipos
- El vacío político limita las iniciativas mientras EE.UU. sigue absorto en las elecciones de mitad de mandato
En el tira y afloja entre la política monetaria y la fiscal, podemos ver, a partir de la experiencia de Reino Unido, que si bien los tipos de interés elevados y la recesión podrían ser resultado de errores de los banqueros centrales, hace falta un Gobierno para causar verdaderos estragos.
La implosión total del Gobierno de Liz Truss ya le ha costado el puesto a su efímero ministro de finanzas, Kwasi Kwarteng, y muchos apuestan a que a la propia Truss sólo le quedan días o semanas como primera ministra, no meses.
El sustituto de Kwarteng, Jeremy Hunt, parece ser una opción fiable, pero el gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, dice que el malogrado "mini-presupuesto" dejará un legado de mayor inflación y tipos de interés más elevados, incluso después de que Hunt haya revertido en su mayor parte esas políticas.
El rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 30 años (los más perjudicados por la crisis de las pensiones que lo acompañan) volvió a bajar al 4,37% el lunes después de que Hunt diera un giro de 180 grados a los recortes de impuestos y subsidios, desde sus máximos de casi un 4,9% del viernes, todavía muy por encima del 3,3% antes de que Truss se convirtiera en primera ministra y el minipresupuesto fuera todavía un destello de esperanza en los ojos de Kwarteng.
Sin embargo, Reino Unido es una especie de espectáculo secundario en este momento, ya que la atención de los inversores mundiales vuelve a centrarse en la Reserva Federal de Estados Unidos. Allí, las noticias van de mal en peor.
El índice de precios al consumo de Estados Unidos correspondiente a septiembre resultó más elevado de lo previsto, un 8,2%, lo que ha frustrado cualquier esperanza de que la Reserva Federal ceda en su empeño de subir los tipos.
Las actas de la reunión del 20 y 21 de septiembre del Comité Federal de Mercado Abierto, publicadas la semana pasada tras la habitual espera de tres semanas, no se andan con rodeos:
"Muchos participantes han hecho hincapié en que el coste de hacer demasiado poco para frenar la inflación probablemente supera el coste de hacer demasiado".
Los responsables de la política monetaria prefieren pecar de precavidos. La idea parece ser que incluso una dañina recesión ahora sería preferible a un aumento de la inflación y una recesión aún más profunda más adelante.
No obstante, los fondos de cobertura y otros operadores que suelen ser bastante inteligentes apuestan por un cambio por parte de los responsables de la política monetaria de la Fed, que suspenderán sus subidas y bajarán los tipos el año que viene cuando se enfríe la inflación. Esto no ocurrirá en la próxima reunión de los días 1 y 2 de noviembre. A falta de un descenso demostrable de las medidas de inflación, ese cambio podría producirse dentro de unos meses.
Casi todo el mundo espera que la Fed suba sus tipos de interés por cuarta vez consecutiva el mes que viene, y algunos incluso esperan una subida de un punto porcentual. Una subida similar podría producirse en la reunión de mediados de diciembre.
Y hablando de Gobiernos que causan estragos, los funcionarios estadounidenses están tan centrados en las elecciones de mitad de mandato que se celebrarán dentro de unas semanas, que el presidente Joseph Biden se ha convertido en el principal negacionista de la inflación y la recesión, a pesar de todas las pruebas en contra. Las elecciones del 8 de noviembre, que podrían suponer un cambio de control en ambas cámaras del Congreso, llegan en un mal momento para los demócratas, pero el año pasado tuvieron la oportunidad de cortar la inflación de raíz y no la aprovecharon.
El exsecretario del Tesoro, Larry Summers, dijo la semana pasada que frente a todos los problemas de la economía mundial:
"Creo que aquéllos que tienen que sofocar el fuego siguen sin acudir en nuestra ayuda".
Se refiere sobre todo al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, que reciben órdenes de Estados Unidos, pero sus declaraciones podrían abarcar también a la Reserva Federal y al propio Gobierno estadounidense.
"Tenemos el conjunto de retos más complejo, dispar y transversal que creo recordar en los 40 años que llevo siguiendo este asunto", dijo Summers el viernes en la reunión anual del Instituto de Finanzas Internacionales.
El vacío de liderazgo se debe no sólo a la preocupación de los políticos de cara a las elecciones, sino también al triste hecho de que tenemos a una banquera central, Janet Yellen, como funcionaria del Gobierno a cargo de la mayor economía del mundo, y a una política, Christine Lagarde, a cargo del segundo banco central más importante del mundo. Ambas están muy por encima de sus posibilidades y no son capaces de respaldar ninguna iniciativa significativa.
La crisis política y financiera de Reino Unido podría ser presagio de lo que se avecina a escala mundial. Como dijo Summers la semana pasada cuando advirtió de que la crisis de Reino Unido podría anunciar temblores a escala mundial:
"Cuando hay temblores, no siempre hay terremotos, pero probablemente se debería pensar igualmente en la protección contra los terremotos".