En el último trimestre, la economía estadounidense ha experimentado un crecimiento excepcional del 4,9%, un ritmo que sorprendió tanto a los analistas como a los inversores. Este nivel de expansión se acerca al promedio anual de China, una economía conocida por su rápido desarrollo y potencial de crecimiento. En este mismo período, la bolsa ha retrocedido más de un 10%, lo que representa la mayor caída acumulada del año. Analizar cuáles son las razones que llevan a este resultado es, a nuestro juicio, fundamental para entender el contexto económico actual. Además de leer este artículo, te invitamos a ver el vídeo que lo acompaña, en el que encontrarás datos y referencias adicionales que soportan nuestra tesis principal.
Las razones detrás de este impresionante crecimiento económico son múltiples. El robusto consumo, particularmente en el sector de servicios, ha sido uno de los principales impulsores de esta tendencia. Este aumento en el gasto de los consumidores ha sido empujado en parte por un sólido crecimiento del crédito al consumo del 23,6% en los últimos 12 meses, reflejando la confianza de los consumidores y su disposición a asumir deudas.
Además, la política fiscal expansiva implementada por la Administración Biden ha sido fundamental para mitigar los efectos adversos de la rápida y profunda subida de los tipos de interés, que ha alcanzado un notable 5,5%. Esta medida ha ayudado a amortiguar el impacto de los aumentos de los costos de endeudamiento, permitiendo así que el crecimiento económico se mantenga en niveles saludables.
Sin embargo, a pesar de estos logros económicos, existen riesgos considerables que plantean desafíos para el futuro de la economía estadounidense. La creciente deuda pública se destaca como uno de los mayores problemas, ya que un mayor endeudamiento público podría aumentar la factura de intereses netos, reduciendo el potencial de crecimiento económico a largo plazo. Esta situación subraya la importancia de abordar la gestión de la deuda de manera efectiva para garantizar la estabilidad y la sostenibilidad económica a largo plazo. Fue el propio Jerome Powell quien, en su última comparecencia pública, calificó de “insostenible” esta situación, pero no es el único. El Bureau of the Fiscal Service, dependiente del Departamento del Tesoro, emitió hace meses un informe con proyecciones hasta el año 2097 en el que indica que el camino fiscal actual es insostenible. De esta cuestión hablamos hace tres semanas largo y tendido en Inversores Institucionales. Parece que, una vez más, los técnicos contradicen a los políticos, algo que desgraciadamente ya no sorprende a nadie.
Además, existe la preocupación de un potencial evento de crédito, que podría afectar a las entidades financieras, aseguradoras y planes de pensiones. Las pérdidas latentes acumuladas en las carteras de renta fija podrían resultar perjudiciales si se materializan, lo que podría desencadenar una crisis financiera de gran envergadura. En este sentido, los resultados reportados por los grandes bancos no son representativos de esta situación, ya que contablemente no están obligados a aflorar estas pérdidas mientras sean títulos de deuda que pretendan mantenerse hasta vencimiento. Existe entre los inversores una creencia de que son los bancos regionales los más expuestos, pero no hay razones fundamentadas que hagan pensar que este mismo problema no pueda extenderse a entidades de mayor tamaño.
A pesar del sólido crecimiento económico en el último trimestre, los mercados financieros han experimentado una volatilidad significativa, con una caída superior al 10%. Esta caída se ha atribuido a una serie de factores, incluyendo la estacionalidad propia de los meses de agosto y septiembre, así como el conflicto entre Israel y Hamás en Oriente Medio, que plantea el riesgo de una escalada a nivel internacional —este hecho podría tener consecuencias no sólo en los precios de algunas materias primas, sino incluso a acuerdos comerciales entre países, lo que supone una presión adicional sobre el crecimiento económico—. Además, la campaña de resultados mixta de las llamadas "7 magníficas" también ha contribuido a la incertidumbre del mercado.
En este contexto, surge la interrogante acerca de si las caídas en los mercados bursátiles anticipan una recesión futura o si, por el contrario, representan una oportunidad de compra a medio y largo plazo. Según nuestros modelos, el comportamiento sectorial indica una probabilidad implícita de recesión del 47%. Sin embargo, los inversores parecen estar respondiendo a esta incertidumbre mediante la compra de valores en el sector tecnológico y en compañías de crecimiento, lo que sugiere un persistente optimismo en cuanto al futuro de la economía. La aparente agonía de los inversores que están viendo cómo en los últimos meses se han volatilizado una parte importante de la revalorización acumulada en el año, quizá no sea tal, ya que estamos observando que, desde finales del mes de julio, las compañías Growth han contabilizado entradas de flujos netos de efectivo por valor de 18.000 millones de dólares. Además, la ley de sentimiento contrario sugiere que muchos inversores están a la espera de un repunte en los mercados, dado el incremento en el pesimismo en las últimas semanas. En este sentido, nuestro indicador FRT se sitúa en zona de compra, debido al hecho de que ningún sector del S&P500 es alcista, y que el mercado está sumido en una fuerte tendencia bajista. Estamos a tan sólo un 9% de alcanzar una situación de pánico que ni siquiera se llegó a vivir en los mínimos de octubre de 2022. Por último, la naturaleza alcista propia de la estacionalidad de este trimestre también podría estar alentando a algunos inversores a aprovechar las caídas. Todos estos motivos parecen estar llevando a los inversores a mantener un optimismo moderado sobre el mercado. Decimos moderado, porque los flujos netos de efectivo se concentran en sectores muy concretos, como son la Tecnología y la Energía, mientras el resto parecen caer en el olvido. El dinero no está entrando en sectores históricamente defensivos, lo que tampoco hace pensar que los inversores estén realmente preocupados por el futuro de las bolsas ni de la economía.
En resumen, aunque los inversores parecen estar comprando las caídas en los sectores que mejor comportamiento han tenido en el año, y la economía estadounidense continúa mostrando señales alentadoras de crecimiento, persisten riesgos significativos que no deben pasarse por alto, poniendo así en duda el supuesto esplendor económico al otro lado del Atlántico. El futuro de la economía depende de la evolución de la renta personal, así como del excesivo endeudamiento económico propio de un año preelectoral como el que tenemos y del creciente volumen de pérdidas latentes en el sector financiero. Estos elementos advierten sobre un posible desenlace dramático, probablemente en forma de una crisis financiera. Para evitar que estas pérdidas latentes se materialicen, sería necesario un cambio en el enfoque de la política monetaria de los bancos centrales. Solo así se podrán aliviar las crecientes tensiones que podrían alterar significativamente el rumbo económico y financiero.
¡Buena semana y buenas inversiones!