La oferta tecnológica que tenemos a disposición en la actualidad marca la era del progreso en la que vivimos. Teléfonos inteligentes, consolas de videojuegos, televisores cada vez más sofisticados y la variedad del streaming es realmente increíble.
Todo esto ha crecido a un ritmo sin precedentes en la última década, con la gran ventaja de poder acceder a esta tecnología a precios muy competitivos para relativamente todos los estratos de la sociedad.
Explicarles cómo era la situación en mi infancia es una de las mejores maneras que encuentro para que mis hijos valoren las cosas positivas de esta revolución que viven, aún con pandemia mediante.
La programación de la televisión que empezaba a las seis de la tarde, los cortes de luz programados, la inexistencia de videojuegos y la ausencia de todo tipo de pantalla ligada al entretenimiento, son algunas de las características que marcaron mis primeros años de infancia. Así, todo el ocio y entretenimiento quedaba reducido a la pelota, el juego de las escondidas o, eventualmente, visitar algún amigo vecino.
Eran tiempos diferentes, claramente con menos herramientas y recursos que en los tiempos actuales. Pese a esto, en muchos lugares del mundo (y de nuestro país), una parte no menor de las personas están privadas de disfrutar de este avance de la tecnología.
Déjame que te cuente algo más al respecto.
En Netflix (NASDAQ:NFLX) existe una película llamada El Tigre Blanco, la cual miré hace unos días atrás. El film está basado en una novela del escritor Aravind Adiga y se centra en mostrar la historia de las castas en India y la desigualdad que hay en la denominada democracia más grande del mundo.
Allí se cuenta la historia de un niño que nace en una tribu bien pobre, que busca romper el molde de las tradiciones y se va haciendo camino al andar para buscar su libertad y su progreso ante tanta adversidad.
Debo confesar que la película tiene imágenes muy crudas, pero describe la realidad de lo que ocurre en ese país. No se esconde absolutamente ningún detalle.
Me tocó viajar a India en noviembre de 2017 por trabajo. Se trató de la ciudad de Mumbai (o Bombay), que es la capital económica de ese país. Nueva Delhi, en tanto, es conocida como la capital política.
Me habían alertado sobre algunas cuidados que debía tener de antemano. Y que el choque socio cultural iba a ser muy grande. Pese a esto, la realidad superó con creces todo lo que me había imaginado de antemano.
Después de 22 horas de vuelo, con una escala en la ciudad de Frankfurt, Alemania, arribé a las 3 de la mañana. El aeropuerto lucia moderno y muy grande. Al salir a buscar un taxi, comenzó mi experiencia con la “verdadera India”. Una atmósfera espesa, con gran humedad y polución, se percibía fuertemente a pesar de la oscuridad de la noche. Conseguir un auto que me llevara al hotel fue toda una aventura, a pesar de manejarme con el inglés, lenguaje que los nativos manejan bien por ser una ex colonia británica.
El taxi que me terminó llevando al hotel 5 estrellas más lujoso de la ciudad no tenía vidrios y, desde ya, tampoco aire acondicionado. Era un auto que, como mínimo, tenía unos 25 años de antigüedad.
Pero eso no fue lo peor…
El trayecto al hotel duró aproximadamente 1 hora. Y lo que encontré en el camino no lo había visto antes. Un sinnúmero de personas durmiendo en la calle, suciedad y construcciones a medio terminar. Era una escena típica de un lugar que había padecido una guerra. Para los ciudadanos de Mumbai, era retrato cotidiano de la ciudad donde vivían.
El día de mi llegada tenía libre, para hacer un soft landing de semejante viaje y las ocho horas de jetlag que hay entre Buenos Aires y Bombay. Después de descansar apenas unas pocas horas, salí a recorrer los alrededores del hotel. La muchedumbre que había en la calle era llamativamente importante. Muchos se agolpaban en pequeños puestos de comida, donde compraban sus raciones que luego comían con sus manos. Mi aspecto occidental era un imán para muchas personas que se me acercaron ofreciéndome servicios de “visitas guiadas a pie” a cambios de dólares.
Llegué hasta el hotel Taj Mahal, a unas 10 cuadras de distancia de donde me hospedada. Sinceramente estaba abrumado por la situación. No tenía miedo, pero sí me sorprendió la gran pobreza que existía en una parte no menor de la sociedad. Y no era un rasgo de la ciudad en la que estaba, sino de todo India, de acuerdo a lo que me contó gente propia del lugar.
Realmente ha sido un baño de realidad muy impactante. Pero la desigualdad y la división de castas que hay en ese país se expresan de una manera brillante en la película El Tigre Blanco.
¿Cuánto puede durar esto sin una reacción de las clases más bajas? ¿Acaso es estable este equilibrio? Parecería que no y allí hay una oportunidad de inversión latente.
India en tiempos de “reseteo mundial”
Cada vez más fuerza se escucha de que la pandemia marcó un antes y un después en el equilibrio mundial. Muchos líderes pregonan un gran reseteo mundial, con foco en las energías limpias, la mayor carga impositiva para los “ricos” y políticas que impulsen más la igualdad en el mundo.
No creo en gran parte de estos enunciados, sobre todo porque quienes los impulsan tienen intereses creados al respecto.
De lo que sí estoy seguro, es que una parte importante de la población mundial va a buscar romper el statu quo actual en busca de su libertad. Y ésta se encuentra atada a la posibilidad de disfrutar y ser parte de la revolución actual que describí anteriormente. Esto estará sustentado en el sacrificio y la búsqueda de la igualdad de oportunidades.
Una parte importante de esta población que está marginada del progreso vive en India. La economía de este país se contrajo un 9,9% en 2020, producto del golpe económico que implicó la pandemia. Sin embargo, India será uno de los motores de la recuperación global en 2021, con un crecimiento proyectado de más de 9%.
¿Cómo ser parte de esta recuperación desde el rol de inversor? Si uno piensa que la pandemia marcó un punto de inflexión para el rumbo de gran parte de la sociedad india, y que se podría potenciar en los próximos años, el iShares MSCI India ETF (INDA) tiene que estar en el radar.
Se trata de un fondo que posee las principales empresas de ese país, con un sesgo a lo financiero y a la tecnología, con un peso de 27,1% y 17,3% en la cartera respectivamente.
Durante los últimos 5 años, INDA ha tenido una performance inferior al ETF de Mercados Emergentes (EEM). Hacia adelante, creo que hay chances de revertir esto con creces.
El próximo gran paso de India es crear riqueza como país y eso debe provenir de una “rebelión” de las castas que busque liberarse de las tradiciones pasadas. En este sentido, es un proceso que está latente y que a pandemia podría acelerar hacia adelante.
Si crees en lo anterior, el ETF de India puede ser un gran lugar para estar como inversor.