Si queréis saber lo atractivas que son las acciones en relación con los bonos, podemos fijarnos en la diferencia de sus rentabilidades. Cuando las valoraciones de las acciones se disparan, su rentabilidad (la inversa de su relación precio-beneficios) cae en picado. Y una baja rentabilidad de los beneficios puede dejarnos vendidos si el mercado tropieza y limita su potencial de beneficios si el mercado repunta. Pensemos en ello como si fuera el suministro de oxígeno de un buceador: cuando estos niveles caen, las consecuencias de cualquier percance pueden ser nefastas. Históricamente, una mayor rentabilidad inicial de los beneficios ha sido precursor de rentabilidades bursátiles estelares. Un buen ejemplo de ello fue durante la crisis financiera mundial, cuando la rentabilidad de los beneficios se situó en un nivel extremadamente alto y los inversores que se lanzaron a la aventura cosecharon los frutos.
En cuanto a los bonos, cuanto mayor es su rentabilidad, más ingresos proporcionan. Además, existe la posibilidad de beneficiarnos de una disminución de las rentabilidades (porque los precios de los bonos suben cuando las rentabilidades bajan). Si observamos la diferencia entre la rentabilidad de los beneficios y la rentabilidad de los bonos, tenemos una guía práctica, aunque aproximada, del atractivo relativo de las acciones frente a los bonos. La regla de oro: cuanto mayor sea esta relación en comparación con su historia, más atractivas serán las acciones.
Si nos fijamos en la situación actual, las acciones son, en general, menos tentadoras que los bonos, según este indicador. Y son particularmente mediocres en EE.UU., que actualmente ocupa el último lugar tanto en comparación con otras regiones como con sus propias normas históricas. Los mercados emergentes y las acciones europeas, por su parte, son algo más atractivos, pero no mucho. Y luego está Japón, que parece ser el caballo negro, con un ratio positivo que indica mayores ingresos procedentes de las acciones.
Eso sí, debemos tener en cuenta que esta métrica no lo sabe todo. Pero es una brújula útil en las condiciones actuales del mercado, y un recordatorio de que, aunque las acciones estadounidenses pueden estar en el candelero en este momento, se enfrentan a obstáculos de valoración más duros. Por tanto, si queremos especular a largo plazo, podemos repartir nuestras apuestas bursátiles entre otras regiones, como Japón y Europa.