La presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen, comentó esta semana que la entidad podría discutir en su próxima reunión del mes de marzo subir los tipos de interés, ya que como bien indicó en su comparecencia en el Senado norteamericano, la economía del país mantiene las buenas perspectivas.
Pero eso no significa que vaya a producirse una nueva subida de tasas en marzo, para que la Fed acometa un nuevo viraje en su política monetaria es necesario que la creación de empleo y la inflación sigan mejorando como hasta ahora vienen haciendo, por lo que lo más “normal” sería esperar más adelante, probablemente a la reunión de mediados del mes de junio.
Claro, la Fed ha de hilar muy fino, puesto que precipitarse y adelantarse con la subida de tipos de interés corre el riesgo de dar al traste con la recuperación de la economía doméstica. Y retrasarse demasiado para salir de la fase acomodaticia implicaría tener que subir los tipos a un ritmo no deseado, demasiado virulento, con lo que afectaría de lleno a los mercados financieros y el riesgo de entrar otra vez en recesión se incrementaría.
Como pueden ver, todo lo que suponga que la Fed se vea abocada a subir los tipos de manera rápida supone un grave riesgo y peligro. Pero es que hay otro motivo más que podría llevar precisamente a esta situación: si el tema de la inflación se desboca ya estaríamos en ese escenario que no se quiere ver ni en pintura.
Es más, Donald Trump también supone una amenaza en esa dirección, sus medidas fiscales alentarían este contexto.
¿Qué sucedería si finalmente, por uno de estos motivos o por varios, la Fed se ve obligada a incrementar su ritmo de subidas de tipos de interés? El mercado de renta variable lo acusaría con caídas y el dólar se fortalecería de manera intensa frente al resto de divisas.
A día de hoy, según los futuros de los fondos federales de la Fed, la probabilidad de que la Fed suba tipos en su reunión del 15 de marzo es de un 26,6%, mientras que el 3 de mayo tiene un 53% y el 14 de junio un 73%.