Por Adrien Pichoud, economista jefe y gestor de carteras de SYZ AM
La tendencia de crecimiento mundial lleva disminuyendo desde el año pasado, lo que ha incrementado las preocupaciones en torno a las perspectivas económicas. Los índices de actividad del sector manufacturero no repuntaron de manera significativa desde los reducidos niveles registrados en las zonas que mostraron más debilidad el año pasado: Europa, Japón y China. Este indicador también cayó en Estados Unidos, confirmando así la tendencia reciente de atenuación de la dinámica de crecimiento en la economía más importante del mundo. Así pues, el índice manufacturero mundial cayó por debajo del umbral que separa expansión de contracción, lo que apunta a una falta generalizada de dinamismo en la parte cíclica de la economía.
Las tensiones mundiales y las incertidumbres comerciales y arancelarias son la causa principal de esta tesitura. Al desestabilizar las cadenas de suministro consolidadas a escala mundial, elevar inesperadamente los costes de producción de las industrias y, lo que es más importante, al generar notables incertidumbres sobre el futuro del entorno empresarial, las sanciones comerciales y los aranceles han sido un gran obstáculo para la inversión empresarial y la actividad industrial. En vista de la última escalada de las tensiones entre Estados Unidos y China, así como la posibilidad de que el primero imponga aranceles a las exportaciones mexicanas, resulta poco probable que los obstáculos para el comercio y el crecimiento mundial retrocedan a corto plazo.
Esto ha supuesto que tras un magnífico 2018, la economía estadounidense se ha ralentizado en 2019. Recientemente, el FMI revisó a la baja su previsión de crecimiento para este año hasta el 2,3% y hasta el 1,9% para 2020, tras proyectar un aumento del 2,9% en 2019 el pasado año. Tras un primer trimestre sorprendentemente sólido, varios indicadores «en tiempo real» del crecimiento del PIB apuntan a una ralentización de la expansión en el segundo trimestre, con un crecimiento anualizado de entre el 1% y el 1,5%. Pese a que factores externos como los aranceles y las incertidumbres comerciales han ejercido un efecto negativo, no son los únicos culpables.
La política fiscal nacional también está ejerciendo un efecto perjudicial en el crecimiento, o más concretamente, un efecto menos positivo en comparación con el pasado año. El impulso brindado por la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de Trump aupó el crecimiento del PIB el año pasado alrededor de un 0,7%, lo que contribuyó a una expansión por encima de la media a largo plazo, en torno al 2%.
No obstante, el efecto de estos recortes de impuestos está desapareciendo con el paso del tiempo. Este año, se estima que represente un 0,4% y, si no se promulgan nuevas leyes, puede tornarse en un lastre para el crecimiento del PIB en 2020, cuando el saldo presupuestario del Gobierno se estabilizará en torno al -4,5% del PIB.
Independientemente de los aranceles y de las tensiones comerciales, la economía estadounidense se ha visto abocada a una ralentización este año y difícilmente conseguirá pisar el acelerador sin una nueva ronda de estímulos fiscales y una ampliación del déficit público.
Por otra parte, el PMI manufacturero de China comenzó a contraerse en mayo al pasar de 50,1 a 49,4. Esta ralentización se debió principalmente al debilitamiento de la demanda mundial, ante el retroceso de los pedidos nuevos y de los pedidos de exportaciones nuevos. Este hecho también refleja una confianza empresarial más prudente en un contexto de crecientes tensiones comerciales.
Además, tras el repunte del primer trimestre, los datos reales apuntan a una desaceleración del crecimiento. La mayoría de los indicadores (inversión en inmovilizado, producción industrial y ventas minoristas) han caído hasta situarse por debajo de las expectativas en los últimos dos meses. Solo las ventas minoristas repuntaron en mayo, en parte gracias al periodo vacacional.
Salvo que las tensiones comerciales se atenúen con rapidez, las autoridades chinas podrían verse obligadas a relajar todavía más sus políticas fiscales y monetarias para volver a respaldar el crecimiento.
El tuit que Trump publicó a principios de mayo acerca de un aumento de los aranceles a China intensificó las preocupaciones acerca de la continuidad de un crecimiento lento. La guerra comercial está suponiendo un lastre para la confianza, que podría calar en la economía a través de la disminución de la inversión, la producción y el consumo, especialmente en vista de la atonía de la dinámica actual. Hasta ahora, la controversia se ha limitado fundamentalmente a Estados Unidos y China, pero parece probable que las represalias se extiendan en los próximos meses a otros bienes, servicios o zonas geográficas como Europa y Japón.
Así pues, los mercados bursátiles cayeron en mayo (el índice MSCI World l.c. se dejó un 6%) y el VIX se disparó de 13 a 19 puntos en un contexto de combinación tóxica entre decepción en materia de crecimiento e incertidumbres sobre la guerra comercial. La situación recuerda a la de 2003, cuando las preocupaciones geopolíticas previas a la invasión de Irak tiraron a la baja de los mercados bursátiles y de los tipos.