Más facilidades financieras en la economía implica más dilución monetaria, lo que a su vez conlleva a una mayor apreciación del precio del oro.
La actual disparidad entre los activos del balance de los bancos centrales y la creciente oferta monetaria es uno de los acontecimientos macroeconómicos más desconcertantes que están ocurriendo en la actualidad:
Desde las instituciones monetarias se quiere transmitir el mensaje de que "la situación está bajo control" cuando al parecere es justo lo contrario.
A pesar de las medidas de ajuste cuantitativo QT (los Bancos Centrales drenan dinero/liquidez de la economía vendiendo al mercado financiero bonos que tienen en balance), los mismos Bancos Centrales están aumentando rápidamente la oferta monetaria (cantidad de dinero en circulación).
Esta combinación de expansión de la oferta monetaria, junto con uno de los gastos fiscales más agresivos que se han visto fuera de una recesión, podría crear una "combinación explosiva" de presiones inflacionarias.
La prolongación de la inflación elevada parece inevitable, y es difícil imaginar que los inversores no recurran a los "activos duros" como una alternativa crucial en respuesta a ello.
Las condiciones monetarias restrictivas en un entorno históricamente endeudado son insostenibles, y una obligatoria dilución monetaria sirve como válvula de escape para aliviar el estrés financiero de la pesada carga del coste del servicio de la deuda.
Por lo tanto, macroeconómicamente es obligatorio que suba el precio del oro.
Un activo históricamente infravalorado que nos protege siempre de la dilución monetaria e incertidumbre financiera y geopolítica.