Enormes, por su importancia, son los retos a los que se enfrenta la banca europea en 2020. La lentitud en la toma de decisiones que ha caracterizado al viejo continente frente a la agilidad y determinación del sector al otro lado del Atlántico es definitiva.
Europa no parece finalizar jamás sus ajustes. El principal reto es conseguir una unión bancaria europea, capaz de robustecer un sector atomizado y con fuertes debilidades. El peso de la deuda pública y activos tóxicos en los balances en los países del sur y una eficiencia paupérrima en los del norte, junto a la incapacidad para meter de forma definitiva el bisturí en sus entidades, sitúa a la banca europea en una posición ciertamente débil para afrontar los retos que ya están encima de la mesa y que son del presente.
Pero no todo Europa ha funcionado igual. En España, el sistema financiero ha hecho sus deberes, aunque todavía quedan enormes retos que afrontar y que irán implementándose en 2020. El sistema financiero español, ha saneado a pulmón 334.473 millones de euros de crédito promotor y constructor, limpiando sus balances de activos tóxicos, un enorme esfuerzo que, sin embargo, le sitúa como el más ajustado en capital (ratio CET 1).
La estructura de nuestro sistema financiero hoy es irreconocible, las cajas de ahorro desaparecieron y sólo quedaron aquellos bancos que no arrastró la burbuja inmobiliaria. Las cajas tenían en 2011 una exposición al crédito hipotecario del 73% sobre su crédito total, frente a un 52% de la banca. Pero el ajuste no ha terminado, las desmesuradas exigencias de capital del BCE vaticinan fusiones y absorciones que dejaran el sistema español en cinco o seis entidades.
Éste es, probablemente, el primer gran reto que han de asumir nuestros bancos. Es un escenario difícil porque, por un lado, el regulador es más que estricto en los requerimientos de capital a la banca europea, que debe competir con una banca norteamericana que rechaza los acuerdos de Basilea III. Por otro lado, la política de tipos de interés anula la rentabilidad de los bancos, es prácticamente imposible mejorar el balance vía cuenta de resultados. Los bancos más pequeños no podrán sobrevivir, las fusiones entre ellos son insuficientes y la absorción de estas entidades por los tres grandes implica, en la mayoría de los casos, unas necesidades de capital difíciles de satisfacer en el actual entorno.
Entonces, ¿cómo puede pretender la autoridad monetaria que se realicen fusiones expansivas entre bancos de diferentes países? Las fusiones pueden ser defensivas, como la absorción de Popular por parte del Banco Santander (MC:SAN) en la que han podido reducir el número de oficinas y de personal, manteniendo el mismo número de clientes; o ser expansivas, en las que los bancos acceden a nuevos mercados adquiriendo entidades, normalmente en otros países. Estas últimas necesitan de un desembolso de capital que hoy es prácticamente imposible de obtener. Más que un reto.
No obstante, la banca española se ha caracterizado por su apertura a la competencia y una tenacidad siempre apoyada en la tecnología. Los bancos españoles siempre han estado tecnológicamente por delante de sus competidores europeos. Cuando se armonizaron las normas en materia de servicios, pagos y cobros, España ya superaba los requisitos e incluso hubo que dar un paso atrás para igualarnos a Europa. Las inversiones en digitalización empiezan a dar su fruto, la plataforma de pagos Bizum, perteneciente a los bancos, tiene 5,5 millones de usuarios y además de ofrecer transferencias instantáneas ha comenzado a utilizarse para el pago en comercios, una verdadera barrera de contención a las amenazas de entrada de las BigTech. Pronto esperamos ver algo muy similar en banca de empresas. Las FinTech están creando una variedad de servicios y productos más innovadores y cercanos al consumidor y la banca se ha acercado a ellas, las están incorporando y convirtiendo en palanca de impulso tecnológico.
El dato es el futuro de la banca y la gran diferencia entre el dato bancario y el de las BigTech radica en que la información que posee la banca sobre lo que compramos, dónde viajamos, nuestros gustos, es real y completa de cada cliente, mientras que las BigTech, tienen una información aproximada, en absoluto de la misma calidad. De aquí, su interés por entrar en los servicios de pago y cobro. Éste es el gran reto de la banca, cómo hacer del dato un negocio rentable, claro, transparente y no invasivo. Las expectativas de los clientes frente al reto tecnológico son enormes.
Pero no olvidemos que prestar -y prestar bien-, es el negocio de la banca y la tecnología ya está jugando un papel primordial. Las plataformas de scoring de la banca española sitúa a sus competidores a años luz, apretar el acelerador será decisivo.
Otro gran reto, es convertir al cliente en el centro del negocio. Cada vez acude menos a la oficina, es digital, multicanal y para él, un empleado de oficina puede ser un intermediario innecesario entre máquina y cliente, es fundamental simplificar la operativa (aunque también puede ser un asesor comercial). Todavía hoy, las oficinas siguen siendo centros donde los clientes llevan sus transacciones y problemas, y deberán convertirse definitivamente en centros de negocios.
La eficiencia, es la clave para afrontar la bajísima rentabilidad del sector y poder enfrentarse a la más que posible desaceleración y crecimiento de la morosidad. Ésta es, para la banca española, una enorme ventaja competitiva. Se mueve en el entorno del 50%, diferenciándose veinte puntos de los principales países europeos. Una vez se consolide la reunificación de oficinas, la eficiencia seguirá mejorando; hay recorrido, pues tienen el índice más bajo de número de empleados por oficina de Europa.
Recuperar la reputación perdida es primordial. El marketing y otra forma de hacer las cosas serán determinantes. Para ello, la gran baza es la banca socialmente responsable, impulsora del respeto con el medio ambiente.
Caminar por delante de lo que se espera del sector será concluyente en su reconciliación con la sociedad.